Catar 2022

Argentina en la final del Mundial: el tiempo se detiene en Buenos Aires

Fotografía de Juan Mabromata | AFP

14/12/2022

Argentina volverá a jugar una final de un Mundial. Lionel Messi podrá disputar, por segunda oportunidad, el único trofeo que le falta. Una Copa que su país espera desde hace décadas, alternando tristezas profundas con alegrías ocasionales; satisfacciones que alivian alguna pena, pero no terminan de cerrar las heridas abiertas en la memoria colectiva. Croacia, su adversario en esta semifinal de Qatar 2022, se despide tras dejar una versión competitiva digna. Pasarán los años y se recordará a esta selección, encabezada por Luka Modric, por rocosa y, en ocasiones –no pocas–, lírica. A estas horas, y hasta el próximo domingo 18 de diciembre, en Buenos Aires eso importará poco o nada: Argentina volverá a jugar una final de un Mundial.

Antes de todo esto, cuando el partido estaba por empezar, un señor limpiaba las vidrieras de Corto Maltés Café, un lugar en el que da la impresión de que todos se conocen y reconocen a quienes no son habituales. Cuando el himno de Argentina estaba sonando en el Estadio Lusail, a más de 10 mil kilómetros de distancia, este señor retiraba el jabón con uno de sus cepillos, en apariencia indiferente a lo que estaba en juego para ese momento, la posibilidad de que Argentina volviese a estar en la final de un mundial.

Muy cerca de él, pero dentro del local, una imagen de Lionel Messi. El 10 está tomando un café. En su lado izquierdo tiene la Copa de Europa. La foto es vieja, pero resulta curiosa, dentro de un lugar donde abunda el café. Los argentinos siempre encuentran maneras para que sus ídolos estén presentes en el paisaje. Cuando no es un mural, es una camiseta firmada, cuando no es una camiseta firmada, es una fotografía. Mientras en otros países se reza a los santos, en Argentina se venera a algunos futbolistas. 

Fotografía de Nolan Rada Galindo

En este café solo hay mujeres, hasta que a mitad del primer tiempo aparece otro habitué del lugar. Su silencio valía para interpretar qué ocurría en el juego. Croacia tenía el balón e imponía condiciones. Argentina veía a la pelota ir y venir, sin poder tener mayor influencia ni presionar, esperando en zonas bajas. La conducta sorprendió porque se imaginaba que Argentina sería la que impondría el ritmo. Sin embargo, su adversario demostró, durante esos primeros minutos, por qué ha sido uno de los equipos más competitivos de Europa durante estos años. 

Cuando Argentina no se vio afectada en demasiada en este escenario, se empezó a sospechar que era parte del plan. El equipo que durante los cinco partidos previos había intentado marcar el tono del juego, esta vez dejaba que Croacia lo hiciera. ¿Para qué? Para buscar espacios en su defensa y, quizá, generar una especie de efecto trampa en la memoria del contrario. Puede que Croacia sintiera que dominaba el pulso, pero, en realidad, era Argentina el que lo hacía.

La estrategia de Lionel Scaloni

La siguiente frase admite muchos matices. Esos primeros minutos se parecieron al escenario imaginado, solo que los roles de cada equipo eran distintos. Argentina, acostumbrada desde hace un puñado de años a manejar el balón, lo cedía y decidía buscarse la vida en algún espacio sobre el que pudiera correr. Aquello que parecía una situación adversa, ya que los albicelestes suelen defender mejor con la pelota que sin ella, se descubrió pronto como parte del plan. 

Lionel Scaloni, a quien no le tembló el pulso cuando debió hacer cambios en la alineación durante el torneo, esta vez tampoco dudó al momento de plantear una estrategia distinta a la de los partidos previos. Cuando Argentina comenzó a encontrar praderas en la defensa de Croacia, el cuerpo técnico de la albiceleste debía sonreír dentro de sí. Tenía a su rival donde quería y en Corto Maltés Café, con cada incursión a las carreras de los argentinos en campo rival, surgían los gritos de las mujeres presentes del lugar.

