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Para Bill Veeck no había nada mas hermoso que un estadio lleno de fanáticos, por eso se dedicó a atraerlos a los parques con ingenio, aportando ideas que se quedaron para siempre, y varias anécdotas inolvidables. Era estrafalario y ocurrente.
Nació en Hinsdale, Illinois, el 9 de febrero de 1914. Hijo de Bill Veeck padre, periodista deportivo de Chicago, quien en 1917 se convirtió en presidente de los Cachorros de Chicago, donde el joven Veeck trabajó como office boy en el Wrigley Field. Cuando cumplió 23 años se convirtió en el tesorero del equipo y al año siguiente, en sociedad con el ex primera base de los Cachorros, Charlie Grimm, compró a los Milwaukee Brewers de la liga menor. En esa gestión, el club pasó del último lugar en 1941 al segundo lugar en 1942 y al liderato entre 1943-45, además incrementaron la asistencia al nivel más alto que se conoce aún por estos días en las ligas menores.
Mejoraba el desempeño del equipo, razón principal de la elevada asistencia, y comenzaban sus experimentos promocionales. Los aficionados recibían regalos sorpresa y se hacían ofertas como “Ladies Night”, tal como vemos hoy en día.
En 1944 le cambió un poco la vida: perdió una pierna mientras servía a la infantería de marina de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, en una batalla en el Pacífico Sur. Debió seguir adelante con una prótesis y, según cuentan algunas crónicas, esta condición lo hizo un hombre más sensible. Fue más lo que ganó que lo que perdió a pesar de la traumática experiencia.
En 1946 compró a los Indios de Cleveland, así que pasó a la historia también por haber hecho posible que la franquicia fuese la primera de la Liga Americana que contrató a un jugador afroamericano, Larry Doby, unos meses después del debut de Jackie Robinson con los Dodgers. Además tomó el riesgo de firmar, al año siguiente, a la leyenda de las Ligas Negras, Satchel Paige, quien admitía cuarenta y dos años. El novato más viejo de la historia del béisbol mayor. Como comenzaba la fama de Veeck de ejecutivo que hacía cualquier cosa por llevar gente al estadio, en principio se dijo que la decisión de contratar al veterano lanzador era solo para buscar mayor asistencia del público de color, pero el astuto lanzador derecho terminó la temporada con foja de seis victorias y una derrota y efectividad de 2.48. Paige debutó transcurrida la mitad de la temporada, permaneció por seis campañas en las Grandes Ligas y en par de ocasiones fue invitado al Juego de las Estrellas. No dejó dudas de que merecía jugar y silenció las voces que aseguraban, antes de su aparición en la Gran Carpa, de que no tendría futuro en esta pelota.
En ese 1948, los Indios de Cleveland ganaron el banderín de la Liga Americana por primera vez en 28 años y se titularon campeones de la Serie Mundial sobre los Bravos de Boston. Veeck seguía construyendo su historia como exitoso empresario del béisbol. Su filosofía: “No siempre se puede decir que un juego de béisbol será bueno, pero les puedo asegurar que se divertirán”.
En 1951, compró a los Browns de San Luis, equipo poco exitoso y en el que Veeck realizó una de sus movidas más recordadas, por extravagante y sorpresiva, su más conocida promoción, cuando inventó contratar a Eddie Gaedel, de poco más de un metro diez de estatura, que trabajaba en un circo. En principio el umpire principal, Eddie Hurley, trató de impedir que jugara, pero el manager Zack Taylor le hizo leer una copia del contrato dejándole sin argumentos. El momento se recuerda siempre como un acontecimiento insólito. Bob Cain, el lanzador de los Tigres, no encontró la forma de trabajarlo y el turno terminó en base por bolas. Jim Delsing entró a correr por él y eso fue todo para para el pequeño bateador.
