Perspectivas

Christo y Jeanne-Claude se despidieron en el Arco del Triunfo

Arco del Triunfo envuelto. Fotografía de Guillermo Ramos Flamerich

11/10/2021

De niño, uno de mis rituales preferidos era el viaje familiar a Ciudad Bolívar. Visitar el lugar de mis raíces maternas siempre me llevaba a descubrir no solo la exuberancia del paisaje guayanés, sino también ese tesoro llamado el Museo de Arte Moderno Jesús Soto. Tenía diez u once años cuando, entre todas aquellas obras cinéticas y abstractas, encontré un saco transparente relleno con unas viejas revistas; dos cuerdas lo empacaban como un regalo salvaje. El título solo decía: Look (1965), y el autor era un tal Christo, que había nacido en Bulgaria en 1935. La guía del museo solo logró decirme que era una de las tantas obras recibidas por Soto de parte de sus colegas. Recuerdo que quedé con ganas de más información, pero todavía la conectividad inmediata era algo incipiente. Así que las ansias pasaron, pero aquel enigmático empaque y el nombre del artista quedó en mi recuerdo.

Poco tiempo después, como harto fanático de Los Simpson, vi el episodio de la temporada diez en el que Homero se convertía en artista conceptual por accidente y que, al caer su obra en rápida desgracia, intenta hacer algo radical. Un Homero desconsolado y sin ideas habla con su hija Lisa y esta menciona a Christo, el artista que «una vez envolvió al Reichstag de plástico» y «también colocó cientos de sombrillas amarillas a lo largo de la autopista de California». Homero entonces le pregunta: «¿Por qué hizo eso?». A lo que ella responde: «Para que el mundo fuese un lugar mágico, supongo».

Instalación de telas en el Arco del Triunfo. Fotografía de Guillermo Ramos Flamerich

Christo Javacheff (1935-2020) y su esposa Jeanne-Claude Denat (1935-2009), nacidos el mismo día —13 de junio— formaron una de las parejas fundamentales del arte contemporáneo. Su obra está conformada en gran medida por instalaciones monumentales y efímeras en edificios y lugares icónicos del mundo. Un poco de Arte ambiental, otro tanto de Nuevo realismo, por seis décadas han provocado y trastocado los espacios públicos, creando un culto de seguidores y detractores. Christo llegó como refugiado político a París en 1958; traía consigo lo que había aprendido de las bellas artes en Sofía y Viena. Sin recursos, tuvo que dedicarse inicialmente a hacer retratos de señoras de la alta sociedad parisina, así fue como pintó a Précilda, la esposa de un general que había formado parte de la resistencia en la Segunda Guerra Mundial, y madre de su futura compañera.

Casi de inmediato, Christo y Jeanne-Claude iniciaron su romance, se casaron y formaron una complicidad que durante cinco décadas logró plasmar más de una veintena de proyectos. Los más conocidos, junto con el del parlamento alemán en 1995 y los paraguas —En California y Japón—, van desde la «Wrapped Coast» (Costa Envuelta) en Sídney, 1969; «Valley Curtain» (La Cortina del Valle) en Colorado, 1970-1972; «Surrounded Islands» (Islas Rodeadas) en Miami, 1980-1983; «The Gates» (Los Portales) en el Central Park de Nueva York, 2005; «The Floating Piers» (Los Muelles Flotantes) en el Lago Iseo, Italia, 2016; o «The London Mastaba» en el lago Serpentine de Londres, 2018. En el París de sus proyectos iniciales había logrado, luego de una década buscando el permiso, envolver el puente más viejo de la ciudad, el «Pont Neuf», en septiembre de 1985. Sobre esta instalación, llegó a decir la periodista venezolana Carol Prunhuber en una crónica de aquel año: «El “Pont Neuf” orgulloso ofrece su nueva piel a las miradas lujuriosas que lo recorren. Una nueva voz parece escaparse de sus pliegues; es la certeza de volver a ser admirado y respetado por sus habitantes y paseantes».

Arco del Triunfo envuelto. Fotografía de Guillermo Ramos Flamerich

«L’Arc de triomphe, Wrapped»: comienzo y final

Christo y Jeanne-Claude se mudaron de manera definitiva a Nueva York en 1964. Pero en el taller parisino fue naciendo la idea fija de empaquetar el Arco del Triunfo. Los primeros bocetos datan de 1962, en los que el monumento aparece envuelto como una gran caja. Esto se fue modificando durante las siguientes décadas, hasta lograr su forma definitiva. Además, se hicieron otros proyectos, el de unos Campos Elíseos con sus árboles forrados, o el Puente Alejandro III cubierto en telas. envolver el Arco era el gran sueño de esta pareja. Decía Jeanne-Claude que no era la paciencia, sino la pasión, lo que los llevaba a no desfallecer durante largos años hasta obtener una respuesta afirmativa. Para lograr la autorización del gobierno francés para envolver el Arco del Triunfo pasaron más de cinco décadas. Cuando la respuesta fue afirmativa, en 2017, ya Jeanne-Claude había fallecido, y un octogenario Christo estaba determinado a cumplir lo que podía parecer una quimera.

