Perspectivas

Artistas populares, mundo naïf y otros empirismos

08/11/2021

«A mí nadie me enseña a pintar. Las pinturas me las pinta Dios cuando estoy soñando.»

(Bárbaro Rivas)

Obra del artista popular Manasés Rodríguez –Caracas, 1980

Hablar de “empirismos estéticos” podría ser algo quizás común en la producción del arte puesto que más allá de la maestría técnica y sus rigurosidades en la “praxis” y los estudios formales en estética, de las artes plástico-visuales, de la crítica de arte, la historiografía o la museología, resultaría de gran importancia para que la obra o pieza se manifieste, estalle o se deje detonar desde la “voz visual” más profunda de su autor. En el mismo asunto entraría, asimismo, la referencia a la necesidad de inyectar altas dosis de espontaneidad, de “autodidactismo”, de pensamiento empírico, de trazos libres, frescos, gestuales y desenfadados que conectan narrativas de interioridad, surrealismo, fábula, realidades históricas y cotidianas o sucesos muy particulares, y también costumbristas. La poética o metafórica manera multi expresiva del hecho artístico popular puede ser a veces asombrosamente extraña, onírica, irreal dentro de lo real, fantasmagórica, espiritualista, autobiográfica, de corte étnico, cromática al extremo.

Feliciano Carvallo, 2003

En una pintura de arte popular los personajes pueden acaso desdoblarse o verse ambiguos, levitar, generar sombras y luces irregulares. La perspectiva a veces parece absurda y por ello más hermosa; las proporciones anatómicas no importan del todo y por eso son más interesantes en ciertos trabajos dibujísticos o pictóricos e incluso tridimensionales, escultóricos, híbridos, aunque esas imperfecciones técnicas no les quitan su particular y única belleza. Un rostro puede asemejarse a una plastilina y revelar otros deslumbramientos o situaciones extravagantes, líricas o psíquicas. Una figura podría tener un ojo más grande que el otro, un caballo será de color rojo o verde, un sombrero puede poseer gavetas, un conejo será un toro y quizás tenga el tamaño de Saturno y algo explota en la galaxia más desconocida frente a un leñador feliz. Es decir, alguien flota, se derrite o ríe como payaso aturdido por mil cuerdas imaginarias de colores saturados y de pronto arbitrarios. En el arte popular y sus derivados todo puede ser real o realmente fabuloso, indescriptible, minimalista, delicado y sutil o, al contrario, muy expresionista.

Rosa Vegas (“La Reverona”, como algunos le llaman), junto a sus obras en su casa-museo ubicada en el estado Anzoátegui, Venezuela

Existen términos conocidos como «Art Brut» (Arte en Bruto) desarrollado por Jean Dubuffet en 1945, el Arte Naïf (del francés naïf: «ingenuo»), el ya conocido arte popular, las estéticas indígenas, los “primitivismos simbólicos”, digamos; el Outsider Art o Arte Marginal (fuera del margen), como lo denominó el crítico Roger Cardinal en 1972, por ejemplo. El artista y crítico venezolano Juan Calzadilla llamó a estas expresiones «Arte del Común». Ahora bien, muchas de estas estéticas realizadas por niños o adultos sin estudios técnicos –académicos– en arte, o elaboradas por personas con discapacidades varias y hasta posibles pacientes mentales podrían estar orbitando en formas viso-plástico-espaciales no aprendidas del todo, sino más bien venidas del instinto, el descubrimiento, el sobresalto o lo que podríamos entender como “atreverse”. El pintor austríaco Franz Cižek había descubierto, hacia 1885, el encanto, la expresividad y dulzura de la pintura de unos niños vieneses que le pidieron algunos pinceles para jugar. Este simple hecho motivó uno de los apostolados artísticos más interesantes del siglo veinte. Tras algunas dificultades, Cižek logró crear su célebre “Escuela de Arte Infantil”, basada en el precepto «Dejad a los niños crecer, desenvolverse y madurar» (que más tarde adoptó la pedagogía).

