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Ser parte de un equipo de las Grandes Ligas es el sueño de muchos que pocos alcanzan.
Solo son 30 equipos en las Ligas Mayores, así que llegar es difícil. No le pasa únicamente a los jugadores, trabajar en las Grandes Ligas también es la meta de, por ejemplo, comunicadores, para estar en las oficinas de una organización, frente a los micrófonos, en las transmisiones de radio o televisión, como redactores o productores. En cualquier caso, la competencia por ocupar posiciones no es menos intensa que la que ocurre en el diamante.
Además de preparación, talento y credenciales, hay que tener un poco de suerte, como siempre en todo.
Carlos Guillén Altuve es uno de esos afortunados elegidos por una organización de Grandes Ligas, los Tigres de Detroit. Primero como intérprete y, ahora con más responsabilidades,en el departamento de comunicaciones, entre las que se cuenta ser el narrador de la transmisión en español, el primero en la historia de los Tigres, equipo que jamás había llevado los juegos a la afición hispana.
¿Fue el sueño de Carlos? Diría que más que un sueño o una meta, llegar hasta aquí ha sido la consecuencia de su trabajo sostenido, desde sus primeros pasos como comunicador.
Puedo decir, porque le vi llegar con apenas 19 años, como pasante del departamento de prensa de los Leones del Caracas, que era previsible que podría alcanzar el objetivo que quisiera, porque trabajaba con entusiasmo, preguntaba y escuchaba la respuesta para aprender. No decía que no, resolvía. Era fácil predecir que tendría éxito.
Todo comenzó con un flechazo de carambola, desde una cancha de fútbol, que era su deporte favorito. Recuerda claramente el momento en que empezó a interesarle el béisbol, en su casa, en Caracas, en 1988, con nueve años de edad, aún con la fiebre del fútbol que le quedó del Mundial de 1986, que había vivido con intensidad.
Con el origen de su historia comenzamos esta entrevista.
— No sabía mucho de otros deportes, pero un día, un domingo que estaba buscando comiquitas en la televisión (en aquel momento se jugaba a las 11 de la mañana), caí en un juego, y en los pocos segundos que me quedé en el canal que estaba transmitiendo, el narrador dijo: “El short stop se lanzó de cabeza como un portero”. Esa frase despertó mi curiosidad, y me quedé pegado intentando entender lo que había dicho, yo sabía de fútbol, pero no asociaba un deporte con otro. A partir de ahí, quedé enganchado con el béisbol, seguí viendo los juegos, aprendí por mí mismo, me gustó mucho el deporte y en función al béisbol, cada vez que llegaba a mi casa del colegio buscaba el cuerpo de deportes (mi papá siempre compraba El Nacional) para leer los resultados y las columnas de Ignacio Serrano, Humberto Acosa o Ángel Saldivia. Eso lo hacía todos los días, tomándome una malta y comiéndome una bolsa de platanitos.
Comenzar a leer el periódico, motivado por los deportes, le hizo interesarse por todos los temas, sin darse cuenta fue así como le llegó el hábito de la lectura.
— Me terminó gustando leer todo el periódico y eso comenzó con el béisbol. Desde el colegio me empezó a llamar la atención el periodismo, quería ser lo que yo leía. ¿Por qué no hacerlo yo y contar las historias yo?
Sabía que iba estudiar comunicación desde bachillerato, pero en la Universidad Católica Andrés Bello, el promedio le dio para entrar en la Escuela de Administración, al año, decidió cambiarse a la Universidad Santa María que había abierto la carrera de comunicación social. Carlos es de la segunda promoción de egresados de Comunicación de esa casa de estudios.
Gracias a un amigo de la familia que había estado trabajando como pasante con los Leones del Caracas en el área de contabilidad, supo que estaban buscando pasantes para comunicación. Se entrevistó con Amador Montes Bollet y con María Teresa Prato. Quedaron en avisarle y a los días le llamaron.
— Eso fue en el 2000, hice los tres meses de la temporada, trabajaba mientras estudiaba, y a la vez daba clases de natación en la academia “Teo Capriles” en las tardes. Cuando el Caracas estaba en casa, yo no daba clases en la academia. Pasaron los años, seguí estudiando y trabajando, pero en el noveno semestre nos dicen que hay que hacer pasantías obligatorias y quien no las tuviera aprobadas, no se graduaba.
