Perspectivas

Visiones de Rosanna

21/07/2022

Fotografía de Efrén Hernández

Hay periodistas que imponen su impronta en la fuente que cubren al punto que resultan indistinguibles el uno de la otra. Rosanna Di Turi González (1969-2022) es de esa clase. Aportó profesionalismo, celo periodístico y elegancia en la escritura a la fuente gastronómica, como reportera, directora, autora de libros y creadora de páginas Web. En una época dominada por las habilidades para promoverse en redes sociales, Rosanna Di Turi era una figura auténtica, con hondas raíces. Nunca había temor de que se secara la savia del espíritu que había en sus ideas.

Tenaz, de humor afilado, gran sentido común, discreta, naturalmente elegante, nerviosa y calmada al mismo tiempo, dotada de una capacidad de trabajo y voluntad indoblegable, nada había en Rosanna Di Turi que pudiera corromperse. Había algo prerrafaelista en su apariencia, como dibujada por Burne-Jones o John William Waterhouse, pero que en realidad solo alcanzaba a ser un destello de su encanto, pues nada relucía más en ella que su ética y generosidad.

Siendo estudiante, trabajó en una feria del libro de Monte Ávila Editores, en 1989. Pero su primer trabajo en una redacción fue en la revista Exceso, en enero de 1990, con Ben Amí Fihman como director, Ewald Scharfenberg como jefe de redacción y Hugo Prieto como redactor destacado. Rosanna se encargó de la producción de las portadas y especiales fotográficos, las que en aquel año resultaron ser más ambiciosas y elaboradas. Pero pronto se encontró escribiendo semblanzas y reportajes, con una solvencia digna de una veterana. Y, si bien se graduó en la mención Publicidad de la carrera de Comunicación Social en 1991, su natural don para escribir la inclinó hacia el periodismo de revistas y semanarios.

Sus dotes periodísticas maduraron en el semanario Domingo Hoy, entre 1992 y 1995, en el que acometió por igual reportajes, entrevistas, crónicas, y hasta la revisión de los textos de los colaboradores estrella (como Juan Nuño, Manuel Caballero y Jesús Sanoja Hernández, entre muchos otros), pues llegaban vía fax y era necesario certificar que la transcripción era correcta. Muchos considerábamos esencial recibir su opinión sobre un texto recién escrito, pues Rosanna daba siempre en el clavo con sus observaciones y consejos. Domingo Hoy fue un semanario ambicioso, con una plantilla de lujo: Sergio Dahbar, Hugo Prieto, Karmele Leizaola, Carmen Riera, Leopoldo Tablante, Boris Muñoz, Martha Fuentes-Bautista, Guillermo de Yavorsky y Betsaida Bonilla, entre otros.

Al concluir esta etapa, Rosanna marchó a Londres, en un momento en el que el Reino Unido volvía a ser el epicentro de la vanguardia, aupado por el arribo de Tony Blair a 10 Downing Street. En el Londres de Alexander McQueen, Damien Hirst, Sophie Dahl, los hermanos Gallagher, Shallow Grave y la revista The Face, Rosanna hizo de todo un poco y llegó a ganarse la vida cocinando para jóvenes estudiantes.

Rosanna regresó a Venezuela en 1998, en una época en la que los controles de cambio de Caldera II no inspiraban la mayor confianza en la economía del país. Pero ella asumió su vuelta a Venezuela con un entusiasmo y una entrega que dejaría huella en el periodismo gastronómico venezolano.

En 1998 ingresó como redactora del semanario Buen Vivir de El Nacional y en 1999 pasó a ser una de las redactoras fundadoras de la revista dominical Todo en Domingo, de la que llegaría a ser también una memorable directora. Fue más de una década en El Nacional, en la que por su propia iniciativa fue abriéndole paso a la gastronomía en el contenido de Todo en Domingo.

Un dato importante: en Rosanna la gastronomía venezolana no solo era una fuente, era un amor e interés genuino por los sabores del país y la cultura culinaria de la gente. Más allá de ser la responsable de la sección de recetas y la columna de información breve (que le llevaba el pulso a las novedades más interesantes del sector), Rosanna abordó en reportajes el trabajo de productos emblemáticos, como el cacao y el ron, explicaba las tendencias del inquieto mundo de los chefs y restaurantes, y reconstruyó la historia de platillos clásicos venezolanos, como la hallaca. Siempre con una prosa elegante, de frases breves y certeras, con un ritmo que nunca decaía y que siempre reivindicaba el testimonio del entrevistado y el dato inesperado. Leer a Rosanna Di Turi era una experiencia grata, reveladora, honesta.

