Perspectivas

Así fue cómo ayudé al desbloqueo económico de Cuba durante los Panamericanos de 1983

07/08/2021

Fotografía cortesía del autor

No me acuerdo cómo fue el proceso de selección y tampoco el  por qué fui uno de los elegidos para representar a Venezuela en velerismo en los Juegos Panamericanos  de 1983. Eso fue hace mucho tiempo, casi que en otro país.

El presidente era Luis Herrera Campins, Paola Ruggeri fue coronada como Miss Mundo en una ceremonia transmitida en vivo desde el Hotel  Macuto Sheraton, el 18 de febrero se acababa de convertir  en el primero de los tantos días negros de la economía venezolana y yo me la pasaba en la playa del Hotel Concorde compitiendo en todas las regatas que organizaba la federación de velerismo del Estada Nueva Esparta.  Los venezolanos disfrutábamos a plenitud  y  vivíamos despreocupados “en democracia” y Cuba, al menos para mi, no era más que unas cuantas canciones pavosas de Pablo Milanés, un Oscar de León tocando en Varadero y una referencia política que, a falta de interés, no me preocupaba por entender.

 

Los  IX juegos panamericanos se realizaron entre el 14 y el 29 de agosto de 1983 en Caracas. Los actos de apertura y clausura fueron realizados en un recién remodelado Estadio Universitario. Participaron cerca de 3500 atletas, representando a 36 países, en 23 distintas modalidades deportivas. Venevisión, Radio Caracas Televisión y Venezolana de Televisión unieron su señal para transmitirlos en vivo y vía satélite. La Madrina de los juegos fue Irene Saez, en la ceremonia de apertura el himno nacional lo interpretó Alfredo Sadel, la madrina del equipo venezolano fue la misma Paola Ruggeri, Francisco “Morochito” Rodriguez fue el encargado de encender el pebetero olímpico y el show artístico durante la clausura estuvo a cargo de Joaquín Rivera, con actuaciones especiales de Mirla Castellanos, Guillermo Dávila y el grupo Unicornio. Los venezolanos quedamos marcados y, de ahí en adelante, deportivamente todo comenzó  a ser un antes y un después de los Juegos Copan 1983.

Para los juegos Panamericanos se recuperaron instalaciones como el Poliedro, El parque Naciones Unidas y el Brígido Iriarte. La villa Panamericana, en Guarenas, se inauguró pocos  días antes de la llegada de las delegaciones. Las competencias de Velerismo se realizaron en la Bahía de Pozuelos, en el recién inaugurado complejo el Morro. La Marina Americo Vespucio se acondicionó para recibir a todas las embarcaciones. A última hora un área del Hotel Doral fue improvisada como villa para los atletas y delegados de vela. Windsurf, Laser, 470, Star, Soling, Lighting y J24  fueron las embarcaciones en las que se iban a disputar las medallas.  En la federación venezolana de vela se empeñaron en tener al menos un representante en cada una de las categorías.

En la marina del Club Puerto Azul, frente al malecón, era el lugar donde hacían vida los mejores veleristas del país. En sus instalaciones todos los fines de semana se juntaban los capitanes y tripulantes de las distintas embarcaciones. En Puerto Azul fue donde me tuve que presentar a comienzos de 1983 sin conocer a nadie.  El criterio de selección para formar parte del equipo fue muy sencillo: el entrenador de la federación, al que nadie le hacía caso, me preguntó si estaba dispuesto a navegar en un barco que todavía  no estaba en Venezuela  y me presentó al único otro de los convocados que quedaba sin tripulación. El aceptar navegar un barco que no conocía, junto a un compañero que recién acababa de conocer, me llevó en menos de un mes a navegar  en la Copa del Rey en Palma de Mallorca en un viejo Snipe que nos alquiló el entrenador dos días antes de la competencia. Pasamos cerca de tres meses a la deriva  por  España.  De regreso a Venezuela nos congregaron, a toda la selección, en Puerto La Cruz para que conociéramos bien el campo de regatas.

