Jake Beckley y Miguel Cabrera. Fotografías del National Baseball Hall of Fame and Museum y de Emilee Chinn | Getty Images vía AFP.
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Hannibal, Missouri, tiene entre sus atractivos los monumentos a los héroes de Mark Twain: Tom Sawyer y Huckleberry Finn, y otro dedicado al miembro del Salón de la Fama de Cooperstown, Jake Beckley, slugger que vio acción a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando el juego comenzaba, experimentaba sus primeros cambios y se afianzaba como espectáculo y negocio.
El avance de Miguel Cabrera en la tabla de los jugadores con más hits en la historia de las Grandes Ligas nos ha obligado a investigar esos nombres de la lista. Los hemos buscado en las placas que los distinguen en la galería de inmortales de Cooperstown, para traerlos al presente, de la mano, o mejor dicho, del bate del toletero de Maracay, quien sigue sumando batazos a terreno de nadie, como lo hicieron las leyendas que ha conseguido en el camino.
En la cuenta de Elias Sports Bureau, guía oficial de data de las Grandes Ligas, Beckley disparó 2.930 hits. Así que Cabrera lo igualó y dejó atrás la noche de este lunes, al igual que a “El Rajá” Roger Hornsby. También es verdad que para Baseball Reference y en la ficha del sitio web del Salón de la Fama de Coopestown, el pelotero nacido a las orillas del Mississippi disparó 2.938. La explicación en la diferencia de imparables no debe sorprender, dado que no es una tarea sencilla ubicar con exactitud los boxscores de los juegos de aquellos días. Por ello, algunos investigadores buscaron los números reflejados por los cronistas de la época sobre aquellos héroes de la pelota. Se cree que el origen de la discrepancia es porque en 1887 las bases por bola se contaron como inatrapables. En la placa de bronce en Cooperstown se lee 2.930 hits.
Su nombre no es tan conocido, porque no jugó en equipos exitosos pese a sus esfuerzos y virtudes. Otra divergencia con los números de Beckley es el promedio, motivada por esa confusión en las décadas de 1880 y 1890. «Según el director de la biblioteca del Salón de la Fama de Cooperstown, Jim Gates, revisaron los juegos jugados, los turnos al bate y los hits. Regresaron y revisaron las historias de los diarios y descubrieron que usaban .308 y .309. Entonces se fueron con el número más alto», explica Bob Nightengale en un trabajo para USA Today, publicado el 8 de marzo de 2016.
Lo cierto es que según la cifra oficial, y la que recoge Baseball Reference, Jake Beckley es parte de los peloteros que hicieron historia con sus bates, tal como la está haciendo Miguel Cabrera, y hay que conocerlo.
En varias lecturas sobre su historia encontré una descripción común. Se ganó el sobrenombre de “Ojo de Águila Vieja” por sus habilidades como bateador de contacto.
Jacob Peter Beckley nació el 4 de agosto de 1887, en Hannibal, Missouri, el famoso pueblo llevado a la literatura por Mark Twain, quien, por cierto, fue un gran fanático del béisbol, como consta en su obra. Jake jugó en las Grandes Ligas 19 temporadas en la Liga Nacional, con los Piratas, Gigantes, Rojos y Cardenales, dejando un promedio vitalicio de .308. En 13 campañas bateó .300 o más, se retiró en 1907 como el líder de todos los tiempos en triples (244), y sigue en el cuarto lugar en la lista de todos los tiempos detrás de Sam Crawford, Ty Cobb y Honus Wagner. Fue suyo el récord de juegos en la primera base (2.383) hasta 1994, cuando Eddie Murray (2.392) lo pasó. Sigue de líder entre todos los primera base, en outs y apariciones al plato.