Dos años después Christo y su taller planificaron todos los detalles. Serían 25.000 m2 de una tela fabricada en Lübeck a base de polipropileno, recubierta por 1 kg de aluminio pulverizado, rodeada por 3 kilómetros de cables rojos. El arco, sus relieves y esculturas, estarían protegidos por un andamiaje de 312 toneladas de acero y la instalación duraría únicamente dieciséis días. Luego del desmontaje, la meta era reciclar todos los materiales. La inversión total sería de 14 millones de euros, pagados todos por el taller del artista. Lucía factible y prometedor realizarlo para la primavera de 2020, junto con una gran retrospectiva de Christo y Jeanne-Claude en el Centro Georges Pompidou de París. Pero la pandemia paró el proyecto y Christo Vladimirov Javacheff falleció en su casa de Nueva York el 31 de mayo. Su sobrino Vladimir decidió continuar con el proyecto. Para poder ver el Arco del Triunfo todo envuelto se tendría que aguardar hasta que el contexto sanitario lo permitiera.

Guillermo Ramos Flamerich, recuerdo de su trabajo como mediador cultural. Fotografía de Guillermo Ramos Flamerich

Pude visitar la retrospectiva en el Centro Pompidou —esta sí se realizó en 2020— e indagué más a fondo sobre la trayectoria de la pareja. La verdad es que no dejaba de ser paradójico que Christo no pudiera ver realizado el gran sueño de su carrera. Cuando se anunció que la instalación se haría en el 2021, pensé no solo que quería presenciarla, sino que de alguna manera quería involucrarme. Al encontrar en internet que estaban reclutando a un equipo de monitores-mediadores culturales para trabajar durante tres semanas, lo vi como una oportunidad. Tenía el tiempo y la disposición, además que significaba un ingreso extra. Los monitores debían estar, intercambiándose en diferentes turnos, las 24 horas del día. El trabajo consistía en responder cualquier pregunta de los visitantes, así como explicar al detalle la historia y datos de la instalación. Al ser seleccionado, opté por el turno de la mañana, para así continuar con mis actividades habituales y ver el amanecer de esa París que abandona el verano para comenzar el otoño.

Detalle detela y cable rojo. Fotografía de Guillermo Ramos Flamerich

En la palabra de Christo

Todo ocurrió entre el 18 de septiembre y el 3 de octubre, pero los días previos al montaje eran de expectativa. El día 11, un centenar de personas empezaron a instalar las telas. A la distancia parecían pequeñas figuritas que trepaban una enorme mole. Entre los transeúntes, algunos pensaban que se trataba de un proceso de restauración, pero ya se empezaba a sentir la llegada de los fieles seguidores de Christo y Jeanne-Claude, quienes procedían de distintas partes del mundo, en gran medida de Alemania, Países Bajos, Estados Unidos y el Reino Unido. Los mediadores culturales éramos de 38 nacionalidades distintas. Resaltaba la cantidad de italianos que habían venido después de su experiencia con el Lago Iseo. También los búlgaros, quienes tienen a Christo como uno de sus héroes nacionales y de dos jóvenes latinoamericanas, de Chile y Colombia, quienes habían viajado expresamente de sus países solo para trabajar en este proyecto. Mientras tanto, nos tocaba vestirnos cada día con el uniforme diseñado por Issey Miyake y su estudio para la ocasión. Al usarlo uno se sentía parte de la obra, además con el bolsito que debíamos llevar, al costado izquierdo, con las muestras de la tela para repartir, la inmersión era completa.

Fuera en inglés, francés o español, pude escuchar cantidad de historias de los visitantes y de por qué estaban allí. Familias que habían salido de alguna ciudad alemana en la madrugada para llegar a París a buena hora; un señor de Ámsterdam que se había escapado del trabajo; otra señora que había llegado después de ganar un dinero en algún concurso de su periódico local, y que a los pocos minutos se puso a llorar; también recuerdo a Cameron, de Canadá, quien empezó a mostrar su colección con las muestras de tela de las diferentes instalaciones. En el Arco del Triunfo estuvieron artistas, músicos, políticos, niños que trataban de jalar la tela y las cuerdas, gente disfrazada y, durante los fines de semana, muchos perros. Para los fines de semana se había tomado la decisión de peatonalizar la rotonda. Decían que era la primera vez que se hacía. Los más suspicaces debían este gesto de las autoridades a un «ensayo previo» a las olimpiadas de 2024. Igualmente se hicieron cita algunos detractores, quienes veían la obra como una oda al mal gusto o un insulto a la historia y tradición francesa. A las 7:30 de la mañana del lunes 25, dos jóvenes se encaramaron en el Arco y lo empezaron a escalar, todo esto para colocar en el centro un cartel con el tricolor francés que decía: «En homenaje a los muertos por la patria». ¿Crítica o posicionamiento de algún mensaje político? Realmente no lo sé. A la hora y media fueron arrestados, pero los organizadores decidieron no presentar cargos.

Place Charles de Gaulle rebautizada temporalmente como Place de Christo y Jeanne-Claude. Fotografía de Guillermo Ramos Flamerich

Una de las ocasiones que más tocaron mi fibra fue cuando dos personas se acercaron para pedirme un favor: querían que le explicara a su hija, por videollamada, la instalación, ya que estaba hospitalizada.  En eso recordé una respuesta de Christo al preguntársele por lo efímero de su obra: «Son preciosos momentos que más nunca vuelven a pasar». Y fue así, estos días fueron un instante intenso y único. El Arco del Triunfo suavizaba su impronta militar y épica, para que personas de muchas partes del mundo hablaran de arte, lo sintieran, y se aproximaran de una manera diferente al espacio público. El domingo 3 de octubre, último día de la instalación, llovió cual tempestad en las horas de la mañana, pero este clima fue cediendo a uno más benévolo, en el que la aventura y la nostalgia cerraban el ciclo de una idea iniciada hacía casi seis décadas por Christo y Jeanne-Claude, y que pasaba a convertirse en una vivencia compartida por muchos y en un sueño hecho realidad.


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