Recuerdo esos días, Carlos me pidió apoyo para conseguir una entrevista en Unión Radio. Lo recomendé con una de las coordinadoras, Yelitza Alliotti. Siempre necesitaban pasantes, su experiencia en Leones le ayudó a la hora de la selección. No decepcionó, se convirtió en el propio caballito de batallas.
— Casi de inmediato inicié mi pasantía en la redacción de noticias. A partir de ahí comenzaron a abrirse oportunidades para mí. Cuando necesitaban a alguien que ayudara a hacer un pase en vivo, yo estaba listo. Una vez le dijeron a una redactora que saliera a cubrir una pauta, yo le dije como debía hacerlo, “¡Carlos, por qué no lo haces tú!”, me dijeron, así que me mandaron y por eso, cada vez que había que salir a cubrir algo imprevisto, iba yo, aun siendo pasante. Fue importante ¿Cuándo en mi vida me iba a imaginar que mi voz iba a salir al aire en Unión Radio a nivel nacional? ¡Jamás! Después pasé a ser redactor en la noche. Nos encargábamos de todo, desde política, hasta deportes.
Recuerda el impacto de la dolorosa noticia de la muerte del alpinista venezolano José Antonio Delgado, después de haber hecho cumbre en Nanga Parbat, una de las montañas del Himalaya.
— Yo estaba de guardia, y me llamó Rosa López, una de las coordinadoras, para avisarme el hallazgo del cuerpo del gran alpinista de “Proyecto Cumbre” y que teníamos una entrevista con el embajador de Venezuela en Nepal. Era la primera vez en mi vida que entraba a un estudio de radio para estar al aire. Hasta ese momento entraba a llevar un café, un libreto, una nota. Era la primera vez y además con una noticia tan importante, lamentable y dolorosa.
Con solvencia en una situación que ameritaba serenidad y temple, hizo que siguieran dándole oportunidades.
— Unión Radio tenía una alianza con CNN y esta cadena siempre llamaba para pedir noticias para “CNN a la carta”, un servicio para sus afiliados; siempre me tocaba atenderlos. Así me hice amigo de un redactor en Atlanta, Juan Martín Díaz. En un viaje que hice a los Estados Unidos por mi cuenta, a Nueva York, él me invitó a ir a Atlanta a conocer “el cuartel general” de CNN. Acepté la invitación y en esa visita conocí a Robert Lenz que era el director de noticieros. Me dijo que estaban necesitando un “back up” para Venezuela. Me puse a pensar en las reporteras de la radio, sugerí varios nombres y rematé “en caso de emergencia, estoy yo”. Terminó mi viaje.
A los meses después de enviar un demo con su trabajo, ante la salida de Flor Santamaría, quedó encargado de CNN por seis meses. A pesar de que se sentía a gusto con las noticias, siguió pendiente del béisbol.
— Antes de eso, yo estaba cocinando la posibilidad de irme a Washington a trabajar como narrador en español de los Nacionales, eso fue en 2008, antes del Juego de las Estrellas. Me fui a ser narrador junto con Ángel Castillo y Luciano Rodrigo (voces de los Nats y los Phillies en español). Estuve esa temporada, y también cubría Departamento de Estado, Casa Blanca y noticas desde Washington, para Unión Radio. Regresé a Venezuela y regreso a trabajar en el circuito. Ahí fui pasante, redactor, reportero, corresponsal, productor, ancla… Me tocó cubrir la ceremonia del 11 de Septiembre de 2006 en Nueva York. Hice literalmente lo que quise, lo que se me ocurría. Con todo yo renuncié tres veces, en momentos diferentes, dos de ellas regresé, hasta la última, que no volví más porque me quedé a vivir aquí.
A todas estas, seguía trabajando con el Caracas, con los Leones.
— Trabajé 11 años, una vez fui campeón, fui a tres finales contra los Tigres de Aragua, ellos ganaron dos y nosotros, una. Trabajé en la Serie del Caribe de 2002 como parte del departamento de comunicaciones, asignado a los equipos de Puerto Rico y México. Al acabarse la Serie, mi mamá decía que no me entendía, porque mezclaba todos los acentos.
A propósito de eso, tiene una anécdota de cómo hablar como mexicano le hizo más fácil una situación comprometida.