Ocurrió con aquella acción de Julián Álvarez que derivó en el penal y el posterior gol de Lionel Messi, que se vivió así: 


Volvió a ocurrir cuando Julián Álvarez, el factor X de Qatar 2022, se lanzó a correr en el balón en los pies, superando defensas con la naturalidad de quien camina. No se descarta que en algún lugar de Argentina alguien pensara: “Lo poseyó Diego”. Porque sí, porque este país es así y porque el gol del 9 fue maradoniano. Aunque en el café la lectura inmediata fue otra, si nos fijamos en lo que dijo una chica vestida con la camiseta de la selección: “¡Bien! Como en River, Juli. ¡Golazo!».

Estrategia y plan ejecutados a placer. Lionel Scaloni satisfecho y la mayoría de críticas hacia él teniendo que ser replanteadas. El entrenador que llegó a este Copa del Mundo sin mayor experiencia como director técnico se ha convertido en uno de los principales argumentos del éxito de Argentina. Esencial.

Aquel pensamiento, ese “Lo poseyó Diego”, es probable que volviera a surgir en el segundo gol de Julián Álvarez. Pero ya no con él sino con Lionel Messi, ese al que tanto se le ha responsabilizado como el heredero y que no es eso sino, simplemente, Lionel. El 10 partió desde la mitad de la cancha y en su camino no hubo defensa que lograron contenerlo, un caudal desbordado de fútbol, de técnica, de comprensión del espacio y el tiempo, de un conocimiento elevado de su propio ser, para luego usarlo a placer para sufrimiento de los zagueros rivales. El resto lo hizo el de River, coronando una jugada que, sí, se parece a las de Maradona, sin embargo, ahora las hace otro argentino.

La revancha

En el pasado Mundial, Croacia le ganó a Argentina 3 a 0. La superioridad de los croatas se vio reflejada en la mayoría de los aspectos del juego. Aquel partido no fue eliminatorio, como este en Qatar 2022, pero sí se recuerda como uno de los días más grises de aquel torneo. La diferencia entre uno y otro equipo no puede ser más marcada. Aquella selección venía de un proceso traumático, con tres entrenadores en el cargo. La actual, bautizada como La Scaloneta, agrupa a hombres y mujeres de cualquier edad bajo un mismo símbolo, Lionel Messi, ese que está en el café, en las paredes o en la piel de tantos.

Es él, o cualquiera de los otros jugadores, el que pone a saltar a las mujeres de Corto Maltés Café, el que propicia que, en el entretiempo, salga uno a buscar más Coca-Cola y Fernet para beber, el que motiva cada cábala, desde la pantaleta que no se cambia cuando juega a Argentina hasta las comidas y las compañías con las que se comparten este tipo de fechas. Si hasta acá no ha vuelto a haber una referencia sobre Croacia es porque el segundo tiempo tuvo mucho de presencial y poco de oposición. 

Fotografía de Emiliano Lasalvia | AFP

Argentina, contrario a lo que pasó en partidos previos, supo defender mejor, no sentir vértigo por estar en ventaja en el marcador, y Croacia no generó mayor peligro. Quizá porque en las piernas de esos europeos había más minutos de los que cualquier cuerpo puede soportar, incluso si creciste huyendo del horror de las guerras y las confrontaciones: estás en un tiempo más humano. Es una explicación posible, sí. Pero entraña restar algo de mérito al comportamiento de quien resultó ganador, tras mostrarse confiable en las distintas etapas y situaciones del juego. Fueron dignos adversarios.

Al Obelisco de Buenos Aires cada vez va más gente. Algunos ciudadanos maldicen el delay de las transmisiones y allá, en los balcones, las banderas vuelven a ondearse. Por la memoria de más de uno quizá aparece Mario Kempes y compañía, los primeros campeones; Diego Maradona y Jorge Valdano, entre otros, los segundos en traer ese premio. Todos mitos que son propios de otra época. Ahora, en Argentina, abrazan a sus nuevos referentes, esos que el próximo domingo tendrán la oportunidad de hacer lo que los anteriores, darle a este país, melancólico, sufrido y pasional, la Copa con la que tanto han soñado. 


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