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«No me hablen del mundo. No hoy. Es primavera y los chicos tratan de pegarle a las bolas curvas”.
Pete Hamill.
Ya van a abrir los campos de entrenamiento de primavera del béisbol de las Grandes Ligas. En días, los lanzadores y los receptores se reportarán para iniciar su preparación previa a los juegos de exhibición.
Vale la cercanía de la temporada para recordar un episodio de la historia y el béisbol.
En enero de 1942, Estados Unidos de América formaba parte del grupo de países aliados contra Adolfo Hitler y el avance del nazismo. El 7 de diciembre de 1941, Japón bombardeó la base militar de Pearl Harbor, en Hawaii. Estados Unidos declaró la guerra a Japón, y el 11 de diciembre Alemania e Italia declararon las hostilidades a los Estados Unidos. Estaba en desarrollo la Segunda Guerra Mundial.
Pasado poco menos de un mes, los primeros días de enero de 1942, el juez y Comisionado del Béisbol de Grandes Ligas, Keneseaw Landis, envió al presidente Franklin Delano Roosevelt una carta para consultarle la conveniencia o no de continuar con el béisbol, en medio de la angustiante situación para los estadounidenses.
El 15 de enero, casi de inmediato, Landis recibió respuesta del primer mandatario, suscrita desde Washington, DC.
La carta es conocida en la historia como «Luz Verde». Roosevelt aclaró la duda del juez Landis:
«Este es mi punto de vista personal, no es oficial. La decisión la tomarán ustedes y los dueños de los equipos.
Sinceramente, creo que sería lo mejor para el país mantener el béisbol. Habría menos gente desempleada y para los trabajadores sería una recreación necesaria. Sería bueno que jugaran de noche para que puedan ir quienes trabajan. Millones de ciudadanos verán el béisbol y ya eso es una ventaja, que a mi juicio, vale la pena».
Esa temporada se enfrentaron en la Serie Mundial los Cardenales de San Luis de Stan Musial y los Yankees de Nueva York de Joe DiMaggio. Los pájaros rojos derrotaron en 5 juegos a los del Bronx.
El béisbol se constituyó en el gran escape a las angustias en el divino tiempo que duraba cada juego, tal como lo anticipó el presidente Roosevelt: «Le hará bien a nuestra gente». Y así fue.
Jugadores como Ted Williams, quien ya era un grandeliga desde 1939, sirvió entre 1943 y 1945 y Yogi Berra estaba tan orgulloso de sus 10 anillos de Serie Mundial con los Yankees de Nueva York, como de sus días de voluntario en la Marina, y su participación en el desembarco el “Día D”.
“Pensé que era el 4 de julio cuando llegué a Normandía”, recordaba el legendario catcher que debutó después de terminar la guerra, en 1946.
En los peores días, el béisbol era para sus fanáticos mucho más que un pasatiempo. Se convirtió en un espacio para reafirmar la identidad y el orgullo por lo propio. Fue más que un juego, era mejor que una terapia esa distracción que Roosevelt veía como una necesidad.
Está por comenzar una nueva temporada del béisbol de Grandes Ligas, el mundo afuera de los campos de primavera tiene sus inquietudes, dentro de los campos también las habrá.
Como dice Paul Auster: “El béisbol es un universo tan grande como la vida misma y, por lo tanto, como todas las cosas en la vida, ya sean buenas o malas, trágicas o cómicas, caen dentro de su dominio”.
Viene con todo.
Mari Montes
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