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Cuando Andrés Galarraga enfermó de cáncer, tuve el privilegio de trabajar como productora asociada y co-guionista, junto a César Miguel Rondón, en el documental “Galarraga, béisbol, puro béisbol”. Han pasado 20 años desde entonces, pero las lecciones de aquellos días compartiendo con “El Gato” son inagotables e inolvidables. Ya he escrito de eso en varias crónicas. Lo primero que nos impresionó en el momento que nos abrió la puerta de su casa fue su sonrisa. No sé qué teníamos en mente encontrar, pero esa expresión, entrando, hizo todo más fácil. No se trataba de un “moribundo”, era todo lo contrario, era un hombre con inderrotable deseo de vivir y de ser un ejemplo de fortaleza para todos los que, como él, enfrentaban esa enfermedad que de solo nombrarla despierta profundos temores. La sonrisa del Gato era pura vida.
Esta semana en Cleveland fue inevitable revivir ese momento cuando Carlos Carrasco y su esposa Karry nos recibieron en su hogar, para hablarle a los venezolanos del reciente diagnóstico de leucemia que hicieron público desde República Dominicana, donde estaban atendiendo obras de caridad.
Esta vez, a diferencia de la entrevista con Andrés Galarraga, no fue “Cookie” quien abrió la puerta. Habíamos pautado la entrevista para una hora específica y ellos se retrasaron porque estaban adoptando una nueva mascota, así que los recibimos nosotros (mi compañero Rafa Párraga, el equipo de El Extrabase: Julio Muñoz y mi hijo Daniel). La gran similitud con el “Gato”, fue la sonrisa, el optimismo. No era un hombre enfermo el que llegó a atendernos, era un hombre feliz, acompañado de su familia, amable y dispuesto a contar sin reservas el momento que está viviendo como un aprendizaje, y asumido como una pausa de pocas semanas.
A Carlos Carrasco la mayoría lo conoce como un gran lanzador, un pitcher controlado y dominante, fajador; es una figura de los Indios de Cleveland.
Carlos Carrasco es mucho más que ese hombre joven que vemos en los montículos de los estadios de las Grandes Ligas. Ha sido nominado varias veces al premio más especial que otorga MLB: “Roberto Clemente Award”, una distinción reservada a aquellos jugadores que con su trabajo con las comunidades, recuerdan al “Gigante de Carolina”, el puertorriqueño que fue una súper estrella del béisbol y que murió llevando ayuda a las víctimas del terremoto de Nicaragua en 1972.
“Cookie” (apodo que lleva por su afición a comer galletas) y su esposa Karry, tienen una fundación que lleva años cumpliendo labor social en Venezuela, Cleveland y República Dominicana. Envían ayuda para aliviar los problemas de desnutrición, alimentos y fórmulas infantiles, apoyan con medicinas e insumos médicos a hospitales y otras fundaciones, y en época de inicio de clases mandan útiles escolares para miles de niños. En Cleveland, Carrasco dedica horas de su tiempo a visitar hospitales de niños con diversas patologías, incluida la leucemia. Los visita, comparte con ellos, les lleva regalos y palabras de aliento.
Hablamos largo rato antes de encender la cámara, él no paró de sonreír.
Es padre de cinco hijos y las niñas nos interrumpieron varias veces para contarle las gracias del nuevo miembro de la familia. Karry, su guapa esposa, pendiente de todos, fue apoyo para la entrevista que hicimos para EVTV Miami y luego con el equipo de El Extrabase.
Estaba emocionado porque en la noche sería el Juego de las Estrellas, iba a ir con la familia, lo que no esperaba era lo que luego pasó.
Desde hace varios años, Master Card realiza en el quinto inning del Juego de las Estrellas una campaña a beneficio de organizaciones dedicadas a la prevención y lucha contra el cáncer. Al entrar al estadio, se reparten letreros donde cada fanático escribe el nombre de alguna persona cercana que ha sobrevivido, se ha ido o padece cáncer, cuando termina el inning, todos se levantan y muestran su pequeña pancarta “I Stand up for” y muestran sus cartulinas mientras la televisión hace un paneo por todo el parque y el terreno, donde jugadores y árbitros hacen lo mismo por sus seres queridos. Es un momento cargado de emotividad, muchos rostros con lágrimas y otros aguantando las ganas de llorar. Lamentablemente todos tenemos alguien a quien recordar en ese instante.
Al final, para sorpresa de todos, Cookie Carrasco estaba en el terreno, con su camisa del uniforme de los Indios, acompañado de sus compañeros y del manager Terry Francona, la ovación fue tremenda. Era mi cuarto “Clásico de verano” desde que iniciaron esa campaña y puedo jurarles que nunca había sido tan emocionante y conmovedor ese momento ¡Qué energía tan poderosa! La manifestación de amor y solidaridad que recibió nuestro lanzador, segura estoy, fue rotundamente sanadora, vital.
Y ahí estaba él con su letrero que decía “I Stand”, sentenciando a la leucemia a estar fuera de su vida, mientras continuaban los sonoros aplausos por su valentía y optimismo. Él sonreía y creo que aguantaba el llanto, otros no pudimos evitar las lágrimas.
Lágrimas que nada tenían que ver con tristeza, eran de alegría por sentir como aquella ciudad ama a uno de los nuestros y agradece no sólo los ponches, también reconoce su solidaridad y cómo retribuye en obras ese afecto que recibe cuando sale a lanzar cada cinco días.
Nos dijo que en pocas semanas estará de regreso, los médicos le han hecho saber que el tipo de leucemia que padece no amerita trasplante ni quimio, que puede controlarla con tratamiento y voluntad, esa que tiene de sobra.
Va a regresar “más fuerte”, como aseguró desde que supo el diagnóstico.
Va a sacar el cero, como cuando ha tenido hombres en base sin out, saca el primero con tres strikes y luego el cuarto bate conecta la pelota para doble play.
Cookie es un ganador.
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Mari Montes
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