Literatura

Agua: la riqueza total

18/01/2020

Fotografía de Iñáki Zugasti para el especial de Prodavinci «Vivir sin agua». Haga clic para ir al especial

Más de mil páginas y veinticinco capítulos integran los dos tomos de Agua en Venezuela: una riqueza escasa. He aquí el texto que cualquiera de nuestros ensayistas, poetas, dramaturgos, fotógrafos, compositores, cineastas hubiera querido escribir. Su tema es deslumbrante, imprescindible y abismal; es a la vez un código para sanar a Venezuela, para equilibrar nuestra sociedad y para intervenir en el futuro de todos. También algo tan importante como la ley del país que ningún político decente de hoy debe ignorar y que, si no sabe leer por completo, puede estudiar en la Agenda del capítulo veinticuatro y en las concisiones del veinticinco.

«Ningún acto de terrorismo genera tanta devastación económica como la crisis de agua» establece el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2006). Y si, como calcula Arnoldo José Gabaldón, la cantidad diaria de agua que parece ser imprescindible a cada ser humano está entre 20 y 40 litros por persona, cuando en verdad el promedio es de tres mil litros (si pensamos en el cultivo de un kilo de cereales y otro de res), tales límites ya demarcan sociedades, sectores de pobreza y lujo, condiciones espirituales y estéticas.

En estas páginas encontraremos exposiciones sobre el origen del agua en la Tierra, su estatus en el mundo, su condición determinante para la geografía, la relación entre lluvia, sequía, evaporación, suelos, mesetas, agua subterránea, inundaciones, deslaves, petróleo, electricidad; y una sólida caracterización de nuestros ríos y las zonas acuíferas de Venezuela, así como la legislación que acerca de este territorio nos define, según las ordenanzas de 1573, la Real Cédula de 1811, los códigos civiles desde 1862 hasta la actualidad, la Ley Orgánica del Ambiente (1976 hasta hoy) y la Constitución vigente. Sin que se omita lo relativo al cambio climático y al efecto en Venezuela del cambio global. Todo el universo de la cultura del agua: acción de vivir, producción agrícola e industrial, ciudades: la base y los nutrientes para la conducta social del venezolano, su posibilidad de introspección y prospección técnica, educativa, así como el vínculo estético supremo, ya integrado a nuestra cotidianidad, por ejemplo, con el arte de Soto, Otero, la poesía de Guillermo Sucre, Luis García Morales y Santos López, las ficciones de Enrique Bernardo Núñez, Milagros Mata Gil y Rubi Guerra, la música popular (Luis Felipe Ramón y Rivera, Alejandro Vargas, Rafael Sánchez López, Amable Espina) y académica (Evencio Castellanos, Inocente Carreño), entre otros.

Gisela Goyo como responsable editorial y la Fundación Empresas Polar añaden un nuevo eslabón de oro a sus publicaciones. Los autores de cada capítulo son profesionales con rigurosa formación; casi todos han dedicado su vida a la investigación y conducción de programas prácticos en lo relativo a las aguas de Venezuela. Destaco aquí a los coordinadores del trabajo: Arnaldo Gabaldón, Aníbal Rosales, Eduardo Buroz, José Rafael Córdova, Germán Uzcátegui, Laila Iskander; pero los capítulos y las breves biografías de todos los participantes despiertan gran admiración.

Sé que la finalidad de Agua en Venezuela es primordialmente pedagógica y práctica: un vasto manual para el conocimiento teórico, para las derivaciones aplicables a esta realidad; un exigente escalón para quien desee apoyarse en la obra y continuar sus lineamientos. Un obligatorio mapa de trabajo para conducir a la Venezuela extraviada de hoy y para, desde él, otorgarle grandes poderes políticos, de salud y economía, justo cuando el relevo mundial del petróleo también nos amenaza.

Pero para mí, y tal vez nuestros artistas y pensadores así lo acepten, estas páginas nos dejan ante el hechizo insondable de un territorio privilegiado por sus terrenos y sus aguas: Venezuela. Los eruditos que escriben la obra han rescatado objetivamente, y nos lo muestran con valentía y brillo, el grado máximo de la belleza, la más honda relación entre alma y planeta. ¿Lograremos pronto estar a la altura de su prosa científica, de su humanismo sin fronteras, de su estremecedor asomo al secreto mayor: el de las aguas?


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