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La vida de la entrañable autora estadounidense fue un péndulo que osciló entre el fulgor y la nocturnidad; oriunda del sur de los Estados Unidos fue una extraordinaria escritora y una mujer que enfrentó una pesada lucha emocional y física. Aquí un breve repaso a su vida y memorias a propósito del día de su nacimiento
“El corazón de Carson, a menudo solitario, fue, para todos aquellos a quienes ella lo ofrecía, un cazador incansable, pero fue también un corazón embellecido con la luz que eclipsaba sus sombras”.
Tenesse Williams
Carson McCullers, la escritora que le dio voz a historias y personajes del sur de los Estados Unidos nació un 19 de febrero de 1917 y falleció un 29 de septiembre de 1967. Durante el año 2017 se conmemoraron los cien años de su nacimiento y los cincuenta de su muerte. A propósito de estas celebraciones, desde junio de 2017 la editorial Seix Barral comenzó a reeditar su obra completa en español, prologada por escritores de nuestra lengua. La balada del café triste con una presentación de Paulina Flores; El aliento del cielo, de Rodrigo Fresán; El corazón es un cazador solitario con prólogo de Elvira Lindo; Reloj sin manecillas con preámbulo de Cristina Morales y Jesús Carrasco; y sus memorias, Iluminación y fulgor nocturno, con un texto escrito por Elena Poniatowska.
Este último libro, el de sus memorias, es una pieza extraordinaria para acercarse más a la poética y a la vida de McCullers. Se trata de un texto fragmentario, inacabado y con un aire de urgencia: con 50 años de edad, la norteamericana dictó el borrador desde su cama, en su casa de Nyack, a un grupo de amigos, parientes y estudiantes de un colegio cercano a su residencia, entre el 18 de abril y el 15 de agosto de 1967, día en el que sufrió su último ataque.
Así, esta es una escritura al borde, con la presencia de la enfermedad y la muerte, en la que McCullers junta piezas del cajón de su memoria, apelando al método que describe con precisión William S. Burroughs en el epígrafe del libro: “Una reseña de la vida no es un recuento metódico desde la concepción hasta la muerte. Más bien son fragmentos de aquí y de allá”.
Iluminación y fulgor nocturno profundiza el gesto autobiográfico que está presente en toda su obra, entra en ese estimulante terreno de la memoria como puesta en escena, como testamento y ficción, la ficción sobre sí misma: sus memorias, en cierta forma, son el capítulo final de esa gran obra narrativa sobre ella misma.
Lula Carson Smith, su nombre de pila, nació en Columbus (Georgia) dentro una familia clase media. Su primer anhelo fue convertirse en pianista, a los 17 años viajó a Nueva York con la esperanza de entrar a Juilliard; pero la joven abandonó esa idea con la decisión de comenzar a escribir. Con 23 años publicó su primera novela, El corazón es un cazador solitario (1940), y obtuvo un inesperado éxito que le valió el mote de “niña prodigio de la literatura norteamericana”.
Su vida estuvo marcada por oscilaciones afectivas, de salud y una profunda soledad. Fue solitaria desde niña, la escuela le resultó aburrida, de allí se lee su temprana escogencia de oficios como el piano y la escritura. McCullers libró una lucha emocional y poco convencional en el plano físico y en el afectivo. Vivió entre lo frágil y lo duro; entre lo intenso y lo sutil; entre el amor y el sufrimiento. Esa oscilación no opacó su creatividad ni la luminosidad que amigos como Tenesse Williams reconocían en ella y nosotros los lectores en su obra.
McCullers vivió asediada por el dolor y la enfermedad, de niña padeció un reumatismo cardíaco que fue mal tratado y eso le trajo consecuencias el resto de su vida, un diagnóstico que la escritora supo ya adulta cuando los médicos dieron con él. Tullida, adolorida y con periódicos ataques y gripes recurrentes, McCullers padeció también la pérdida de la visión paulatinamente y la parálisis progresiva de un lado de su cuerpo.
Su matrimonio con James Reeves McCullers fue una relación destructiva y solitaria, marcada por el alcoholismo, la ambivalencia sexual y la tensión que causaba la envidia que el esposo sentía por el éxito literario de Carson. En Iluminación y fulgor nocturno McCullers no rehúye este tema ni el de su relación con Annemarie Schwarzenbach o con Katherine Anne Porter, pero sí el triángulo afectivo con el compositor norteamericano David Diamond.
Carson McCullers fue novelista, cuentista, poeta y dramaturga, con éxito entre el público, la crítica y en la taquilla. En Columbus vio la pobreza y la discriminación hacia los negros, allí se dio cuenta de “que algo terrible y equivocado pasaba en el mundo”. En su obra, precisamente, junta esa vivencia del Sur estadounidense y la personal. Así, en sus libros muestra un mundo decadente (ese Sur), desolador, con un catálogo de personajes miserables, apartados, tullidos, homosexuales, sordomudos; seres aislados y solitarios pero que también mueven la ternura y la comprensión.
¿Por qué sus memorias se llaman Iluminación y fulgor nocturno? ¿Por qué empeñarse en dictar su autobiografía? El título del libro alude a esa condición de la vida de McCullers: las iluminaciones se refieren a su potencia creativa, el fulgor nocturno a los ataques de la enfermedad; en el texto la escritora se permite en varios momentos reflexionar sobre ambos condicionantes, presencias constantes en su cotidianidad. McCullers ha dicho que de joven anhelaba una sola cosa: irse de Columbus y dejar huella en el mundo. En sus memorias repasa ese camino, esa huella y postula la escritura como intento de compresión para los demás y para sí misma, en una de sus páginas la autora dice: “pienso que es importante que las futuras generaciones de estudiantes sepan por qué escribí ciertas cosas: pero a mí también me importa saberlo. Me convertí en una figura literaria de la noche a la mañana. Era demasiado joven para comprender lo que me sucedía, o la responsabilidad que conllevaba. Y, además, era un demonio. Esto, combinado con todas mis enfermedades, en cierta medida me destruyó. Si analizo los efectos que el éxito tuvo en mí, preservando el resultado de mi análisis para otras generaciones, acaso permita a los artistas futuros prepararse para aceptarlo mejor”.
En 1964 quizás comenzó el ocaso de la autora y la enfermedad terminó de ganar terreno, en la primavera de ese año sufrió una caída en la que se fracturó la cadera y se fisuró el codo izquierdo, con 47 años firmó su última voluntad y su testamento. En 1965 fue operada para curar su cadera y estuvo tres meses en el hospital, ese mismo año también le practicaron una cirugía en su pierna, los médicos sugirieron la amputación y McCullers comenzó a considerar tal decisión. El 19 de febrero de 1967 la escritora celebró sus 50 años con una fiesta en el Hotel Plaza de Nueva York y en marzo viajó a Irlanda por invitación de su amigo John Huston. El 15 de agosto de 1967 sufrió un ataque que le provocó una hemorragia cerebral masiva, durante 45 días estuvo en coma, hasta el 29 de septiembre. Murió a las 9:30 de la mañana, en el Hospital de Nyack. Así se detuvo el relato de vida de Carson McCullers, la del corazón solitario y luminoso, una vida que, como señala Elena Poniatowska. “refleja una libertad sin más límites que los de su pésima salud”.
Diajanida Hernández
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