Por otro lado, podemos consultar una de las fuentes vitales que dieron paso al entendimiento de ciertas tendencias creativas desatadas hace más de cien años; me refiero al profundo y estructurado estudio –pionero– del psiquiatra Hans Prinzhorn (1886-1933): «Expresiones de la locura, el arte de los enfermos mentales», que es otra rama de estas manifestaciones lúdico-artísticas cercanas a la hoy día reconocida “arte-terapia”. La «Colección Prinzhorn» posee unas cinco mil obras de cuatrocientos cincuenta pacientes mentales reunida a principios del siglo XX. Igualmente, importantes y variados autores del arte a nivel internacional, en relación con el tema del libro de Prinzhorn, demuestran que las influencias y conexiones significativas entre este tipo de creación y las vanguardias estéticas y hasta del arte contemporáneo guardan estrechos vínculos:

Paul Klee, Picasso, André Breton y más tarde Dalí, Miró, Kandinsky, Antoni Tàpies o Max Ernst, entre otros muchos, encontraron en aquellos dibujos y expresiones artísticas recopiladas por Prinzhorn algo que llevaban tiempo buscando: un arte libre, espontáneo, sin ninguna base en la tradición occidental que ellos pretendían también alcanzar.

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Obra de joven con parálisis cerebral, Centro CAIPIF, 2007–estado Táchira, Venezuela. Fotografía: Ender Rodríguez, talleres dictados por Ender Rodríguez

Recuerdo ver un programa donde el artista venezolano –a quien conocí personalmente– Pedro León Zapata explicaba que en la escuela sus profesores decían que él era uno de los peores estudiantes, además de “mal dibujante”.

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Lucidio Useche, «Ahí viene el Paraíso» (detalle), cemento modelado, 110 x 60 cm, 1987

Mariano Díaz, en su libro El cemento da vida al espíritu (2005), plantea que nuestro creador popular Lucidio Useche (Táriba, 1914-1990) es uno de los pocos y contados artistas venezolanos cuya obra en relieve –y su soporte– es el cemento, manejado con gran maestría. Lucidio decía: «Porque la gente dice que lo mío son vainas raras y no tengo materiales para poder seguir».

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«Auto-retrato» de Bárbaro Rivas, 1964

«Por la noche tengo una revelación y en cuanto me despierto la pinto.

A veces, pinto un cuadro en un día. Otras estoy varios días y no lo termino.

La revelación no me llega entera».

(Bárbaro Rivas)

«Lo que yo hago es feo»

(Juan Félix Sánchez)

Juan Félix Sánchez, según algunos documentos y “habladurías”, fue agricultor, arriero, pintor, presidente de la Junta Comunal de San Rafael, titiritero, juez, arquitecto, escultor, ingeniero empírico y narrador, entre otras cosas. Participó en la reconstrucción de la iglesia de San Rafael de Mucuchíes, a cargo del sacerdote Ángel Sánchez Alcántara, y puso en funcionamiento –cuentan– una turbina para que su pueblo tuviese electricidad. Juan Félix decía que cada piedra tenía su propio sitio y que había que ser paciente y esperar a que apareciese el lugar donde cada una debía ir.

Obra de Juan Félix Sánchez en el Tisure –estado Mérida

Hay demasiados artistas y creadores autodidactas, empíricos, instintivos en nuestro país, así como en el mundo. Juan Félix Sánchez nos deja una de sus memorables frases:

Yo no hice esto por facha, ni para nada, sino ideas mías para tener una obra aquí, porque uno por donde pasa debe, más que sea, rastro dejar, una huella… Y cuando yo me muera me voy a dir al sitio de los sueños, en donde sabré si los sueños míos eran verdades…«

 

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Luis Mendes. Sentí que me halaron y en ese jalón sentí credibilidad positiva (2008), óleo/tela

