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La cultura actual siente fascinación por el abismo. La periodista Wendy Syfret nos cuenta su singular experiencia: «No puedo explicar lo aliviada que me sentí. De pie, a un lado de la carretera, miré al cielo y pensé: ‘Sólo soy un trozo de carne que se precipita por el espacio sobre una roca. Sin sentido, inútil’. Fue una de las revelaciones más reconfortantes de mi vida. Había descubierto el nihilismo»1. Es notable la exaltación de Wendy por la revelación del sin sentido.
Ante el espanto de Morty, su torpe nieto, Rick, el genio alcohólico de la serie de dibujos animados para adultos Rick and Morty, reconoce que su única motivación en la vida no es el bienestar –ni de su familia ni de la humanidad–, sino consumir la salsa szechuan Mulan de McDonald’s. Este popular personaje acostumbra vomitar frases repletas de maravilloso cinismo. «Científicamente hablando, las tradiciones son estúpidas». «Las bodas son básicamente funerales con pastel». “Nadie existe con propósito. Nadie pertenece a ningún lugar. Todos vamos a morir. Ven a ver televisión”.
El uso del término “nihilismo”, para describir la vivencia interior de Wendy, es una evidencia del uso extendido, tanto como equívoco, de ese concepto. Hay palabras que tienen mucho éxito, como “critica” o “dialéctica”, ambas, por cierto, de origen griego. Gran cantidad de personas quiere adoptarlos en su vocabulario y, además, convertirlos en parte de su propia descripción. Mientras mayor es la popularidad de un término, mayor es su ambigüedad.
Para precisar el significado, acudamos a su exponente más celebre. A partir de Friedrich Nietzsche, se ha popularizado el nihilismo. Basta una somera navegación por Internet para encontrar miles de textos que comentan sobre dicho concepto en términos muy entusiastas. Seguramente, las personas que lo hacen son apasionadas de la heterodoxia, pero parecen desconocer las consecuencias prácticas del nihilismo.
Establezcamos algunos puntos. Nietzsche se concebía a sí mismo como el profeta de la religión del porvenir, el culto del sentimiento trágico de la vida.
“Lo que narro es la historia de los próximos siglos. Describo lo que viene, lo que no puede venir de otra manera: el advenimiento del nihilismo”. (Nietzsche: Fragmentos póstumos, 1881-1888)
Él mismo confiesa cuál es la naturaleza de ese nihilismo.
“¿Qué significa nihilismo? Que los valores supremos han perdido su crédito. Falta el fin; falta la contestación al porqué”. (Nietzsche: La voluntad de poderío).
Esto quiere decir que los supremos valores se han devaluado debido a su incoherencia e inutilidad. La consecuencia es que han dejado la realidad carente de sentido. Las preguntas que antes se habían respondido desde la perspectiva de un ser supremo, ahora ya no tienen respuesta. El resultado es que estamos sin brújula en el tormentoso océano de la existencia. De todas formas, Nietzsche no quiere quedarse solo en el momento negativo. Anuncia una “buena nueva”.
“¿Sera acaso posible que este viejo santo no haya oído todavía decir en su bosque que Dios ha muerto? […] Voy a enseñaros el superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho vosotros para superarlo? […] El superhombre es el sentido de la tierra […] Os conjuro, hermanos míos, a que seáis fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de ultraterrenas esperanzas. Conscientes o inconscientes, son unos envenenadores”. (Nietzsche: Zaratustra, Prólogo, §§2-3)
El absurdo de la existencia, representado por el eterno retorno, es una verdad que hundirá en la depresión a muchos. En cambio, es la posibilidad de una forma superior de humanidad, la cual será capaz de aceptar el absurdo con júbilo. Hasta aquí la doctrina retumbante de Nietzsche, pero, ¿cuál es su verdadero significado?
Del suicidio al genocidio
Albert Camus, en su libro El hombre rebelde (1951), se dedica a radiografiar la naturaleza del nihilismo, así como a extraer sus consecuencias.
“No siendo nada verdadero ni falso, bueno ni malo, la regla consistirá en mostrarse el más eficaz, es decir, el más fuerte. Entonces el mundo no se dividirá ya en justos e injustos, sino en amos y esclavos. Así, hacia cualquier lado que uno se vuelva en el centro de la negación y del nihilismo, el asesinato ocupará su lugar privilegiado.” (Camus: El hombre rebelde, p. 11).
Camus resume la filosofía de Nietzsche. La negación de la verdad y de los valores da lugar al derecho del más fuerte. De esta forma, revela el supuesto implícito en Nietzsche: la afirmación del asesinato.
“Así, el nihilismo absoluto, el que acepta la legitimación del suicidio, va a parar más fácilmente todavía al asesinato lógico. Si nuestro tiempo admite con facilidad que el asesinato tiene sus justificaciones, es a causa de esa indiferencia por la vida que caracteriza al nihilismo.” (Camus: El hombre rebelde, p. 12).
