Perspectivas

Cómo se celebraba el fin de año en la antigua Grecia

29/12/2018

En realidad, los antiguos griegos no celebraban el final ni el comienzo de un nuevo año, ni mucho menos de manera unitaria. Se ha dicho que la antigua Grecia, la Hélade, no era un Estado, sino más bien un pueblo, una lengua y una cultura que compartían muchos pequeños estados, lo que los historiadores han llamado, a falta de otra palabra que las describa más correctamente, “ciudades-estado”. Así pues, cada polis tenía su calendario, su moneda y hasta un sistema de pesos y medidas autónomo, es decir, su propia manera de medir el valor, el peso, el tiempo y las distancias. Aún hoy es posible ver en el ágora de Atenas las ruinas de lo que fue el Metróon, el edificio donde se guardaban los pesos y medidas oficiales de la vieja ciudad. En lo único que estaban de acuerdo todos los griegos es en que el año se dividía claramente en dos estaciones: invierno y verano, según se ve en la Historia de la guerra del Peloponeso de Tucídides. De resto, en cada polis y su área de influencia el tiempo se medía de manera diferente, y el mes que en una polis se llamaba de una manera, en otra podía llamarse de otra, o comenzar otro día, tal como nos cuenta Hesíodo en sus Trabajos y días. Cada mes, además, tenía en cada ciudad sus fiestas y rituales propios, según los dioses, héroes y tradiciones de cada una.

Dado que la ciudad más conocida durante el período clásico fue Atenas, parece oportuno recordar cuándo comenzaba allí el calendario oficial y cuáles eran las fiestas que se celebraban. Esto no significa, como hemos dicho, que no existieran otros calendarios. Los más conocidos eran los de Esparta, Delfos y después Macedonia. En Atenas, el año constaba de doce meses lunares, intercalados de treinta y veintinueve días, cuyos nombres derivaban de las principales fiestas religiosas que entonces tenían lugar. Cada tres o cuatro años se añadía un nuevo mes para hacer coincidir este calendario lunar con el año solar. Las fechas y los acontecimientos históricos importantes se distinguían con el nombre del magistrado principal (arconte epónimo) que detentaba el poder en ese momento (“…durante el mandato de Pericles”, por ejemplo).

El año oficial ateniense comenzaba la primera luna nueva después del solsticio de verano, entre julio y agosto, en el mes de Hekatombeón. Se llamaba así por los sacrificios de cien bueyes (hékaton boús) que hacían los campesinos al final de las fiestas Panateneas en acción de gracias por las cosechas del año, aunque la palabra hekatombe ya aparece en Homero. Hubo un breve período en que el comienzo del calendario oficial fue mudado al mes de Gamelión (el “mes de los matrimonios”), que coincidía con nuestro enero y febrero, en pleno invierno. Finalmente, bajo Pericles, fue adoptado el llamado “ciclo metónico”, ideado por el astrónomo Metón de Atenas, y el comienzo del año fue oficialmente restituido al verano, en el mes del Hekatombeón.

Ahora bien, ¿cuáles eran las fiestas propias de este mes? En primer lugar, además de los sacrificios de cien bueyes que le daban nombre, los atenienses celebraban el día 12 la Kronia, una fiesta en honor a Cronos, el tiempo, que algunos estudiosos quieren ver como correspondiente a las fiestas Saturnales romanas, sin tener tanta importancia. Otra fiesta era la Synoikía, que se celebraba los días 15 y 16 cada dos años, y conmemoraba la unión de las aldeas diseminadas por el Ática en una sola ciudad, hecho que se atribuía a Teseo en tiempos míticos. Para los atenienses, este acontecimiento marcaba el nacimiento de la ciudad de Atenas.

Sin embargo, la gran fiesta con la que los atenienses comenzaban el año era la de las Panateneas, cómo no, dedicada a la diosa protectora de la ciudad, Atenea, llamada polia por su relación especial con la polis. Según Plutarco, las Panateneas fueron instituidas por Teseo, el héroe mítico ateniense. Duraban tres días, a partir del día 25, pero las celebraciones centrales se llevaban a cabo el día 28 del Hecatombeón. Las Panateneas tenían un “programa” (llamémoslo así) bien establecido de actos oficiales, rituales y celebraciones populares, pero cada cuatro años éstos cobraban especial grandiosidad, comenzando desde el día 21: se trataba de las llamadas Grandes Panateneas. Las fiestas comenzaban con el encendido del fuego sagrado en el templo de Atenea Polia. Durante las Panateneas había juegos deportivos (pugilato, lucha, lanzamiento de jabalina, pentatlón, carreras con antorchas), carreras hípicas y certámenes musicales, a los que después se añadieron recitales poéticos. Para ello, Pericles hizo construir un teatro especial, el Odeón, cuyas ruinas todavía pueden verse junto al teatro de Dionisos. Incluso había un certamen de belleza masculina entre atletas: la llamada evandria. Los ganadores de estas competencias recibían premios que iban desde metálico y animales hasta odres con aceite de los olivares sagrados de Atenas.

El día 28 la fiesta concluía con una magnífica procesión por la vía Panatenaica, que sube desde el ágora hasta el Partenón, donde se le ofrecía a la estatua de la diosa un peplo nuevo que habían tejido las mujeres de la ciudad durante todo el año, supervisadas por las arrephoroi, las vírgenes consagradas a la diosa. La procesión comenzaba en la Puerta de Dípylon (la puerta doble, en el barrio del Cerámico). Los ancianos portaban solemnemente ramas de olivo y las mujeres (canéforas) copas y cestas con frutas. La procesión se detenía junto a la roca del Areópago y el templo de Atenea Victoriosa (Nike) para hacer sacrificios antes de llegar a la Acrópolis. Todo esto se encuentra detalladamente representado en el famoso Friso de las Panateneas, que adornaba la fachada oeste del Partenón. Asimismo se conserva uno de los himnos que entonaban los efebos:

A Palas Atenea, la ilustre diosa,
comienzo a cantar,
la de los ojos claros, rica en labores,
que indómito corazón posee.
Doncella venerable
que la ciudad protege, valerosa…

La fiesta terminaba con la “hecatombe”. La carne de los sacrificios se distribuía entre el pueblo y se comía en un banquete popular en el barrio del Cerámico, con el que cerraba por la noche la fiesta. Era de las poquísimas veces que los pobres de Atenas podían comer carne de buey. Después, la gente generalmente se dispersaba para seguir las celebraciones en sus casas.

A fines del siglo V las Panateneas cobraron un carácter político, y se convirtieron en la celebración, no solo de Atenas, sino de toda la Liga Délica, un símbolo del imperialismo ateniense. Atenas regulaba por decretos la parte que le correspondía a cada uno de sus aliados en los sacrificios. En todo caso, se sabe que las fiestas se celebraron por lo menos hasta el año 395 d.C. Después, con el advenimiento del cristianismo, el imperio bizantino y más aún con la ocupación otomana, los atenienses debieron sufrir muchos cambios en sus costumbres y en su manera de medir y celebrar el paso del tiempo. Finalmente, aunque Grecia adoptó el calendario gregoriano en 1920, la iglesia ortodoxa siguió observando el calendario juliano. Actualmente los griegos ortodoxos, ahora sí todos juntos, celebran la Navidad (Khristúgenna) el 7 de enero y el Año Nuevo (Protokhronia) una semana después, el día 14. Este año, como desde hace muchos, volverán a comer pastel vassilópita y San Basilio llevará a los niños sus regalos el 1º de enero, pero no siempre fue así.


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