Luis Mendes (Barcelona, 1950) es un artista popular venezolano interesante y particular. En sus trabajos, cercanos a la contemporaneidad del arte, agrega textos detrás del bastidor que se mueven entre lo filosófico, el informalismo y la lírica. Es un excelente artista, además de resiliente pues sufrió quemaduras graves en un accidente; en otra ocasión fue atropellado y estuvo en coma por meses, y encima convive con el asma desde niño. En general, las obras de este magnífico pintor eran poco valoradas y entendidas; sin embargo, el excelente artista tachirense Freddy Pereyra, en su rol de gestor de la cultura, ha sido quien, desde el Ateneo de Barcelona, lo invitó a exponer cuando nadie le abría espacios y de ese modo pudo realizar su primera muestra a inicios de los años setenta. Más adelante, el crítico Perán Erminy se interesará por la obra de Mendes. En el campo institucional, y por bastante tiempo, se le ha tratado como alguien “marginal” o de poca importancia en el campo de la estética venezolana.

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Janeissy Poyer nos comenta sobre Feliciano Carvallo lo siguiente:

Es admirable la labor de este artista enamorado de lo cotidiano, de su entorno y de la belleza de las pequeñas cosas que no siempre se aprecian en toda su intensidad, a pesar de que le aportan a la vida diaria su esencia vital en color, en sus selvas, sus animales, las plazas, y los pobladores, donde nos revela un mundo mágico. Con su manera tan propia y segura de pintar sus selvas el maestro Carvallo creó una escuela que terminó siendo una tendencia o un estilo en el arte popular de Venezuela… Esa inesperada concesión del Premio Nacional a Carvallo, insólita en aquélla época, implicaba de algún modo, un reconocimiento nacional a los méritos del arte popular venezolano, que comenzaba a obtener, en esos años, una buena acogida pública, reforzada de pronto por la sorprendente revelación del genio pictórico de Bárbaro Rivas. Mucho más si se considera que lo más avanzado del arte experimental de vanguardia, representado por la obra cinética de Carlos Cruz Diez, durante varias horas de discusión polarizada le estuvo disputando el premio a la de Feliciano. Ese mismo año ganaría en Estados Unidos el segundo premio en el concurso Goodyear Internacional Art Gallery of Akron, Ohio. Ya lo dijo Eleanor Roosevelt: «El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños». Quiso enviar un consejo a los nuevos artistas: «El mensaje que les puedo dar a las nuevas generaciones es que sean constantes en su trabajo y que busquen con afán un estilo propio, jamás copien, los verdaderos artistas son siempre diferentes».

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Rafael Baroni

Cuando le preguntan por su catalepsia, Rafaela Baroni expresa:

Uno a la edad de 11 años y otro a los 33. La primera vez duré 24 horas muerta. La segunda vez fueron 19 días de coma y 72 horas en la urna. Y ocho horas después que me sacan de la urna, porque me llevaron a la morgue por unos papeles de defunción que se habían perdido, se dieron cuenta [de] que no estaba muerta. Ahí regresé. Y me volví más espiritual. Yo aprendí muchas cosas mientras estaba en la urna. Escribí poemas muerta. Los hice en mi cabeza. Aprendí medicina. Yo no sentí la muerte, sentí que aprendía. Estaba en algo divino, maravilloso. Fue algo demasiado espiritual.

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Portada de libro Don Angola, 2015

Mi vecino es un multi creador, inventor y artista popular tachirense llamado, comúnmente, “Don Angola”, de quien hice un libro: les invito a pasearse por la plataforma ISSUU donde se halla colgado ese trabajo. Como vemos, hay decenas de creadores en varios rincones del país. En mi propio estado –Táchira–, sobre todo en La Grita, hay mucho artista popular destacado. El promotor principal de estas corrientes ha sido mi amigo, gestor cultural, Franco Pérez. Para apenas nombrar algunas de las figuras más prominentes en estas áreas podríamos resaltar a algunos creadores populares, tallistas, ceramistas, hacedores de textiles, pintores del chimó, escultores, expertos en el arte del reciclaje en presentación tridimensional; entre otros: José Ramón Valero (Premio Bigott 1999), María Antonieta Urbina, Pablo Isidro Duque, Eliel Lubo.