Las delegaciones comenzaron a llegar al Morro a comienzos de agosto, varios días antes del inicio de los juegos. Poco a poco la marina Americo Vespucio se fue convirtiendo en el centro del velerismo panamericano. Arribaron representantes de 21 países. Las delegaciones más grandes traían todos sus barcos en unos enormes contenedores. Los Windsurfs los proporcionó la organización de los Juegos.  Los J24 esperaban amarrados al muelle para ser estrenados. La delegación de Puerto Rico llegó al hotel Doral Beach con varias cajas de “Coco López” para preparar Piñas Coladas para todos antes del inicio de las competencias. José Luis, Marcel  y yo compartíamos una recién estrenada habitación del hotel Doral Beach justo al lado de donde se quedaban los representantes de Cuba.

Fotografía cortesía del autor

“Por Fidel y el Granma venceremos”,  decía el afiche que me regalaron los vecinos de cuarto. Yo no tenía la menor idea de lo que era el Granma y el nombre de Fidel no me decía nada. Era un analfabeto político.

En esa época yo andaba con  un recién estrenado Walkman. Tenía razones para no quitarme casi nunca los audífonos. De España acababa de llegar con el “Sueño de Una Noche de Verano” de  Miguel Ríos, el primer disco de Mecano y  “Boy’ de U2 .

No recuerdo cómo se iniciaron las negociaciones. Fueron los cubanos los que comenzaron a contarme sobre la revolución; “Allá no hay Piña colada, tomamos jugo de naranja con alcohol”, “Cuando viajamos a entrenar, o a competir, vemos cómo compramos algunos dólares” ,”Nosotros no podemos entrar a los hoteles de lujo”,  “En Cuba no tenemos donde comprarnos un Walkman como el que cargas”. A los Cubanos les gustaba hablar mucho porque podían hacer muy poco. Contrario al resto de las delegaciones, los atletas cubanos no podían salir de las instalaciones del hotel sin permiso. El  corto recorrido entre el Doral Beach y la marina Americo Vespucio lo hacían en un autobús reservado solo para ellos.

Ya cuando los juegos estaban a punto de finalizar, le regalé el Walkman a Juan Jimenez. Muy agradecido me comentó que no iba a poder escucharlo porque en Cuba no tenía dónde comprar las pilas. Al día siguiente fui a comprarle una caja de baterías. Más agradecido aún me preguntó qué podía hacer cuando se le acabaran las pilas. Tuve que salir a conseguirle otra caja más. Así, poco a poco iba aprendiendo cómo funcionaban los vecinos; siempre tenía algo que pedir y muy poco que ofrecer.

Fotografía cortesía del autor

El último día, después de la pequeña ceremonia de clausura y antes de las despedidas, Juan Jimenez se me apareció en la habitación y me obsequió el uniforme de la delegación cubana. La verdad que no me interesó mucho, pero igual se lo agradecí.  Entendí que eso era lo único que podía darme a cambio del Walkman y las dos cajas de pilas.

La clase Snipe  en los Juegos Panamericanos de 1983 la ganó el norteamericano Jeff Lenhart, quien era el campeón del mundo. Aunque no nos hicimos amigos hablamos varias veces antes y después de las regatas. El día que nos despedimos le comenté que el cubano me acababa de regalar su uniforme. Al Gringo se le pelaron los ojos cuando lo vio. No tuve que abrir la boca para que yo supiera que acababa de conseguir la manera de tener el uniforme de la delegación de los EEUU. Quedamos en vernos en la parte de atrás del Doral Beach, Jeff Lenhart no quería que nadie nos viera, a mi me daba lo mismo. Yo le di un mono verde y negro bastante feo que decía Cuba  y él, a cambio, me dio unos pantalones y una chaqueta, que todos los que fuimos a los Panamericanos del 83’ sabemos que era Levi’s.

El  embargo de Estados Unidos a Cuba se implementó el 14 de marzo de 1958. Desde entonces existen una serie de sanciones económicas, financieras y comerciales por las cuales se restringe la compra y venta de mercancías desde y hacia Cuba, limitando también las transacciones con otros países.

El 29 de agosto de 1983, a través del diálogo y negociaciones, y sin que los involucrados lo supieran, logré que a los Estados Unidos entrara ilegalmente un uniforme de Cuba y que en el Malecón de la Habana Juan Jimenez escuchara a Oscar de León en su Walkman de contrabando.


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