— Una vez estaba cubriendo una protesta con un documentalista de Nueva York, Matt O’Neal. Estábamos en el elevado de Maripérez, ese día reprimieron con lacrimógenas. En el trajín terminamos separados y no teníamos punto de encuentro. Coincidí con un grupo de policías con equipos antimotines, yo estaba con el micrófono, me preguntaron para dónde iba, les hablé con acento mexicano, expliqué que estaba con un compañero. Me puse a hablarles de México, de la música, cuanta vaina sabía de México, se las conté, hasta de Pedro Infante. Total que me dieron la cola en moto hasta un punto donde me conseguí con Matt.
En 2009 seguía en la radio, salió Actualidad Miami y él hacía los deportes y los micros de noticias, cuando se dio la oportunidad de mudarse para Miami junto a su esposa Maria Carolina González, también periodista, y su hija Koko, en aquel tiempo una niña, ahora una joven talentosa para el canto. Carlos y Mariaca comenzaron trabajando en “Doral News” un periódico local de la ciudad de Doral, donde habita la mayoría de la diáspora venezolana en Miami Dade. Le tocó ser mesero y lavar vajillas en el restaurante de unos amigos venezolanos, y ser repartidor de pizzas mientras tocaba puertas para trabajar como comunicador.
Como muchos inmigrantes, trabajó para pagar las cuentas, mientras se daba la oportunidad esperada.
Amalia Llorca, jefe de deportes de El Universal, le dio esa oportunidad. le encomendó escribir sobre Oswaldo Guillén, manager de los Marlins. Gracias a eso, pagaba la renta mientras se desenvolvía en el área que quería: el béisbol de Grandes Ligas.
Después pasó a ESPN Deportes Miami, regresó a hacer radio. Estuvo con el Beto Ferreiro, Joe Pujala y Jorge Ebro, aprendiendo de ellos.
— Después se dio la posibilidad de hacer la corresponsalía de NTN24 en Nueva York; me fui para allá, a cubrir todo lo que pasaba en la Gran Manzana, así que cubría la ONU, la Asamblea Anual y los eventos que tenían que ver con latinoamericanos. Una vez me tocó ir a Times Square por una amenaza terrorista. En Nueva York pasa algo todo el tiempo y yo tenía que estar alerta, a la hora que fuera. Estuve en la visita de el Papa a Nueva York. Esos tres días estuve en esa cobertura desde las 3 am y hasta la 1 am del siguiente día y así…
Con su idea de trabajar en un equipo de las Grandes Ligas, anclado en Nueva York, surgió la posibilidad de trabajar con los Mets.
— Tengo un gran mentor que es Ron Rizzi, él fue scout de los Dodgers cuando yo trabajaba con él Caracas. Iba siempre a Caracas y se quedaba viendo los juegos, como yo era de los pocos que hablaba inglés, él se ponía a conversar conmigo, muchas veces me invitó a comer con mis padres y Mariaca, un hombre agradecido. Él me ayudó a tocar puertas aquí, habló por mí cuando apliqué a los Mets. Aunque nunca me lo dijo, estoy seguro de que lo hizo, así que se dio esa oportunidad en 2018, que fue una temporada difícil. Eso que publicó The Athletic sobre un ambiente tóxico, fue una parte de lo que se vivió en verdad, pero también había gente muy buena con quienes estoy muy agradecido, que me apoyaron cuando no me renovaron el contrato. Yo me despedí de todos, fui a cada oficina a dar las gracias por el apoyo. Omar Minaya que era en aquella época asistente del Gerente General, me dijo que buscara trabajo en otros equipos y que cuando consiguiera algo, lo llamara. Así hice, empecé a buscar, apareció Cleveland solicitando un traductor. Le dije que había aplicado para los Indios (en aquella época) y los Tigres de Detroit, él llamó a Al Ávila y gracias a eso, después de cumplir todo el proceso, me llamaron para que viniera a Detroit y si no me equivoco, fui el único de los candidatos que subió a la oficina de Ávila a sentarse con él, porque él quería entrevistarme personalmente.
Carlos recuerda que cuando entró a su oficina, fue cuando se dio cuenta de que estaba en la oficina de un Gerente General de un equipo de las Grandes Ligas, interesado en escucharlo.