Aunque la multitud disfrutó el truco, el presidente de la Liga Americana, Will Harridge, declaró inválido el contrato de Gaedel al día siguiente. Un detalle precioso de esta anécdota es que cuando Eddie murió, la única persona vinculada al béisbol que acudió a su funeral fue justamente el pitcher Bob Cain.
Por cierto, la relación de Veeck y Gaedel no terminó ahí, más adelante volvería a llevarlo a un estadio de beisbol.
En 1953, Veeck se declaró en bancarrota y vendió a los Browns, que un año después se mudaron a Baltimore, cambiando su nombre por el de “Orioles”.
En 1959, regresó como propietario de los Medias Blancas de Chicago. Ese año ganaron su primer banderín de la Liga Americana en 40 años. Esa campaña quedó para el recuerdo, no sólo por capturar el campeonato del circuito, ese año Veeck inventó celebrar los cuadrangulares detonando una batería de fuegos artificiales ubicados en la parte posterior de la pizarra ubicada en el jardín central del parque Comiskey.
De ese año, recuerda el Salón de la Fama y entonces estelar campocorto Luis Aparicio, haber sido junto a Nellie Fox protagonista de un show en el que participó Eddie Gaedel. Antes del juego, el famoso artista circense y otros tres enanos salieron de una “nave espacial” (En verdad era un helicóptero), disfrazados de extraterrestres, portando armas con rayos láser, para supuestamente secuestrar a la pareja de estelares infielders. Hay fotos que recuerdan el divertido momento que llenó de risas el estadio de los patiblancos y que es reseñado el 26 de mayo cada año en las efemérides del juego.
De las destrezas de Luis Aparicio, el empresario que vio béisbol desde muy niño llegó a decir: “Hace jugadas que yo sé que son imposibles y sin embargo las hace casi todos los días”.
En 1960, Bill Veeck aportó la idea de poner los nombres de los jugadores en la parte posterior de sus uniformes, lo cual es muy común en muchos deportes en la actualidad. Se iniciaban las transmisiones de televisión y su iniciativa buscaba brindar esa información a la audiencia que no estaba presente en los estadios y desconocía los nombres de todos los peloteros. No existían herramientas como el generador de caracteres y aún los narradores se adaptaban al nuevo medio. Bajo su gerencia el equipo duplicó sus cifras de asistencia.
En 1961, vendió al equipo y se dedicó a ser empresario hípico, para regresar otra vez como socio, de nuevo con los Medias Blancas, en 1976. Cinco años después volvió a venderlo, motivado por las dificultades financieras derivadas de una intensa actividad entre los propietarios de los equipos de béisbol con los contratos de los jugadores declarados agentes libres. Veeck, quien creía que la función principal del béisbol debía ser entretener, se desilusionó con la voracidad del negocio.
También se le debe la tradición de cantar el famoso “Take me out to the ball game” que hoy se entona en todos los parques en el séptimo inning, cuando va a batear el equipo de casa.
Gracias a él, Orestes “Minnie” Miñoso, a los 50 años de edad, se convirtió en el primer jugador que jugó en cuatro décadas distintas. El cubano debutó con los Indios en 1949, cuando Veeck era el mandamás. En 1980, de nuevo contratado por él, ya con 54 años, se convirtió en el único pelotero que ha jugado en cinco décadas diferentes.
Murió de cáncer a los 71 años, el 2 de enero de 1986. Su cuerpo fue cremado y sus cenizas depositadas en el cementerio “Oak Woods”, en Chicago, Illinois.
En 1991 se convirtió en inmortal del Salón de la Fama de Cooperstown, elevado por el Comité de Veteranos.
Esta cita la elegí para cerrar porque es de mis favoritas, aunque algunos se empeñen en acelerar el juego en el que las bases se corren en sentido contrario al reloj, porque el tiempo no importa: «El béisbol es un juego diseñado para ser saboreado, no para atragantarse con él. Tienes tiempo de discutir entre cada pitcheo».
Mari Montes
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