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Arte Milán: Steve McQueen

Steve McQueen. Fotografía de Paul Greenwood | Cornerhouse | Flickr

09/06/2022

Steve McQueen es uno de los más conspicuos exponentes de lo que podría considerarse una estética postmodernista. A falta de una definición precisa, la podríamos caracterizar como una tendencia que se empeña en ser la negación radical de lo que durante un siglo se conoció como arte moderno. En su obstinado cuestionamiento de las “ideas recibidas”, en el postmo todo es posible. No solamente las producciones artísticas, sino incluso la formación del artista. Durante cien años de modernidad nos acostumbramos a la figura del creador como la de una criatura especialmente sensible, que dejaba todo para dedicarse al cultivo de su oficio. Alguien que, desde sus primeros años de carrera, se entregaba a un largo aprendizaje, –ars longa-, que exigía una dedicación a tiempo completo. Jackson Pollock, una figura emblemática, después de años en la Art Students League de la calle cincuenta y siete de Nueva York, se inscribió en un curso con Siqueiros en la misma ciudad y, después de la experiencia, seguiría estudiando la anatomía y fisiología de soportes y materiales. Para el artista postmo, toda la heroicidad de Pollock ya no se entiende como un imperativo. Los tiempos se borran, el pasado no existe y el presente es eterno. El “contemporáneo” no tiene ninguna intención de inmolarse en la mejor tradición moderna. El brillante y “comercial” (este calificativo ya no es un insulto) Jeff Koons, después de cumplir con la primera etapa y realizar estudios formales en prestigiosas instituciones, encontró tiempo suficiente para dedicarse al negocio bursátil, hasta convertirse en un exitoso corredor de Wall Street, no sin dejar de incursionar en el cine porno al lado de su esposa, la legendaria Ilona Steller. Para el que todavía se sorprende, el postmo le garantiza todas las sorpresas. Que fue lo que les ocurrió a los distraídos admiradores de Steve McQueen; los que habían admirado el compromiso ético de sus videos, y hasta de sus largometrajes (Shame, Hunger), cuando lo vieron en televisión recibiendo el Oscar por la mejor película. Único “artista” en la historia del arte en recibir un reconocimiento, hasta ese momento, ajeno a la tradición. Y seguramente el único que lo obtendrá después de haber sido distinguido con el Turner Prize, el máximo reconocimiento a un artista en la Gran Bretaña. En su búsqueda de nuevos soportes, en la era de la reproducción “social” (Piero Bonami), la tecnología le proporcionó a los nuevos ingenios un sofisticado híbrido entre la fotografía y el cine. El video será la nueva paleta con la cual el posmo realizará sus obras. Como con todos los soportes, muchos serán los llamados y no todos los escogidos. Al poco tiempo, las ferias y bienales se llenarían de aburridas pantallas de televisión, donde los “contemporáneos” daban rienda suelta a sus frustraciones por no ser ni Antonioni, por un lado, ni Francis Bacon, por el otro. Se cuenta que el artista coreano le dijo en una oportunidad a Bob Wilson que el video es como el sexo, que lo pueden hacer todos y a todos los hace felices. En fecha reciente, las autoridades museísticas de Roma organizaron una muestra del videoarte italiano con  360 obras, algunas de gran formato, y la participación de más de cien participantes. Para el montaje no fue suficiente una sede, a los amplios salones del Palazzo degli Esposizioni, en via Nazionale, tuvieron que sumar los no menos amplios de la Galleria Civica d’Arte Moderna. El título del pantagruélico evento: “Y a todos los hace felices”.

Sunshine State, 2022. Steve Mcqueen. Fotografía de Agostino Osio | Pirelli HangarBicocca