La conversación con Ávila fue amable y afable, él es un hombre sencillo y accesible. Avila conoce a Oscar Prieto Párraga, hablaron de sus tiempos en Leones, fue una charla muy agradable.
— Eso fue un día, me fui en la mañana y me vine en la noche. A la semana me llamaron para ofrecerme trabajo. Comencé a guglear “¿Cómo es Detroit?”. Las cosas que conseguí no eran tan bonitas, era el tiempo en el que la ciudad estaba quebrada, había pobreza, importantes índices de criminalidad. Las fotos y las noticias no eran las mejores. Me entró la incertidumbre ¿a dónde me voy a ir?… Al final les dije que sí, Cleveland estaba retrasado en el proceso de selección, así que acepté la propuesta de los Tigres.
Llegó en primavera.
— Una anécdota, cuando me presentaron en sociedad ante todo el equipo, fue en el spring training de 2019, el mánager era Ron Gardenhire. Todos los días antes de cada práctica, él hacía un mitin para decir que se iba a hacer, y para presentar a la gente nueva, en la medida que iban llegando. Cuando me presenta, dijo: «Aquí está el nuevo traductor, Carlos Guillén. No es el jugador. Carlos pasa adelante, bienvenido». Tú has entrado al clubhouse de Lakeland, lo grande que es, me ponen en el medio, yo les digo que mucho gusto a todos, que gracias, y les digo que estaba muy emocionado, antes de terminar la frase “estoy muy emocionado de estar aquí”. Me suena el teléfono con una llamada de spam, todos se echaron a reír, se cagaron de la risa, yo no atendí, pero me interrumpió, no pude terminar, y muchos me recordaron por esa situación.
¿Qué estuviera Miguel Cabrera le atrajo?
— Sí y no, no tuve la mejor experiencia con Yoenis Céspedes en Nueva York, y en las pocas veces que interactué con Miguel en Venezuela, tampoco fueron tan buenas, pero pensé que si había sobrevivido a Céspedes, sobreviviría a Miguel. Desde que llegué me trató súper bien, me echaba vaina, típicas bromas de él, bromas pesadas que yo sabía que eran parte de la bienvenida.
Comenzaba una amistad que se fue construyendo sobre la sólida base del respeto mutuo.
— Fue un buen grupo, había muchos hispanos, no todos necesitaban traductor, pero surgió una camaradería especial, y tener a Miguel de mi lado me ayudó mucho con todos los demás. Ahí se demostraba el liderazgo que tenía dentro del clubhouse. Fue una experiencia chévere trabajar con él. Saber que lo puedo llamar a la hora que sea, él me va a atender el teléfono, es un privilegio, sobre todo porque lo conseguí trabajando, no por amistad previa, aunque hoy puedo decir que somos amigos. Para mí es un honor estar en sus contactos, que me siga en redes sociales. Me ayudó mucho contar con él, a pesar de que hubo días en los que nos caímos a gritos en el clubhouse, pero a los minutos nos dábamos la mano. Él tiene su carácter y yo sabía cómo tratar con él, que pelea darle o dejarlo en paz. A pesar de los gritos en varias ocasiones, nos amamos.
Parte de las tareas de Carlos era quitarle gente de encima, sobre todo al final.
— Mi jefe, mi vicepresidente, Ron Colangelo, dice: “Nuestro trabajo es ser los ‘guachimanes’ de todos”. En el caso de Miguel era así. Había mucha gente que se le acercaba para cosas profesionales, y otras cosas que no. Él a veces me preguntaba “¿Qué hago con esto?”. Yo le aconsejaba, no responder, no meterse en eso. Así como le decía si una entrevista valía la pena o si una fundación estaba legal. No era cuento, con causas reales. Así como era conmigo, también lo era con Aileen Villarreal, que fue directora de comunicaciones de los Tigres por muchos años, ahora es relacionista de la agencia que representa a Miguel, entre los dos nos apoyamos muchísimo.
Carlos recuerda que cuando Aileen trabajaba con los Tigres, era quien le daba las credenciales a los periodistas venezolanos para cubrir el spring training, más nadie se las daba. Ella lo hacía porque conocía la realidad venezolana, sabía lo difícil que era comprar un pasaje, obtener la visa para venir a Estados Unidos a cubrir los entrenamientos.