El asesinato supone la pérdida del valor de la vida. Camus nos dice que dicha pérdida tiene dos formas. La primera es la individual. Cuando el individuo acepta el absurdo, entonces su propia vida pierde significado. Eso le conducirá al suicidio. En otras palabras, la indiferencia por la vida, en primer lugar, se refiere a la propia vida. Luego, esa misma indiferencia se proyecta sobre nuestros semejantes: el “asesinato lógico”, es decir, el genocidio.
Todo está permitido
La revolución nihilista afirma que solo existe la tierra, es decir, la inmanencia. Esto es más que una romántica declaración de materialismo. Su significado profundo es que no hay un sentido de la vida trascedente, ni ley moral filosófica, ni mandamientos divinos. Dios ha muerto y el “sentido de la tierra” es que el superhombre ocupe el trono que dejó vacío Dios, así se hará con el poder sobre la vida y la muerte de los mortales.
“Por el contrario, desde el momento en que el espíritu de rebelión, aceptado el ‘todo está permitido’ y el ‘todos o nadie’, aspire a rehacer la creación para asegurar la realeza y la divinidad de los hombres, desde el momento en que la revolución metafísica se extienda de lo moral a lo político, comenzará una nueva empresa de alcance incalculable, nacida también, hay que hacerlo notar, del mismo nihilismo.” (Camus, El hombre rebelde, p. 60).
Se puede comprender mejor el nihilismo nietzscheano por medio de la comparación con Dostoievski, tal como hace León Chestov, en su Filosofía de la tragedia, quien insiste en la idea que existe la misma revelación trágica en ambos autores. “Si Dios no existe, todo está permitido”, proclama Iván Karamázov, el personaje que parece sinterizar la cosmovisión del gran autor ruso. Esta idea la retoma Nietzsche y le da un giro filosófico.
“Es así como se explica la doble fórmula de Nietzsche: ‘nada es verdadero, todo está permitido’. Su primera parte va dirigida contra la necesidad y el orden natural; la segunda, contra aquellos que, a sabiendas o no, se erigen en defensores de las ‘leyes de la naturaleza’ que Dostoievski tanto detestaba. No solamente no se empeña Nietzsche en eliminar de la vida todo lo que es enigmático, misterioso, difícil y doloroso; sino, al contrario, lo busca. Las leyes de la naturaleza, el orden, la ciencia, el positivismo y el idealismo son para él garantías de desgracia; en los horrores de la vida ve, por el contrario, una garantía de porvenir.” (Chestov, León: Filosofía de la tragedia, p. 250).
Los rebeldes metafísicos se ocupan de dinamitar el orden natural, así como el orden moral. El sentimiento trágico, detrás del nihilismo, es el ansia de esa destrucción. Nietzsche afirma, en primer lugar, que ‘nada es verdadero’; es decir, es imposible el orden natural, la ciencia. Luego, afirma que ‘todo está permitido’, es decir, que es imposible el orden moral, la ética. No se trata de integrar la “sombra” junguiana, sino de darle el control absoluto. Ningún proyecto puede ser humanista. El mundo es cruel y hay que imponerse con violencia despiadada. La implacable lógica dicta que el exterminio sistemático es la llave del futuro.
Tres importantes aclaraciones
La primera aclaración es que el nihilismo no es igual a escepticismo, especialmente si nos referimos al escepticismo antiguo, ya sea de Pirrón o de los Neoacadémicos. Estos autores negaban la validez de una definición universal de los valores, pero sus filosofías eran morales y piadosas. En cambio, el nihilismo es la trasgresión de los valores con el propósito de legitimar el poder tiránico. La crueldad se considera necesaria para instaurar un nuevo orden autoritario. Si hay que buscar un antecedente clásico, sería el sofista Calicles, admirador de la tiranía.
En segundo lugar, según la distinción de Camus, el nihilismo no es rebeldía contra las injusticias humanas, sino rebeldía metafísica o teológica. En otras palabras, es rebeldía contra Dios, quien permite el mal en el mundo: la enfermedad, la muerte y la injusticia. Por eso hay que vengarse en sus criaturas. El nihilismo no justifica las luchas contra las injusticias de Gandhi o Martin Luther King Jr., sino a genocidas como Hitler o Stalin.
En tercer lugar, a pesar de la nietzscheana exaltación de la vida, solo se refiere a la vida biológica. Es la reducción de lo humano a lo que compartimos con las bestias, el cuerpo orgánico. Lo cual niega lo que nos hace propiamente personas: el espíritu, y sus expresiones: la cultura y la civilización. Por tanto, el nihilismo conduce al rechazo de la civilización, especialmente de la democrática.
En conclusión, el nihilismo se puede explicar con las palabras de San Bernardo de Claraval, “el desconocimiento propio genera soberbia; pero el desconocimiento de Dios genera desesperación”. El nihilista asume deliberadamente esa doble ignorancia, pues como rebelde metafísico es incompetente para conocer su propia naturaleza humana, así como también se muestra analfabeto respecto a la esencia de lo divino. Es una combinación explosiva de soberbia y desesperación. Como confiesa el propio Nietzsche: “Un nihilista es alguien que prefiere creer en la nada a no creer en nada”.
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1 Sunny Nihilism, The Guardian, 17/12/2019.
Wolfgang Gil Lugo
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