Perspectivas

1821. El mito de Bolívar y la independencia de Grecia

27/03/2021

Theodoros Vrizákis, «El arzobispo de Patras, Germanós, bendice la bandera de la revolución», 1865. Galería Nacional, Atenas.

¡Bolívar! Tu nombre invoco tendido
en la cumbre del monte Ere,
la cumbre más alta de la isla de Hydra.
Desde aquí la vista encantadora se extiende hasta las islas
del Sarónico, hasta Tebas,
y hacia abajo, más allá de Monemvasía… 

Nikos Engonópulos, Bolívar, un poema griego

Las guerras paralelas

Hace doscientos años, a comienzos de 1821, Venezuela entraba en el noveno año de la guerra. La sublevación de Maracaibo había dinamitado los acuerdos de Trujillo y todos los movimientos llevaban a esperar el choque definitivo, que finalmente ocurrió el 24 de junio en la sabana de Carabobo. Por esos mismos días, al otro lado del mundo, se producían los primeros alzamientos que llevarán a la independencia de Grecia, sometida al Imperio Otomano hacía tres siglos y medio. El 21 de marzo los sublevados habían tomado la fortaleza de Kalávryta, al norte del Peloponeso. El 25, día de la Anunciación, el obispo de Patras, Germanós II, se trasladó al cercano monasterio de Santa Laura para bendecir la bandera de la cruz azul y a los alzados, que juraron “libertad o nada”.

Claro que no había sido el único intento de los griegos por sacudirse la opresión otomana. El 24 de febrero de ese año, Aléxandros Ypsilantis había lanzado una proclama desde Jasio, entonces capital de Moldavia. Ypsilantis era descendiente de una prominente familia griega afincada en Constantinopla, de la élite de los llamados “fanariotas”, si bien por su madre pertenecía a una familia principal de los Principados del Danubio. Había sido oficial de caballería del Ejército Imperial ruso durante las guerras napoleónicas y cabeza de las llamadas Philikí Etería, una red de sociedades secretas diseminadas por Grecia y otras ciudades otomanas con el fin de coordinar las actividades conspirativas. Al mismo tiempo, un intelectual como Adamantios Koraís, figura central de la Ilustración helénica (versión griega de nuestro Andrés Bello), adelantaba una intensa actividad en Francia como traductor y editor de los clásicos, pero también como difusor de la lengua y la literatura griega moderna. Su obra ayudó a las propagación de las ideas sobre la independencia de Grecia en Francia y Europa, tal como Bello en Londres. También hicieron lo suyo poetas como Rigas Velestrinis o Dionisios Solomós. Sin duda la historia paralela de la influencia del pensamiento ilustrado y la acción de los intelectuales durante la independencia de Grecia y Venezuela está aún por escribirse.

La guerra se desarrolló en condiciones muy desfavorables debido a la aplastante superioridad otomana, y solo pudo saldarse con la intervención de las principales potencias europeas, Francia, Inglaterra y Rusia. Al tiempo llegaba de Europa y los Estados Unidos la ayuda de los llamados “filohelenos”: artistas, intelectuales, políticos y hombres de negocios que, sensibilizados por la causa griega, se organizaban para enviar dinero y armas. A veces se embarcaban ellos mismos, dispuestos a luchar junto a los griegos y a ofrendar su vida por la libertad. El ejemplo más célebre es Lord Byron.

También llegaron imprentas, pues, al igual que Miranda en 1806 y Bolívar en 1818, los revolucionarios griegos sabían la importancia del control de las ideas y la información, la “hegemonía comunicacional”, dirían hoy algunos. La primera imprenta que llegó a Grecia fue llevada desde Trieste a la isla de Hydra por Dimitrios Ypsilantis, hermano de Aléxandros, en junio de 1821. Fue instalada en Kalamata y con ella se editó el primer periódico de Grecia, el Salpinx Helliniká (“La trompeta griega”). Una segunda imprenta más pequeña y rudimentaria fue llevada de Marsella a Mesolongi por Aléxandros Mavrokordatos, que llegaría a ser Primer Ministro. La imprenta de Mesolongi permaneció sin uso hasta 1823, cuando el coronel filoheleno Leicester Stanhope, que había venido junto a Byron, decidió fundar un periódico. Stanhope nombró a otro filoheleno, el suizo Johan Josef Mayer, como editor, y éste se buscó a un griego, Pavlos Patrikós, como cajista. El 2 de enero de 1824 circulaba el primer ejemplar del Helliniká Khroniká (“La crónica griega”), salido de la imprenta de Mavrokordatos. El periódico circuló, dos veces por semana, hasta el 20 de febrero de 1826.