Gracias a su día a día con los jugadores, desde enero hasta que la temporada termina, Carlos ha terminado siendo un hermano mayor de esos jóvenes.
— Ellos me preguntan, yo los regaño, los guío, en español y en inglés, ya no solo con los hispanos. Me piden consejos, se me acercan para contarme cosas. Termino siendo amigo, psicólogo, terapeuta, papá…
Se acompañan mutuamente. Carlos se reporta en Lakeland incluso antes de que lleguen los jugadores y está prevenido el resto de la temporada y del año. Contrario a lo que algunos piensan, el béisbol de Grandes Ligas no termina con la Serie Mundial. En las oficinas se sigue jugando, intensamente, en cambios, en informaciones que surgen en esos días de ajetreo en las gerencias. La ausencia de casa durante meses, pega. Él lo admite.
— Estar lejos de casa es complicado. Cada vez que voy a Miami en el receso del Juego de las Estrellas, me pregunto si vale la pena, mi esposa Mariaca y la Koko me refuerzan que claro que sí, pero no es fácil. Si no fuese por el apoyo de ellas dos, no estaría aquí. Es difícil estar lejos de ellas.
Eso se compensa con el hecho de estar haciendo algo que le gusta tanto. Está en uno de los equipos más antiguos y tradicionales de las Grandes Ligas, con mucha historia. Comenzó en 2019, con una función que estaba limitada a ser intérprete y apoyar en comunicaciones, ahora no hay límites. Ha ascendido en la oficina y se ha consolidado como narrador, el primer narrador en español de los Tigres de Detroit.
— Así es, es un equipo con mucha tradición, desde 1901, tiene arraigo. Tu ves aquí a gente de todas las edades, desde generaciones muy antiguas, hasta los más jóvenes, que son fanáticos de los Tigres a más no poder. En todos los departamentos, en todas las oficinas, me han apoyado en lo que he propuesto. No ha sido fácil, pero al final de cuentas han entendido la importancia del mercado hispano, que es donde me he enfocado. Al principio fue difícil convencerlos de que es muy importante el mercado latino, pero yo insistí. Con el apoyo de Ron Colangelo, con el apoyo de Ryan Gustafson, vicepresidente del área de negocios, con el apoyo de todos. Es porque todos los departamentos están vinculados a lo que yo hago que he podido hacer lo que hago. Si no fuese por ellos, yo no estaría haciendo lo que estoy haciendo y logrando para el equipo, lo que estoy logrando para el equipo.
Está haciendo historia. Tuve el privilegio de estar a su lado cuando se hizo la primera transmisión en español de los Tigres. Fue el 18 de agosto de 2022. Ese día convenció a todos de la necesidad de que esa transmisión existiera, tomar en cuenta a esa afición. En 2023 se hicieron algunos juegos, series en Detroit y fuera de Detroit, pero este 2024 las transmisiones fueron más frecuentes y valoradas, además al lado de Bárbaro Garbey, con su experiencia como ex jugador.
¿Cuánto beneficia al narrador, tener al comunicador, al traductor, a ese hombre de equipo, al aire?
— Muchísimo, porque me entero de cosas que debo saber manejar, conozco anécdotas, historias que quizá no se las cuentan a un periodista cualquiera, pero me las cuentan a mí, bajo el conocimiento de que yo lo puedo contar al aire, porque yo se los pregunto. Me aportan mucho. Las cosas que yo le he dado al equipo también, porque cuentan conmigo. Hoy, por ejemplo, estuve de visita en una escuela, hablando a los muchachos del Detroit Cristo Rey High School, que se anuncia con nosotros en la transmisión, querían que yo fuese a darles una visita. Me ha tocado hacer actividades comunitarias. El año pasado, para el Día de Roberto Clemente, me llevé a Eduardo Rodríguez y Andy Ibáñez, para hacer actividades con niñitos de una escuela primaria. Ahí jugaron, bromearon, hicieron competencias y yo fui el animador de todo eso, cuentan conmigo para tapar cuanto hueco exista.
Carlos siempre ha tenido una actitud que para cualquier cosa en la vida, vale mucho: disposición a estar “donde sea necesario”.
