Fotografía de Kirk Irwin | AFP
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La discusión no terminará nunca, se trata de una leyenda.
Era imposible no admirar a Pete Rose, sin duda uno de los peloteros más excitantes de toda la historia.
Impresionó desde que llegó y ganó el premio Novato del Año en 1963. Para los caraquistas siempre fue una echonería, porque había jugado para nosotros.
Era un apasionado, jugaba intensamente, no le importaba arriesgarse a cambio de una base. Llegaba de cabeza a primera, bateaba mucho y oportunamente, era veloz, carismático, adorado por los admiradores del juego agresivo, peleón, no pocas veces terminaba expulsado, pero esas son cosas que también les encantan a los fanáticos.
Fue una de las piezas insustituibles de la Gran Maquinaria Roja de Cincinnati, varias veces campeón bate, amenazó el récord de Joe Di Maggio de juegos consecutivos conectando de hit, pero la racha terminó en 44, que son muchísimos.
En 1979 llegó a los Filis de Filadelfia y allí siguió bateando imparables para acercarse a los 4.000 hits y fue clave para la buena figuración de los cuáqueros en los años en los que estuvo con ellos. En las cinco campañas que Rose estuvo con los Filis, tres veces lograron títulos divisionales y llegaron a dos series mundiales.
De Filadelfia fue a dar a Montreal y más tarde regresó, como mánager-jugador, a los Rojos de Cincinnati.
Volvió a encontrarse con David Concepción, quien ya acumulaba 19 temporadas jugando para los Rojos. Cuando el venezolano pretendía sumar las 20 campañas con el mismo uniforme, Rose (aunque David lo niega), fue determinante a la hora de tomar la decisión de dejarlo libre.
Desde ese tiempo su imagen comenzó a ser odiosa sólo por eso que le hizo a David Concepción, quien habría sido el único “rojo” con más temporadas que él.
Con Cincinnati alcanzó el récord de Ty Cobb y se inscribió en los récords como el mayor hiteador, con 4.256 imparables.
Lamentablemente, lo que se supo después, lo tiene en la historia como uno de los jugadores que más ha avergonzado al béisbol.
Rose es ludópata, incluso desde que era un jovencito. No son pocas las historias que cuentan que cuando estuvo con el Caracas, muchísimas veces se le veía en el hipódromo de La Rinconada, en Caracas. Le gustaba apostar y se le convirtió en un vicio.
En 1989 fue acusado por el Comisionado Bar Giamati de haber apostado en contra de los Rojos, cuando era su mánager. El polémico y recordado Giamati demostró que Rose tenía conversaciones desde el club house con corredores de apuestas, debía mucha plata, centenares de miles de dólares.
Fue expulsado del béisbol para siempre.
Al principio aceptó el pacto con Giamati a cambio de que se detuviera la investigación que lo involucraba en un hecho tan detestable. A los pocos meses de tomada esta decisión, Giamati murió producto de un infarto.
Rose y sus seguidores, que son muchísimos, se deshicieron en insultos para el fallecido Comisionado. Por casi 20 años repitió una y mil veces que no había apostado, sin embargo las dudas sobre él no cesaron, hasta que hace unos años aceptó públicamente que sí estuvo involucrado en las apuestas, aunque insiste en que jamás lo hizo en contra de los Rojos.
Sus fanáticos argumentan que como hay jugadores que usan de sustancia prohibidas, Rose debe ser perdonado, como si las faltas de quienes han caído en eso disculpa que Rose haya violado la regla.
Ha mentido reiteradamente. Ha dicho y se ha desdicho. No es fácil creerle a Rose.
Rose estuvo en Venezuela hace unos años y en una rueda de prensa que dió en el Hotel Tamanaco se molestó mucho cuando le pregunté por qué Johny Bench dice que no puede estar en el mismo sitio donde él esté. Su respuesta fue que Bench le tiene envidia porque en Cincinnati hay una calle que se llama “Pete Rose”.
Desde hace unos años tiene unos bares deportivos en Florida, donde se le puede encontrar a veces. De un lado está el restaurante de comida tex-mex y del otro un gran salón con muchos televisores que transmiten eventos deportivos para apostadores.
Confesó su pecado pensando que sería perdonado, pero ello no ha ocurrido y hay quienes esperan que no ocurra.
Cuando el comisionado Kenesaw Mountain Landis decidió desterrar del béisbol a los ocho jugadores de los Medias Blancas, recordados como “Los Medias Negras”, lo hizo para salvar el béisbol. La sospecha de que cualquier situación del juego sea amañada para favorecer apuestas, habría acabado con el deporte.
Pete Rose fue un jugador extraordinario, eso no se discute, y el hecho de que sea él el infractor, acentúa la falta. Nadie, nadie, está por encima del béisbol.
Mari Montes
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