Estuvo en la Liga de Jugadores con Pittsburgh, donde fue líder con 22 triples y 123 carreras impulsadas. Regresó a la Liga Nacional luego de que la Liga de Jugadores fracasara después de 1890. La decisión de Beckley, y de otros ocho compañeros, de jugar en la Players League tuvo una motivación muy sencilla, según coinciden en destacar todas las biografías consultadas: la nueva liga le ofreció un salario más alto y, como explicó, «de todos modos, solo estoy en este juego por el dinero». La cita fue tomada del artículo de David Fleitz para la Sociedad Americana de Investigación de Béisbol, que también detalla cómo llegó al béisbol organizado:
«Bob Hart, un excompañero de equipo de Hannibal, organizó su incorporación a la pelota profesional, mientras lanzaba en la Liga Occidental para Leavenworth, Kansas, en 1886. Hart recomendó con su manager a Jake Beckley, quien tenía 18 años. Beckley viajó a Leavenworth y lució, bateando para .342 en 75 juegos, defendiendo principalmente la segunda base y los jardines. Jake realmente no tenía la fuerza del brazo para jugar en ninguna posición, excepto en la primera base. Leavenworth lo trasladó allí la temporada siguiente, y ahí permaneció el resto de su dilatada carrera».
Cuenta Fleitz:
«Beckley era un hombre apuesto, aunque uno de sus ojos estaba ligeramente bizco. Mantuvo su impresionante bigote mucho después de que todos, salvo un puñado de jugadores, habían renunciado al suyo; en el momento de su retiro, era uno de los tres únicos hombres en las mayores que todavía lucían vello facial. También mostró varias personalidades. Beckley gritó ‘¡Chickazoola!’ para desconcentrar a los lanzadores rivales, y perfeccionó la práctica inusual (y ahora ilegal) de batear con el mango del madero. Cuando el lanzamiento se acercaba al plato, Jake giraba el bate en sus manos y le daba a la pelota con el mango. Casey Stengel era un adolescente cuando vio la maniobra de Jake Beckley: ‘Le mostré eso a nuestros jugadores’, contó 50 años después, cuando dirigía a los Yankees. ‘Me dijeron que es la cosa más tonta que han visto en sus vidas, probablemente lo sea, pero [Beckley] lo hacía muy bien'».
Pese a su contextura –1,80 metros y poco más de 90 kilos–, Beckley fue un rápido corredor capaz de alcanzar cifras dobles en bases robadas, y triples, casi todos los años. Robó en total 315 almohadillas. Un día, narra Fleitz, «el árbitro Tim Hurst no estaba mirando, y Jake corrió casi directamente de la segunda base al home, deslizándose. Hurst gritó a Beckley de todos modos. ‘¡Hijo de p…, llegaste demasiado rápido!'».
En otra publicación de David Fleitz, Fantasmas en la galería de Cooperstown: dieciséis miembros olvidados del Salón de la Fama (McFarland Publishing, 2004), se destaca una declaración del casi mitológico manager Connie Mack: «Jake Beckley era el jugador más popular de Pittsburgh; era un bateador poderoso y tenía seguidores fuertes y leales. Todavía recuerdo a personas que me gritaban ‘¿por qué cambiaste a Jake?'».
Jake Beckley montó un negocio de cereales en Kansas City, después de su retiro. Entre las anécdotas contadas por Fleitz, rescato esta: «Una vez hizo un pedido a una empresa de Cincinnati que le respondió: ‘No podemos encontrarle en Dun and Bradstreet’. Entonces, Beckley respondió: ‘Busque en la Guía de Béisbol de Spalding, en cualquiera de los últimos 20 años'».
Murió en Kansas City a los 50 años, por problemas cardíacos, el 25 de junio de 1918. Fue enterrado en Hannibal, donde la gente del pueblo erigió un pequeño monumento a su memoria después de su elección al Salón de la Fama, altar al cual fue elevado en 1971 por el Comité de Veteranos.
Miguel Cabrera, en su camino a la inmortalidad, ha traído de vuelta a esos jugadores que ocupan un lugar en la historia y le dan dimensión a cada batazo suyo.
«Era un chico de pueblo pequeño, grande, feliz, sano, bondadoso, que tuvo buena suerte en el juego y dejó tras de sí un gran ejército de amigos, entre jugadores, fanáticos y escritores. Nunca fui culpable de hacer un acto sucio, nunca traté de cortar a un jugador, ni usé lenguaje obsceno contra ningún árbitro». Jake Beckley. «Daguerrotipos», 1941. Citada en Baseballhall.org
Mari Montes
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