— Este año a la gente de boletería se le ocurrió vender una paquetes a escuelas, para hablar de la importancia de ser bilingüe, y ahí estuvimos, Lydia Cruz, Jason Benetti que es el narrador de televisión y yo, hablándole a 500 muchachos, dos veces. Más de mil jóvenes nos escucharon a nosotros platicarles de la importancia de dominar más de un idioma, que sí se puede llegar a donde uno quiere llegar, aprovechando la ventaja de ser bilingüe. Así ha sido con los videos para redes, con el podcast que arrancó hace tres años. Me han escuchado y me han dado muchísimo apoyo. Estoy muy agradecido por eso.
Le digo a Carlos que él no es Mister Venezuela, el embajador o cónsul de Venezuela en Detroit, pero igual es un representante de nuestro país. No es algo que eligió o que quería hacer, pero es “el venezolano”, “el periodista venezolano Carlos Guillén Altuve’, “el venezolano que hizo historia en Detroit”. Eso de alguna manera lo compromete, con su familia primero, pero también con Venezuela.
— No lo había visto así hasta ahora que lo dices, es así, sé que somos pocos los venezolanos que estamos haciendo esto, pero entiendo que así como los jugadores representan a sus países, nosotros también lo hacemos en las oficinas. Por eso tengo una sección en el podcast “Tigres VIP”, en el que entrevisto a otros latinos que están también haciendo nombre para sus países. También estamos en las Grandes Ligas aunque no jugamos.
¿No jugabas nada?- le pregunto curiosa.
– Jugué hasta Juvenil, primer año, jugaba campocorto y tercera, pero no bateaba y el que no batea, no juega. En mi equipo estuvo Jorge Julio Tapia, chamo. Era pitcher abridor y yo decía “No puedo jugar con esta gente , es demasiado”.
Le pregunto por sus papás, que recién estuviéron de visita.
— Están felices, contentos, diría que también orgullosos, aunque no lo hayan dicho así, porque cada día hay algo nuevo, cada día hago algo, siempre un reto que debo superar para ir por el otro. Están contentos porque estoy haciendo lo que me gusta. Siento que les da mucho orgullo el reconocimiento, por más vanidoso que suene. En el caso personal, a ellos les gusta el reconocimiento que me han dado, tanto la ciudad, como en las entrevistas que me hacen desde Venezuela. Mi mamá no me lo dice pero lo manda por todos los grupos de chats y eso es por el orgullo que a ella le da.
En el último juego de Miguel, estuve con Carlos en la cabina, teníamos los sentimientos cruzados, literalmente: alegría y tristeza.
Le tocó esa narración para la historia. Cuando en el futuro alguien busque la narración en español de ese momento, escucharán a Carlos Guillén Altuve
¿Cómo fue la preparación de ese momento?
— Para responder eso nos vamos a ir a spring training. Miguel hizo su anuncio de que se retiraba en 2023 en la rueda de prensa de una gala benéfica de su fundación, en Miami. Cuando él hizo ese anuncio, yo me dije “A ponerse las alpargatas”. Sabía cómo iba a ser el trabajo con la prensa. Sabía que me iba a tocar rudo en el 2023, como en efecto fue. Desde el primer día de primavera los periodistas estuvieron detrás de él. Todos querían una exclusiva con Miguel y, por supuesto, como me lo explicó Aielen Villarreal, la ansiedad y la tristeza de saber que se estaba uniformando por última vez en su carrera, a veces las demostraba, digamos que no de la mejor manera. Fue un año muy largo. En agosto yo estaba agotado, reventado de tanto trabajo, preparación, reuniones, de lidiar con él y lidiar con el resto del equipo, estaba reventado.
En cada estadio que visitaron, Miguel era centro de un homenaje especial, el final se acercaba.
