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Aly Khan narraba cada carrera como si era un clásico, incluso las no válidas para el juego del 5 y 6.
Era emocionante siempre, y no solo para los hípicos, era impecable su descripción de los jinetes castigando a los caballos con sus fuetes, tratando de descontar ventaja por fuera o por dentro. Aly Khan contaba los cuerpos de distancia y subía la entonación cuando iban cabeza a cabeza, iba ascendiendo. Era siempre excitante escucharlo, aunque no fuese un final de fotografía.
Era otro protagonista, desde que decía “¡Atención!” y los animales entraban en el aparato, empezaba el gran espectáculo que continuaba con la largada hasta la recta final y el desenlace.
Su forma de contarle a la audiencia, con el mismo ímpetu y velocidad de los purasangre, todo lo que iba sucediendo era una cátedra. Cada fuetazo, cuando un jinete rodaba, cuando con certeza aseguraba, aún faltando 250 metros “les garantizo que no puede perder”, o cuando dejaba de nombrar a los que corrían en el fondo, sentenciando: “Los demás francamente no cuentan”.
Emocionaba incluso cuando volvía a describir el final en la repetición en cámara lenta y demostraba que todo cuanto había descrito era exacto.
Dueño de cada sílaba, de cada letra, dominaba las palabras precisas como los buenos jinetes a sus bestias. Convertía aquellos animales en héroes, o heroínas y a los jockeys en personajes casi mitológicos, capaces de conducir a un país entero a la gloria, como Gustavo Ávila a Cañonero, Juan Vicente Tovar a Gelinotte o Ángel Francisco Parra sobre Macanao.
La narración de Aly Khan de la carrera de Victoreado en el Primer Clásico del Caribe, disputado en el Hipódromo El Comandante de San Juan, Puerto Rico, en 1966, debe estar entre las mejores narraciones hípicas de toda la historia, en cualquier idioma, en toda “la bola continental”.
Siempre una dicción perfecta y frases precisas, narraba al mismo ritmo de lo que pasaba sobre la pista.
Inolvidables sus narraciones de Cañonero ganando en La Rinconada, Cañonero volando en el Kentucky Derby de 1971, tomando por sorpresa al mundo, emocionando a todos, y él con el testimonio para siempre.
En la narración del triunfo de Cañonero en el Preakness Stakes, la segunda carrera de la Triple Corona, desde que cuadra el número 9, él dice “¡Buena suerte, Cañonero!”, y comienza la hazaña de aquella dupla que tanta alegría le dio a los venezolanos en los tempranos años 70, aún hoy es capaz de hacernos emocionar hasta las lágrimas.
Gustavo Ávila le daba con el fuete y el caballo respondía inagotable, su rival insistía en mantenerse en la punta y Ávila seguía a puro brazo, se acercaban los dos a la meta casi cabeza cabeza, hasta que Cañonero se desprendió sacando un cuerpo de ventaja.
“¡Y ganó Cañoneroooooooo! ¡Cañonero para todo el mundo!”
Y sentíamos que ese caballo era de nosotros y que era Venezuela. Cuando ganaba Cañonero, ganaba Venezuela.
Cañonero era como Luis Aparicio, orgullo puro, una buena noticia perenne. El caballo era una estrella, junto con Gustavo Ávila. Aly Khan era la voz que narraba las hazañas.
Es para ver montones de veces las carreras de Trinycarol, ella avanzaba en cada curva y él anunciaba el momento más emocionante del recorrido con el aviso “¡Y entran en la recta final!”. La emoción de la tribuna se sumaba como ingrediente y la favorita sacaba ventaja para dejar atrás a los machos. Aly Khan alargaba las vocales de la última sílaba: “¡Ganó Trinycarooooooool! ¡Trinycarol para todo el mundo!” Y provocaba aplaudirlos a todos.
Su nombre real es Virgilio Decán. Nació en Ciudad Bolívar el 13 de julio de 1931. Es abogado, locutor, narrador hípico y publicista. Por muchos años fue también martillo de las mejores subastas de aquella Venezuela esplendorosa como él.
Por fortuna hay muchas de sus narraciones en YouTube, y la computadora o el móvil se convierten en máquinas del tiempo y regresamos a cualquier domingo cuando éramos niños o más grandes, no importa, nos devuelve momentos muy gratos, como aquella tarde en la que Huracán Sí vino de atrás, por fuera, cuando nadie lo esperaba, a toda velocidad en una reacción increíble hasta que cruzó de primero la meta. Una carrera sorprendente, una narración espectacular.
Hace unos días, la Universidad Católica Santa Rosa lo distinguió como Doctor Honoris Causa. Su aporte a la radio, la televisión, la hípica y la narración deportiva es de un valor extraordinario. Ver sus narraciones años después es un deleite sin igual y una lección de excelencia. Una leyenda reconocida por varias generaciones, quien no obstante de su fama e infinidad de premios nacionales e internacionales, siempre ha sido un hombre sencillo, que por donde va saluda y es afable con todos.
Aly Khan o Virgilio es un caballero elegantísimo que lleva con toda justicia el sobrenombre de “Príncipe de la narración”.
Me declaro una súbdita.
Mari Montes
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