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Portada de libro Don Angola, 2015

El mundo de las anécdotas o de lo experiencial permite que las temáticas y vivencias sobre arte y artistas conecten más con uno, con el ser real o con lo más vívido. Así uno puede darse cuenta del gran poder de nuestro arte popular venezolano hermosamente empírico, narrativo, instintivo, deslumbrante, ingenioso (“no ingenuo” del todo). De hecho, hay una anécdota de un artista popular (no recuerdo ahora su nombre) quien corrige a su presentador cuando escucha, en pleno acto de apertura de la muestra, la calificación de “pintor ingenuo”; el artista no solo lo desmiente, sino que señala que él no es ningún ingenuo. Obviamente, el presentador no quería insultar al creador, pero la anécdota nos deja una importante reflexión crítica respecto de las categorías, conceptos y clasificaciones de este tipo de arte.

Tal vez el siguiente comentario resulte un poco exagerado, pero para mí la fuerza y contundencia de la famosa obra El grito (1893), del noruego Edvard Munch, es tan intensa como el delirante autorretrato de Bárbaro Rivas de 1964, por ejemplo, o los rostros de alarido y alargamiento así como de gran densidad y de color intenso de Manasés Rodríguez. Nuestro gran Manasés explica cómo llegó al complejo y entramado sendero del arte en un catálogo «Homenaje» publicado por la Fundación Bigott a raíz del I Salón de Arte Popular:

La pintura mía viene de una pintura derramada en un mostrador. Una noche estaba en el Bar Venezuela y al barman se le botó una cerveza. Él estaba limpiando y le dije que no lo hiciera, entonces tomé un bolígrafo y dibujé. Ese fue mi primer dibujito… A mí lo que más me gusta es pintar rostros… Yo no empecé a pintar burritos y esas cosas. (Catálogo del I Salón Bigott de Arte Popular, Homenaje a Manasés Rodríguez, Caracas, sin fecha).

El arte popular venezolano no es lo suficientemente promovido y proyectado como se merece. Obviamente, existen iniciativas y gente interesada, preocupada y que gestiona o apoya estas formas artísticas, pero no es el caso general. Hoy día Venezuela padece una terrible crisis socioeconómica e incluso en el campo artístico institucional, especialmente con respecto a museos, casas de cultura y colecciones de arte.

Muestra de la Bienal de Arte Popular en Petare, Caracas

Pese a todo, los artistas y creadores crean y buscan la forma de renovarse o, mejor, reinventarse; aunque no todos, muchos se han ido al extranjero en pos de un nuevo porvenir. Se trata de un exilio, de alguna manera, forzado. Entre tantas noticias lamentables hay, sin embargo, buenas nuevas; por ejemplo, el artista José Vivenes se alzó con el primer premio del concurso «La trayectoria inédita / Mirar al mundo de nuevo», organizado por la Consejería Cultural de la Embajada de España y La Hacienda la Trinidad. Su obra ganadora es una pieza múltiple o collage realizada a partir de viejas revistas National Geographic y otros elementos. De modo que los creadores pueden trabajar con los materiales corrientes que tengan a mano –sean desechables, de reciclaje o de diverso uso– y convertirlos en arte. La resiliencia espiritual y física se puede notar en la producción de nuevas creaciones, lo cual nos habla de renacimientos estéticos.

En el campo del arte popular es común ver que el creador trabaja con lo que consigue: piedras, madera, cemento, cabuyas, nailon, pabilo, plásticos, objetos hallados, etc. Nuestro país renaciente seguirá su propio ritmo de transformaciones, su propia vida para transfigurarse.

 


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