Perspectivas

Cómo recrear el vacío

28/07/2021

Ilustración de Alfredo Herrera para el poemario de Alexis Romero.

A Alexis Romero lo conozco desde hace muchos años, quizás desde la época en la que muchos coincidíamos en los espacios del Centro Rómulo Gallegos sin sentirnos ajenos a ese lugar. Pero fue en los gloriosos tiempos de la librería Templo Interno, ese gran refugio para nuestra cultura, donde más hablamos y compartimos. Cuando iba a Caracas una de mis citas obligadas era pasar por ese rincón de asombros en el Centro Plaza y sostener largas charlas con Alexis, en las que no faltaban las noticias y maledicencias de nuestro patio cultural y literario y donde me ponía al día con las novedades y sugerencias del notable librero. Luego, tuvimos la alegría que verlo aterrizar en Buenos Aires, y desde entonces solemos hablar, intercambiar libros y lecturas, y así sentirnos un poco acompañados en este laboratorio de la extranjería. Junto con Alexis, Gabriel Payares, Eleonora Requena, Salvador Fleján, Blanca Strepponi, Ricardo Azuaje, y nuevas generaciones como Ricardo Montiel y Luis Carlos Azuaje, o Betina Barrios Ayala y Luis Mancipe León, hemos construido, sin voluntad grupal, lo que podríamos denominar el Polo Sur literario venezolano.

El poeta de La inclinación es hijo de una inmigración silenciosa. Hablo de una inmigración que no cuenta con suficiente prensa como la italiana o la española, sino esa inmigración de los márgenes (madre culí, proveniente de India, padre de origen trinitario-senegalés), y quizás este es uno de los motivos me conectaron afectivamente a Alexis, pues mi historia personal también es la de otra emigración de los márgenes. Y esto nos marca y nos configura. Su poesía, como veremos, está marcada por estas herencias no occidentales.

Alexis Romero es uno de nuestros poetas más representativos, con una de las obras más consistentes del panorama literario venezolano actual. Es un poeta con una voz, como dice Arturo Gutiérrez Plaza, de cierta «reciedumbre mineral». Es decir, su dicción, su sintaxis, su palabra, es maciza, compacta, densa, en el sentido de que cada enunciado de su poesía está pleno de significado. En su poesía no hay espacio para lo accesorio ni lo circunstancial, cada elemento está jugando un rol y una importancia en el decir. Son poemas para ser, más que leídos releídos: en cada vuelta de lectura encontraremos nuevas claves y nuevas interpretaciones.

La inclinación comienza con una declaración de principios:

Mi certidumbre fue la incertidumbre.

No es un tema ajeno a la poesía del autor de La respuesta de los techos y Demolición de los días, en cuya ética siempre encontraremos la duda como principio, pero donde paradójicamente también hay un soberbio uso de la frase contundente e indagadora. Es decir, la incertidumbre no como vacilación sino como convicción:

…la poesía

No es verdad ni la verdad

Ni te convencerá de las cosas

Ni hará visible la nada

La nada. Ese espacio del misterio y del ascetismo. Ese territorio en el que ocurren y se enredan los pensamientos, pero también donde acontece algo tan delicado y potente como la fe. Es decir, lo indecible, lo que late en nosotros y construye nuestra subjetividad profunda. No se trata sin embargo de una poesía religiosa, pero sí de una religiosidad. La religión no como explicación del mundo sino como asombro inexplicable. Alexis Romero es un poeta que indaga en los misterios, pero no para descifrarlos sino para mostrarlos en toda su magnitud. Lo oracular, incluso lo profético, el misticismo está en su poesía.

Uno de sus versos dice:

Indagaré sobre qué Dios o Diosa

Preferiblemente ni griego ni romano

Representaba la ternura.

La inclinación es una prosternación. Hay algo de ese gesto referencial en las páginas de este libro. Y óigase bien: un dios ni griego ni romano. Es decir, la inclinación de este libro en mayor medida (al menos la geográfica) es hacia Oriente, y lo más Occidental que encontraremos aquí será un Oriente próximo, es decir, referencias a la cábala, Bizancio, los sumerios, los esenios, los parsis (adoradores de Zoroastro) o un rabino del siglo VI. Y acá es importante no solo la geografía sino el tiempo. Porque este es un poemario, entre otras cosas, que nos hace viajar en el tiempo.