Nikos Engonópulos (1907-1985), «Bolívar»

Bolívar en la prensa griega

En el número del Helliniká Khroniká fechado el 16 de julio de 1824 aparece una crónica anónima en que hay una primera referencia a Bolívar. Miguel Castillo Didier, a quien debemos estas informaciones (“Un texto de Bolívar en griego, en 1824”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, nº 284, Caracas, 1988), sugiere que el autor pudo ser Spirídon Trikupis, amigo de Byron que llegaría a escribir una Historia de la Revolución Griega (Londres, 1853). Trikupis estudió y vivió en Londres, donde conoció a Byron, y no es arriesgado pensar que, en el círculo de los ilustrados y los conspiradores, pudo haber tenido acceso a parte la obra de Bello, al menos la que escribió antes de 1824, cuando Trikupis zarpó para Grecia poco antes que Byron.

A mediados de 1824 la guerra está en su peor momento. Egipto resuelve intervenir en apoyo de los otomanos y en abril sus naves toman Creta. Peor aún, entre los griegos han surgido graves desavenencias y su confrontación fratricida está a punto de convertirse en una guerra civil, dando al traste con el sueño independentista. El autor de la crónica hace un triste retrato de esta situación y la compara con la lucha en América meridional, que a la distancia luce consolidada. Propone la figura de Bolívar “como un ejemplo digno de ser imitado” y traduce al griego el célebre fragmento en que el caraqueño asegura preferir el título de ciudadano al de Libertador. La cita, en extenso, contiene sin embargo un error, pues se afirma que Bolívar pronunció estas palabras “en la asamblea de Angostura”, cuando fueron pronunciadas ante el Congreso de Cúcuta, el 3 de octubre de 1821. El cronista concluye: “¡He aquí como se expresa el verdadero ciudadano! ¿Pero quién entre nosotros ha dicho alguna vez hasta hoy cosas semejantes? ¿O quién, si las dijo, las puso al mismo tiempo en práctica? ¡Nadie! El gran Bolívar, en cambio, cumplió lo que prometió”.

Una segunda y breve alusión a Bolívar aparecerá dos meses después, en las páginas 1 y 2 de la edición del 27 de septiembre. Allí el cronista informa del retorno a México de Iturbide, que había sido emperador de ese país. La crónica reproduce parte de la carta en la que Iturbide justifica su vuelta a México y su pretensión de volver al trono imperial. El cronista no deja de recordar el Discurso de Angostura y ponderar la vocación republicana de Bolívar.

Una última alusión, en realidad cronológicamente anterior, servirá para calibrar hasta qué punto estaba extendido el mito de Bolívar en Europa, convertido en referencia americana incluso entre la diáspora griega. Entre 1811 y 1821 se editó en Viena el periódico Hermís o Lógios (“Hermes el ilustrado”), a cargo del patriota Ánthimos Gazís. Considerado como el principal periódico griego prerrevolucionario, publicaba, muy en el espíritu de la Ilustración, materiales misceláneos relativos a las luces, la educación, la cultura y hasta cuestiones de divulgación científica, a la manera de la Biblioteca americana de Bello. En el número 15, fechado el 1º de agosto de 1820, se publicó un artículo titulado “Memoria de K. P. (Konstanno Polykhroniadis) enviada desde París”. Allí se expresa una cantidad de “pensamientos y proposiciones para el mejoramiento de la educación en Grecia”. En la parte de geografía dice: “El Nuevo Mundo debe dividirse en Norte y Sur América, o más bien, en América y Colombia. Este segundo nombre fue aprobado por los independientes de Bolívar (anaxártiti tou Volivarou), y la gratitud exige que consagremos el nombre del célebre Colón”.

La presencia del mito

Así, al comenzar la segunda década del XIX los periódicos griegos reproducían fragmentos de discursos de Bolívar y comentaban sus hechos y hazañas ejemplares. Su mito era, pues, ampliamente conocido en Europa. Lord Byron, quizás el más grande de los filohelenos, le admiraba profundamente, y consta que deseó unirse a su lucha. El destino no lo quiso así, y en cambio decidió que ofrendara su vida en la guerra de los griegos. En 1823 Byron se adhirió al Comité para la Independencia de Grecia en Londres. Allí tuvo que conocer a Eduardo Blaquiere, también miembro del Comité y gran admirador de Bolívar, amigo del irlandés Daniel O’Leary, entonces edecán del Libertador. O’Leary conservó al menos cuatro extensas cartas de Blaquiere, en las que manifestaba su apoyo incondicional a la emancipación de Hispanoamérica. Lo demás es conocido. Byron compró armas y municiones y zarpó con ellas a Grecia, donde murió de fiebres poco tiempo después. Cuenta la leyenda que bautizó su velero con el nombre de Bolívar.


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