Rosanna fue una aliada desinteresada de las iniciativas gastronómicas venezolanas. Siempre estaba dispuesta a divulgar los emprendimientos de calidad. Revisar los textos de Rosanna durante esos 15 años en Todo en Domingo es un trabajo de arqueología, un registro histórico de lo que comíamos los venezolanos en los inicios del siglo XXI, una labor periodística seria y coherente. Es una obra monumental que debería ser preservada para las futuras generaciones.

Son pocos los periodistas que logran sacar tiempo a su vertiginosa rutina para escribir libros con contenido original. Rosanna Di Turi es de ellas. En paralelo a su trabajo en Todo en Domingo (y al de ser madre del gran Diego), Rosanna publicó tres obras: ABC del Vino, El legado de Don Armando (2013) y Ron de Venezuela (2015). De ellos, El legado de Don Armando es único, pues es un exhaustivo retrato de Armando Scannone (1922-2021) y del rigor con el que se elaboraban algunos de los platillos estrellas de su popular recetario Mi Cocina: A la manera de Caracas. La maravilla del libro de Rosanna es que no solo honra el trabajo de Scannone sino que lo convierte en un registro periodístico de la memoria culinaria del venezolano.

Este celo por la información de primera mano, obtenida en el sitio, junto con la estructura y ritmo que cautiva al lector, todo empaquetado en una prosa concisa y elegante, son el sello de marca del periodismo hecho por Rosanna Di Turi. Además, como editora y gerente editorial, creaba un ambiente laboral grato, colaborativo, en la que las horas de entrega a imprenta se cumplían sin falta ni dramatismo. Buscaba la excelencia y era muy exigente con los colaboradores de Todo en Domingo, esperando de ellos la entrega del mejor texto posible. Su ocasional mal humor (que podía llegar a desplegarse en alguna rara ocasión) nunca infringía el respeto al otro ni el sentido común. Por ello todos los que coincidimos con Rosanna en un proyecto nos sentimos afortunados de haber trabajado a su lado.

Ya independiente, alejada de un medio tradicional y en unas condiciones adversas para cualquier emprendimiento, Rosanna lanzó Gastronomía en Venezuela, página Web que reivindica la excelencia en materia gastronómica en Venezuela. Los ingredientes esenciales, las propuestas de los chefs, las iniciativas de los emprendedores: los temas recurrentes de Gastronomía en Venezuela. Una labor que compaginó con la creación, al lado de Magaly Rodríguez y Franciest Poller, de una librería digital llamada Sabores de acá, para vender libros gastronómicos.

He allí un gran legado. Pero que apenas resume el periplo profesional de Rosanna Di Turi. Una periodista que todo lo hizo con calidad, que aportó excelencia a cada texto, a cada revista, a cada situación en la vida. Pero la razón por la que muchos lloramos hoy su partida es por el extraordinario ser humano que conocimos, que enfrentó su enfermedad de cara a los lectores y que siempre, en medio de los miedos y dolores que enfrentaba, no dejaba de compartir los cielos azules de Caracas, de agradecer, de entusiasmarse, de ejercer la fe.

Para mí es muy duro imaginar la vida sin Rosanna. Hicimos juntos la tesis de la universidad; ambos pusimos el pie en una redacción el mismo día de enero de 1990; crecimos y nos dimos apoyo como periodistas en Exceso, Domingo Hoy, Buen Vivir y Todo en Domingo. Recuerdo, como si fuese hoy, la primera vez que vi a Rosanna, en un aula de la Ucab a finales de octubre de 1989; recuerdo cómo el atardecer iluminaba el salón y recuerdo a Rosanna, con su serenidad imperturbable.

Rosanna y yo empezamos a trabajar como periodistas el mismo día. Pienso ahora en que su fallecimiento coincide con mi actual visión crepuscular del oficio, con mi desafección del periodismo, con mis problemas para escribir. Es como si también hubiese muerto una parte de la identidad que construí en las últimas tres décadas.

Treinta y dos años de amistad. Y aunque pasó por mi vida a intervalos en los últimos tres lustros y con menos frecuencia de lo que hubiera deseado, su presencia me acompaña con la luminosidad de los cielos de Caracas y con la prosa breve y agradecida de una plegaria.

Va mi cariño a su muy querida familia: su gran hijo Diego, su mamá Begoña, su papá Ángelo y las admiradas Anabel y Katherine.

***

Este texto fue publicado originalmente en Pop-sesivo, un blog de Gonzalo Jiménez y es reproducido en Prodavinci con permiso de su autor.


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