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“Tuvimos un séptimo juego que tampoco pudimos ganar”. La sentencia es de Antonio Armas, uno de los jardineros de los Medias Rojas de Boston de 1986, equipo que llegó a la Serie Mundial y que perdió en siete encuentros ante los Mets de Nueva York.
Recuerdo esta frase de una conversación que tuvimos hace ya varios años y cuya grabación lamento no tener para compartirla en esta crónica, sin embargo recuerdo que fue auto crítico en su análisis de los motivos que hicieron que los Medias Rojas extendieran la “Maldición del Bambino” un año más para aquel entonces.
El periodista Augusto Cárdenas también conversó recientemente con el slugger sobre el famoso rolling bateado por Mookie Wilson y éste le dijo: “No perdimos la Serie Mundial por Bill Buckner. Nosotros no hicimos las jugadas para ganar. Ese error le pudo haber pasado a cualquiera”.
Sin embargo este lunes, cuando se conoció la noticia del fallecimiento de Bill Buckner, numerosos medios y no pocos fanáticos destacaron injustamente, palabras más o menos “Buckner, el primera base que cometió el error que hizo perder la Serie Mundial a los Medias Rojas de Boston en 1986, falleció esta mañana”.
Es deficiente analizar un juego de béisbol de esa manera, sobre todo cuando en ese sexto desafío ocurrieron otros detalles que contribuyeron a la derrota. En ese mismo inning incluso, con Boston arriba en la pizarra, un wild pitch permitió el empate. También hay que tomar en cuenta la propia decisión del manager John McNamara, hasta “sentimental” si se quiere, de dejar a Buckner defendiendo primera, aunque estaba lastimado y no era una garantía, pensando que su aporte durante toda la temporada lo hacía merecer el honor de estar en el terreno en el momento de titularse campeones.
Como bien lo dijo Antonio Armas, hubo después un séptimo juego.
Si un inning, si un solo turno al bate, si un pitcheo es una inmensa oportunidad que da el béisbol para ganar, nueve episodios son todas las posibilidades del universo para ser mejor que el rival.
El béisbol, como tantas cosas, es relativo, y así como un juego puede ser la vida entera, una serie de siete juegos es muy corta y cualquier cosa puede suceder. Los Mets de 1986 fueron mejores que los Medias Rojas y punto.
Se han escrito montones de análisis sobre lo que sucedió aquel octubre, en Fenway y en Queens, el error de Buckner, que debe ser el más célebre de la historia del béisbol, en especial porque se trataba de los Medias Rojas de Boston, uno de los equipos de mayor abolengo en las Grandes Ligas, fue uno de los hechos de ese clásico, pero decir que fue determinante es una simpleza y recordar a Buckner únicamente por eso es injusto y es evidencia de desconocimiento sobre quién fue este pelotero.
Bill Buckner acumuló en su cuenta vitalicia un total de dos mil setecientos quince hits, ubicado en el puesto sesenta y seis entre los más prolíficos hiteadores de todos los tiempos, dejó un muy respetable promedio de por vida de .289, tuvo ocho temporadas bateando .300 o más, fue líder bate en 1980, uno de los mejores cuando pocos bateaban por encima del promedio. Su nombre aparecía junto a Rod Carew, Al Oliver, Pete Rose y Steve Garvey, en nueve mil trescientos noventa y siete turnos sólo se ponchó cuatrocientas cincuenta y tres veces; todo esto y más, en cuatro décadas diferentes, porque hizo su debut en 1969 y se retiró en 1990. Sin duda una gran carrera en el mejor béisbol del mundo.
Contrario a lo que algunos piensan y quieren recordar, conjurada la “Maldición del Bambino”, Buckner y el Fenway Park pasaron la página de la pifia inolvidable y la exigente afición de los Medias Rojas le retribuyó lo que le entregó en sus años de servicio.
También jugó con Los Dodgers de Los Ángeles, los Cachorros de Chicago, Angelinos de California y Reales de Kansas City. En cada equipo fue recordado por su buen béisbol hasta que dijo adiós a los diamantes.
En la relatividad de las cosas, en Venezuela también se le recuerda porque conectó el batazo que acabó con la seguidilla de cuatrocientos setenta y nueve lances sin cometer errores de Jesús Marcano Trillo el 31 de julio de 1982. Además, cuando apenas había aparecido el veintinueve alineaciones en las Grandes Ligas, jugó con los Tiburones de la Guaira en la temporada 1970-1971, en diecinueve juegos, como recordaba ayer el periodista y escritor Humberto Acosta, dejando promedio de 291 con un jonrón y cinco carreras empujadas.
Murió a los 69 años en la mañana del lunes 27 de mayo de 2019, un “Memorial Day”. Padecía demencia, tuvo una infancia traumática, hijo de un padre alcohólico que se suicidó cuando era un niño, hecho que lo hizo encontrar en el juego de pelota su mejor refugio y posibilidad de superación. Desde muy jovencito aprendió a levantarse y a sobreponerse a la adversidad.
Cada quien puede recordar a Billy Buckner como quiera, por ese error, que injustamente se volvió célebre, o como un gran jugador que dio al béisbol lo mejor que tenía, como un doble ejemplo, de cómo podemos ver una historia, que muchas veces refleja lo que somos, cuando destacamos lo mejor sin mezquindades, o lo peor, aunque sea nada mas un detalle que en verdad no es mas importante que todo lo hecho.
Bill Buckner atravesó el sembradío de maíz sin dejar ninguna deuda.
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Referencias
Baseball Reference
MLB.com.
Mari Montes
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