Pero no nos equivoquemos, su abanico de referencias culturales no está allí para demostrar una erudición. De hecho, el contexto queda casi siempre elidido, y Yehuda, o Edith Stein, por dar dos ejemplos, sirven como pretexto, o mejor sería decir, como auxilio para poder hablar de las preocupaciones que obsesionan al poeta. Y una de esas obsesiones es la velocidad.

A lo largo el libro nos encontramos con constantes referencias a la lentitud como valor contra la rapidez de la sociedad.

Dice en un poema:

Por eso pido vida para aprender la vida

Lentitud para dotar de oxígeno a mis páginas

Romero parece decirnos (Maiakovski no estaría de acuerdo) que la rapidez es la dimensión no poética, y la lentitud es la poesía. Por eso la quietud será otro valor de este libro y tendrá una presencia constante:

Quietud

Mantente despierta

O cuando se refiere a la escritura como:

respiraciones de lo inmóvil

De ahí que la piedra sea uno de los símbolos más potentes del libro (la reciedumbre mineral que destaca Gutiérrez Plaza). Y en ella el poeta encontrará una corriente interna. Porque esta quietud de la piedra no será una parálisis. Contiene en su inamovilidad un torrente. Estamos hablando de una condición de detenimiento que, al igual que la espera, es similar a «la nada vigilante», para decirlo con palabras de Armando Rojas Guardia. Es decir, algo que puede acontecer de un momento a otro. Una latencia. Una emergencia. El hecho poético.

Y lo que acontece es el poema distante a las rutinas y trámites, en constante problematización con las distracciones de la cotidianidad. Es decir, un:

…poema hermético

húmedo de noticas ajenas de lo diario

Ilustración de Alfredo Herrera para el poemario de Alexis Romero.

En Alexis Romero no vamos a encontrar ni una oda a la cebolla ni una oración por Marilyn Monroe. No hay, como decían los españoles, una poesía de la experiencia, si entendemos por tal la acumulación de eventos habituales en nuestras vidas. La experiencia de la poesía de Alexis se acerca más bien a la intemporalidad.

El tiempo presente y el tiempo pasado

Acaso estén presentes en el tiempo futuro

Y tal vez al futuro lo contenga el pasado

Lo decía Eliot al inicio de sus Cuatro cuartetos, y algo de esto hay en La inclinación. Es como si el presente fuera apenas un elemento más de todo el conjunto del tiempo. O más bien como si el presente no fuera ese agotador registro de eventualidades que nos agobian, sino el relámpago, la inminencia (fingida):

Obedezco a la chispa

A la autoridad del accidente

O dicho de otra manera, también muy hermosa:

Soy rutina del asombro.

A simple vista la realidad pareciera dar un paso al costado y se nos muestra un universo de aproximaciones místicas, indagaciones en el vacío, en el misterio, con ese tono muchas veces como de salmodia, a ratos admonitorio, con un fuerte contenido profético. Pero en una lectura más atenta veremos que no es así. La realidad es el gran sustrato de todo este poemario. La angustia por la orfandad de una nación aparece como marca. Entonces vemos allí al sujeto histórico, en su circunstancia migrante, o pre-migrante, como un visionario de su propio destino:

los viajes son fatales

Tengas o no alegrías de paisajes

Te desnudan lo que pretendías inútilmente

hundir en ti como un minero.

Y en otra parte:

Perdí mis nacionalidades

De allí mi carencia de un país para el amor

La inclinación es, pues, una larga reverencia que nos ofrece Alexis Romero hacia las llanuras de la incertidumbre, hacia la búsqueda de lo innecesario. Es decir, una ceremonia y un ritual de la palabra que, como bien dice el poeta, «roe el filo de lo dicho». Y continúa:

Lo que hago es recrear el vacío

Finjo la inminencia

No sé de quién es mi labor.

Lean este libro de Alexis Romero tal como fue escrito, con lentitud, con el sosiego del que están hechas las palabras que nos hablan desde lo recóndito. Además, el libro está bellamente ilustrado con obras del poeta y artista plástico Alfredo Herrera.

Si quieren huir del carrusel de las noticias y de la esterilidad de los titulares, y acercarse a la realidad desde sus más íntimos zarpazos, sumérjanse en este libro cuya densidad ética los va a estremecer, y donde encontrarán también razones para una esperanza:

En mis manos –dice el poeta– al porvenir le nacen larvas.

***

[Texto leído en la presentación del poemario La inclinación, de Alexis Romero, publicado por Fundación La Poeteca. El libro de Romero puede descargarse de forma libre en el portal de la institución]


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