El venezolano Oscar González (izq.) y el peruano Christian Cueva compiten por el balón durante el partido de fútbol de clasificación sudamericano para la Copa Mundial de la FIFA Qatar 2022, en el Estadio Olímpico de la UCV. Fotografía de Federico Parra | AFP.
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Perú celebró en el Estadio Olímpico de Caracas como si se hubiera clasificado al Mundial de Qatar 2022, este martes 16 de noviembre. Si la imagen se mira fuera de contexto, incluso podría pensarse que en vez de un partido había ganado un torneo. Luego del pitazo final, el equipo visitante corrió hacia Pedro Gallese para abrazarlo. Unos minutos antes, el arquero había parado un penal con el que Venezuela pudo haber igualado el marcador a 2 goles, luego del gol de Darwin Machís. Gallese le negó a Venezuela el empate y puso a Perú en el cuarto lugar de la tabla clasificatoria debido a la derrota de Uruguay en La Paz.
En el partido anterior, La Vinotinto ofreció un rendimiento equilibrado. El sistema con cinco defensores le aportó estabilidad en la última línea. Eso facilitó tener claro el plan ofensivo: se trataba de correr hacia la arquería rival cuando hubiera espacios. Esa propuesta no se mantuvo en este juego contra Perú. La localía invitaba a Leonardo González a buscar el partido y él aceptó. Su paso por la selección no se recordará por los resultados positivos pero sí por su valentía como entrenador, fiel a sus ideas e interés ofensivo. Hay mérito en ello, aunque el equipo se descubrió demasiado en defensa.
Así se explica que Perú generara peligro a placer durante buena parte del partido. Tenía control de las distintas fases del juego y no tardó en hacerlo notar en el marcador. A los 18 minutos ya estaba ganando, con un gol de Gianluca Lapadura. Luego del empate de Machis, tardó solo 13 minutos en volver a ponerse por delante. El gol lo firmó Christian Cueva al 65. Cada vez que el visitante aceleró el ritmo, el local se mostró frágil. Aún así, Venezuela se sostuvo por jugadores como Tomás Rincón. Fue otro partido en el que mereció mejor suerte. Pero en el deporte de élite no basta con las ganas y las buenas intenciones; si fuera así, desde hace rato La Vinotinto ya se habría clasificado a un Mundial y, quién sabe, incluso habría podido poner orden en su fútbol local.
A la Federación Venezolana de Fútbol (FVF) le tomó un año desmontar parte de la reputación que La Vinotinto había ganado durante las tres últimas eliminatorias mundialistas. El estilo cultivado a través de José Omar Pastoriza y Richard Páez y el sentido competitivo que aportaron César Farías y Rafael Dudamel ahora parecen algo ocasional o un asunto de la memoria, debido a la mala gestión dirigencial. Incluso los registros particulares del equipo se van deshaciendo: Perú no ganaba en Venezuela desde 1996.
A todo lo anterior hay que sumar varios matices. El futbolista venezolano es mejor visto en el fútbol internacional. La marca de “La Vinotinto” es una referencia nacional. Las goleadas ya no caen con tanta frecuencia. Sin embargo, el equipo vuelve a estar en el último lugar y cuando se piensa en el sentido deportivo parece haber más dudas que certezas. Todo eso la gente lo percibe.
Las gradas del Olímpico vacías
Durante los primeros minutos del partido, uno de los comentaristas de una transmisión internacional cuestionaba que el Estadio Olímpico estuviera vacío. A su comentario sumó algo de contexto: La Vinotinto es última en la clasificación. Pero, desde su punto de vista, la FVF podía haber tomado alguna medida al respecto. Una de las que el analista sugirió fue abrir las puertas y que entrara quien quisiera.
Más allá de lo válido o no de la medida, en contexto de pandemia debido a la COVID-19, la sorpresa del comentarista es significativa: incluso quienes no son seguidores de La Vinotinto recuerdan que hasta hace no mucho lo normal era que el estadio se llenara. En este punto, se podría reclamar que la gente debería estar en las buenas y en las malas, que los colores, que el aguante, que la camiseta y lo que el lector considere. Esos argumentos responden más a las emociones antes que a razones lógicas con las cuales convencer a la gente.
El juego de Venezuela es irregular. Varios de los jugadores más importantes durante el último ciclo no asisten con frecuencia a las convocatorias, por razones varias y que en algunos casos no son explicadas con claridad. Lo más jóvenes necesitan tiempo. El técnico actual comenzó a trabajar aunque tuviese los días contados y siendo consciente de la deuda de 14 meses de trabajo a José Peseiro. Cuando se trata de La Vinotinto, hace mucho tiempo se dejó de hablar solo del juego.
Convocar al aficionado casual sin un argumento deportivo sólido es más una falta de respeto que un ejercicio de solidaridad hacia los jugadores. Volver a atraer al público pasa por un proyecto deportivo con sentido. De esa formase contribuye a que el juego de la selección sea reconocible, algo que facilitaría la búsqueda de resultados positivos.
La ironía de La Paz
Mientras se jugaba el partido entre Venezuela vs. Perú, la selección de Bolivia estaba ganando a Uruguay en La Paz. El hecho no tiene importancia en la trayectoria de La Vinotinto: está lejos de esos equipos y del resto de los competidores, hundida en el último lugar. Sin embargo, cuando se repara en que César Farías es el entrenador de Bolivia, todo cuanto ocurra de aquí en adelante con esa selección es un poco más importante por la situación en la que se encuentra.
César Farías dirigió una de las mejores generaciones deportivas de Venezuela. Durante su gestión, La Vinotinto consiguió su mejor participación en un torneo internacional, en la Copa América 2011, llegando a semifinales. A su vez, fue uno de los ciclos más polémicos en la historia contemporánea del equipo, con conflictos abiertos con la prensa y la sensación de que la selección podía jugar mejor.
La Vinotinto perdía contra Perú y Bolivia cerraba su goleada 3 a 0 a Uruguay con un hombre menos, en el que podría ser uno de los resultados más importantes en la historia de ese país. Como apuntó el periodista Manuel Ortiez, en Twitter, Bolivia está a un punto del repechaje y a dos de clasificar de forma directa. A falta de cuatro jornadas para que se cierre la eliminatoria, Bolivia depende de sí misma para clasificar a un Mundial, veintisiete años después de la última vez que lo hizo, en 1994. Si lo logra, sería la cuarta clasificación de esa selección. Venezuela sigue buscando su primera.
Nolan Rada Galindo
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