— En agosto es cuando empiezo a ver eso que me acababas de decir, eso, pensé, queda un mes, nosotros vamos a narrar esa última serie… ¿Qué va a pasar? Porque yo sé lo emocional que yo soy, sé que me pongo triste y lo demuestro, se me quiebra la voz, así que acudí a quien siempre he acudido desde que empecé a hacer esto, aquí en Estados Unidos, Dan Dickerson, el gran narrador de los Tigres en la radio, una leyenda. Le dije: “Narraste el jonrón 500, el hit 3.000, has narrado momentos históricos que sabías que venían y otros que no ¿Qué me recomiendas que haga en el momento de la salida de Miguel Cabrera del terreno? Dan, como siempre, porque él ha sido un mentor conmigo en esta etapa, conociendo el mercado, conociendo lo exigente de la audiencia aquí en Detroit, me dijo: “Yo lo que hice con el jonrón 500 y el hit 3 mil de Miguel fue tener ideas, anotadas, tenía frases sobre las cuales improvisar, pero tenía palabras clave. Has eso, escribe las ideas, escribe lo que quieres decir, lo que sientas que se debe decir en ese momento en el que él está saliendo del terreno, y ensáyalas. Sobre la base de eso, vas a desarrollar el discurso cuando él esté saliendo, para que sea espontáneo y natural y no sea fingido”. Conociéndome como me conozco, pensé que iba a estar llorando desde que saliera al terreno. Ya yo sabía lo que iba a pasar. El manager A.J Hinch me había contado lo que iba a pasar, cada cosa. Me adelantó que Miguel iba jugar primera base en el noveno inning y después del primer out lo iba a sacar.
Estábamos narrando y comentado juntos en el séptimo, después de que se embasó por boleto, pensé que ahí saldría, Carlos anunció que había un mejor plan.
— Yo sabía que iban a salir las niñas, Cristopher, Rosangel, conocía todo el plan. Sabiendo eso desde el día anterior, escribí, no solo ideas, un párrafo completo. Lo leí, lo releí y lo leí de nuevo en voz alta, ante Mariaca y la Koko en la casa, a medida que más lo practicaba, más me emocionaba, porque cuando yo escribo, me gusta hacer a la gente llorar y de idiota me hice llorar a mí mismo. No hubo forma de leerlo y que no se me quebrara la voz. Lo practiqué unas 35 veces, más unas 10 veces más en la mañana siguiente y me fui al estadio. Hice la previa del juego y cada vez que leía, se me aguaban los ojos. Cuando llegó el momento, en el noveno inning, nos fuimos al corte para abrir la novena entrada. Miguel Cabrera salió solo al terreno, no salió más nadie, todos los demás se quedaron en el dugout. Eso me emocionó, tenía que hacer de tripas corazón, tuve que hacer lo que hice en el clásico Mundial de Béisbol 2023, que era ponerme el chip, convertirme en un robot, sin sentimientos, a pesar de que era un momento bastante emocional como fue ese momento de la eliminación de Venezuela.
El final de la carrera de Miguel Cabrera ha sido uno de los momentos más emotivos que se han vivido en cualquier época, en cualquier estadio. El mejor guionista de cine no habría podido hacerlo mejor.
— Me dije “ponte serio”, casi que al primer pitcheo, rolling por primera, me tocó contarlo. En lo que llegó a primera base, bajé la mirada y vi la hoja con el texto, copiándome de Miguel Cabrera, me dejé los lentes oscuros puestos para ocultar las lágrimas, y mientras iba leyendo lo que tenía en la hoja, en la computadora, cuando abandonó el campo, lloré internamente, hice lo que pude para que no se me notara. En ese momento me convertí en un fanático, en ese momento me estaba dando cuenta de que el mejor jugador, el mejor deportista nacido en Venezuela, hasta el día de hoy, estaba diciendo adiós; la fanaticada presente en el Comerica Park, más de 40 mil personas, aplaudiendo 10 minutos sin parar, se me erizó la piel, todo ello hizo que me pusiera muy emocional, a pesar de que sabía lo que iba a pasar, cuando iba a pasar. Es otra cosa verlo, sentirlo.
Contó que el momento de la eliminación de Venezuela en el Clásico Mundial de 2023 fue también muy emocional.
Carlos venía emocionado desde los entrenamientos en West Palm Beach.