Por fortuna, una buena cantidad de artistas empeñados en expresar la sensibilidad de los nuevos tiempos encontró en el video el instrumento apropiado para el compromiso. Sería de necios enumerarlos, suficiente con saber que Steve McQueen es uno de ellos. La formación de McQueen es una de las pocas cosas que lo relacionan con la modernidad. No obstante, después de estudiar en distinguidas escuelas a ambos lados del Atlántico, el nuevo soporte del video lo fue seduciendo hasta convertirlo en uno de los más reconocidos videoartistas de comienzos del siglo post XX. Milán, como muchas otras ciudades, ha sentido la fascinación de su genio y le ha dedicado dos grandes muestras. Una, en 2005, organizada por el lamentado Germano Celant en los viejos espacios de la Fundación Prada, via Fogazzaro. Y la segunda, que se muestra en la actualidad en el Hangar Bicocca, a cargo de Vicente Todoli, director del centro. La tendencia a lo épico de McQueen se encuentra a sus anchas en los generosos espacios del Hangar. Como complemento a la exposición del Bicocca, la Fundación Prada, en sus nuevas magníficas instalaciones de largo Isarco, proyectará los cinco films del ciclo Small Axe, de McQueen, realizado con el patrocinio de la BBC. La escogencia de Todoli, con el título de Sunshine State, es una mini retrospectiva de la producción videográfica del artista inglés, con obras que, desde Cold Breath, de 1999, se prolonga hasta Sunshine State, de 2022, en muestra en Milán como primicia. Las otras: Static (2009), Charlotte (2004), Carib’s Lap (2002) y Western Deep (2002). Las dos últimas, realizadas el mismo año, se complementan, se continúan y no serían lo mismo de proyectarse en forma aislada, ni parecen estar completas la una sin la otra. Western Deep es una pieza emblemática de McQueen. Son 24’ 12’’ de filmación realizada, cámara en mano, en Super8. Narra el descenso de tres kilómetros al fondo de la mina de oro de TauTona, en Suráfrica. La cámara baja con un grupo de obreros, casi siempre en la total oscuridad y acompañados por los insoportables ruidos de la maquinaria que mueve el ascensor. En ocasiones, surge un poco de luz de las lámparas de los obreros que ilumina sus sudorosas caras y siluetas, todos “de color”. Uno baja con ellos en un film con mucho de tridimensional y táctil. La claustrofobia puede ser insoportable y algunos en el público abandonan la sala. La temperatura sube y los termómetros se distribuyen ya en la mina para controlar la temperatura de los trabajadores. Uno de los cuidados, que incluyen además los agobiantes ejercicios ejecutados al ritmo de una alarma ensordecedora que termina por agobiar al espectador, que comienza a sentirse en el fondo de la mina y reza para que termine el video, el cual llega después de unos insoportables silencios que alternan con el estruendo. Cuando terminó, salimos de la pequeña sala de proyecciones con ganas de volver a casa a descansar. Y es lo que haríamos si no fuera porque, en el camino, nos encontramos con otra pantalla. Se trata de la proyección de Carib’s Lap. En esta oportunidad, son doce minutos, grabados en 35 mm, de cielo azul y nubes que nos hacen sentir como Dante cuando por fin conoció la luz del Paraíso. Por desgracia, la ocasión no es tan feliz. Después de observar cómo en el cielo retroceden las nubes, observamos algo que baja a toda velocidad iluminado por el incandescente sol del Caribe. Lo que en principio parece un pajarito que desciende en picada, se va transformando en un cuerpo humano, lanzado por el espacio a la libertad del suicidio. McQueen ha querido rendir homenaje a los habitantes de la isla de Grenada (tierra natal del padre del artista), quienes en un nefando día de 1651 prefirieron lanzarse al vacío desde el punto más alto de la isla para no caer en manos de los traficantes franceses de esclavos. El resultado es una conmovedora imagen poética, no una narrativa o un documental, una pura imagen desgarradora y memorable. Y no podemos sino agradecer al inventor del video por ingeniar la única manera de expresar tanto con tan poco. Nada semejante con soportes tradicionales. Dos de los cuatro videos restantes parecen prescindibles. Cold Breath y Charlotte se proponen como rerreconocimientos del cuerpo a partir de la insistencia minimalista en un pezón y un párpado, que parecen proposiciones incompletas que nada agregan a la diadema de las musas. Más excitante y rico, Statics, un recorrido en helicóptero, con la pista sonora de las aspas del aparato, de algunos sectores de la Estatua de la Libertad. Vamos y venimos, en pleno vuelo, observando los detalles de la piel del monumento que, como nunca, se nos presenta cargado de ambigüedades: ¿la libertad para quién? ¿Para blancos y negros o “Whites only”? Una corrosiva ironía, como la pátina de la superficie, se insinúa a todo lo largo de los 7’3’’ de la película. La más reciente de las obras de McQueen, que se presenta en el Hangar Bicocca por primera vez en público, Sunshine State, es la más larga del conjunto (30’1’’) y la más compleja. El tema, en apariencia banal (Al Johnson mientras se maquillaba para su aparición en El cantante de Jazz, la primera película de la historia con sonido sincronizado), es trabajado obsesivamente hasta convertirse en una elocuente imagen de la asimetría racial en la industria cinematográfica y fuera de ella. Los productores hollywoodenses de la cinta original, ante la prohibición de emplear actores de color, le exigieron a Johnson que se maquillara para hacerse pasar por negro. Un negro que es un blanco que trata de cantar como un negro. La pantalla es dividida en dos para ser saturada, durante los primeros minutos, por dos imágenes gigantescas del sol a todo color. El resto del video es en blanco y negro y, como en una partitura de Glass, se repite de manera obsesiva e impune. En el audio, la voz de McQueen contando una historia que le reveló su padre antes de morir, de cómo huyendo de un bar “Whites only”, en Florida, con dos amigos, tuvo que pasar muchas horas inmóvil en un hueco en la tierra para burlar a los “cazadores”, armados y con perros. Al final se salvó, pero a sus dos amigos no los volvió a ver. En estos días en los cuales, gracias a las revelaciones del New York Times, comenzamos a enterarnos de las brutales raíces colonialistas de la tragedia de Haití, la iconografía en movimiento de McQueen es la más oportuna. No es lo que menos impresiona que haya iniciado hace más de treinta años su exploración del espinoso mundo postcolonial. De todo hay en el mundo de lo contemporáneo. Y esto tal vez sea lo más excitante del postmo, que pide de nosotros, como adelantó Fellini a finales de los sesenta del siglo XX: “Estar voluptuosamente abiertos a todo”.


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