— El primer autobús salía a las 8:30, el segundo a las 9:00 y el tercero a las 9:30. En el segundo autobus yo iba solo con el chofer, cuando llegó al club house, escucho ese escándalo de música venezolana a todo volumen, tambores, joropo, estaban todos. Se habían ido en UBER, llegaron tempranísimo, ya se habían sacado la foto, todo estaba listo, porque llegaron antes. Yo me quedé impactado, al igual que escuchar a Martín Pérez cantar el himno nacional antes del juego de exhibición contra los Astros. Ver esa camaradería que en ningún otro lugar he visto. Estaban Miguel Cabrera, Salvador Pérez, José Altuve, pero todos eran iguales, nadie estaba por encima de nadie, no había estrellas, no había muchachitos a los cuales hacerles maldades, y eso que había jugadores sin experiencia en las Grandes Ligas o sin contrato, todos eran iguales, así que me daba mucho gusto estar ahí. Ha sido de las cosas más bonitas que he vivido en mi carrera y desde el punto de vista personal, como venezolano. Escuchar el himno de Venezuela cantado por todas esas personas en el Loan Depot Park, en Miami, me puso la piel de gallina. Aunque yo estaba en modo trabajo, en modo robot. Estaba sólo haciendo el trabajo que deberían hacer cinco personas: Comunicaciones, relaciones públicas, presentación del juego, relaciones con la comunidad. Yo me enfocaba en lo que tenía que hacer en cada hora, organizado para poder hacerlo todo. Estaba así “a la gringa”, sin ver para los lados, sin emociones, porque había mucho qué hacer.
Estaba emocionado porque Venezuela iba a ganar uno más, la selección había llegado ahí, con 4 victorias, esta iba a ser una más, pensaba Carlos. Las bases se iban llenando.
— Mi mente estaba en organizar la rueda de prensa. Estábamos ganando. Debía llevar a Omar López (El manager). Pensé en Luis Arráez, por sus dos jonrones. En eso estaba mi mente. Cuando Trea Turner dio el Grand slam, me tocó cambiar el plan, ahora Omar iría de primero, no había emociones., había que trabajar.
Esperamos un rato en la sala de prensa, Omar López atendió las preguntas, visiblemente afectado por la derrota, Carlos venía de presenciar lo que se vivió después del último out.
— Vi a jugadores llorar como niños, grandesligas abrazados porque los habían eliminado. En mi mente pensaba: “terminemos esto rápido que me tengo que llevar a Omar a la rueda de prensa”, esa era mi mentalidad. Salió Omar a la rueda de prensa, tardamos muchísimo en llegar porque él dio una palabras muy bonitas. Al terminar todo el mundo recogió todo, fue el momento de las despedidas, los abrazos y demás y fue entonces, cuando estoy yendo al autobús, para ya irnos del estadio, cuando me encontré a José Oviedo, uno de los clubbies de los Marlins que era nuestro clubbie en Miami, regresando de llevar un montón de bolsas, llorando también. Fue cuando dije “Ya va, nos acaban de eliminar”. José me hizo darme cuenta de eso, de que no había mañana “Wuao, se acabó esto” Fue ahí, ya eliminada Venezuela cuando me saqué el chip del robot, para asimilar que todo había terminado.
Carlos se tomó libre el día siguiente.
¿Cómo te imaginas lo que viene?
— Quiero verme en el futuro en un lugar donde pueda estar tranquilo, con mi gente. Detroit es una organización que me ha dado todo, me han escuchado, estoy agradecido con todos los departamentos, con mis compañeros de trabajo, con todos los jugadores, aquí hay una gran oportunidad para mí. Me gusta estar frente a una cámara, un micrófono, dar noticias, y aquí hago todo eso.. Quiero seguir narrando porque lo disfruto mucho.
Cada juego que va para la audiencia de los Tigres tiene a dos espectadores especiales.
— Lo que hago en mis redes, los vídeos todos esos detalles, los hago para mis padres, que viven en Caracas, lo que vivo se los estoy contando es a ellos. Tengo una audiencia y un público de diferentes nacionalidades, pero yo le estoy narrando el juego mis papás. Todo esto viene de mi primer pase en vivo con CNN, cuando iba a hacerlo por primera vez en mi vida, me dicen desde Atlanta “Carlos, la audiencia de CNN en este momento es como de 27 millones de personas”. Ahí pensé, le voy a echar el cuento a mis papás, le hablaré a cámara, contándole las cosas a ellos, y eso me tranquilizó, desde entonces, cada vez que estoy ante una cámara o micrófono, les cuento a ellos lo que estoy viendo, igual es cuando estoy narrando.
Carlos Guillén Altuve, el periodista, el comunicador, ya tiene su nombre inscrito en la historia de los narradores hispanos en las Grandes Ligas, con todos los innings que siguen, hasta el último out.
Mari Montes
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