Fútbol

La Vinotinto Femenina no le debe nada a nadie

Fotografía de Paola MAFLA | AFP

25/07/2022

«La adversidad es el mejor momento para expresar la adhesión,
porque es el momento donde es más difícil ser fiel»,
Marcelo Bielsa

Si Venezuela tuviera que hacer un remake del comienzo de Match Point (Woody Allen, 2005), los dos remates estrellados contra la arquería de Chile servirían; también podría usarse el último disparo de las chilenas durante la ronda de penales. Chile ganó el quinto lugar del torneo y el puesto al repechaje, mientras La Vinotinto se quedó sin opciones de ir al Mundial. Su último partido en la Copa América Femenina Colombia 2022 permite recordar que el deporte es una vitrina en la que puede verse la condición humana y sus múltiples matices.

La ironía más evidente la sufrió Deyna Castellanos. La jugadora que le permitió al equipo soñar durante todo el torneo con sus tres goles (de cuatro anotados por la selección) falló en la tanda de penales (4-2, a favor de Chile). Fue la primera en hacerlo. Unos minutos antes, cuando todo parecía perdido, ella volvió a traer a La Vinotinto a la Copa con una anotación en el minuto 92. Su gol fue producto de una de las pocas acciones durante toda la competición en la que Venezuela atacó con varias jugadoras, conectó pases y movimientos de forma eficaz. Por acciones como esas, de buen nivel (incluso gratas a la vista), se explica la ilusión en relación con el potencial y la integración del grupo; sobre todo por lo segundo. De otro modo, la imagen de Sonia O’Neill llorando, venezolana nacida en Canadá, no podría entenderse.

Fotografía de Paola MAFLA | AFP

La Vinotinto ante la adversidad

Durante un primer tiempo en el que Chile logró imponer su juego, Pamela Conti tuvo que hacer dos sustituciones forzadas por lesiones de Raiderli Carrasco y Nairelis Gutiérrez. Cuando el equipo se acomodaba a la ausencia de Carrasco, una opción constante de juego por la izquierda, llegó la lesión de Gutiérrez, una de las jugadoras más destacadas del equipo durante la Copa América. La entrada de Paola Villamizar por Carrasco llevó a Bárbara Olivieri a cambiar su posición y el ingreso de Gabriela Angulo propició que Michelle Romero se fuera desde el lateral izquierdo hasta el derecho.

Los movimientos, comprensibles por las circunstancias, derivaron en que el equipo perdiera a dos de sus principales opciones en fase ofensiva. Carrasco, por su capacidad para darle profundidad al equipo; Olivieri, por su influencia en el juego colectivo. Hasta el cambio de posición, Bárbara Olivieri estaba siendo la mejor jugadora venezolana. Cayendo en distintas zonas, pasando rápido y en otras ocasiones trasladando, liberó a Castellanos de alguna responsabilidad en el medio campo y activó el lado derecho de La Vinotinto como no se vio en ningún otro partido.

Ella sola no bastó para integrar un poco más el ataque de Venezuela, disperso, con dificultades para asociarse durante la mayor parte del torneo. Pero el imprevisto, teniendo en cuenta el resultado final, pareció otro gesto de ironía cruel. El segundo tiempo de Venezuela estuvo más lleno de ímpetu que de ideas, como ocurrió contra Argentina. El gol de Chile en el 65’, una bonita jugada que terminó con un remate de Daniela Zamora mientras la arquera venezolana retrocedía, profundizó el nervio en La Vinotinto. Solo Deyna Castellanos sacó al equipo de ese trance, con un rival empotrado en su área desde el minuto 80’, varias compañeras empujando y una breve activación de Bárbara Olivieri. Es válido sospechar que entre ellas, de 23 y 20 años, respectivamente, el futuro puede ser más grato que este final amargo.

Si se trata de pensar en la condición humana, el cine y la literatura deportiva están plagados de historias que tienen en la adversidad un punto en común y de cambio. Por primera vez en sus carreras como futbolistas profesionales de selección, estas mujeres experimentaron este nivel de atención y presión, deportiva y social. En un contexto en el que Venezuela no tiene una estructura que facilite el crecimiento de las jugadoras, imaginar escenarios no parece conveniente. Pero si uno de esos futuros es exitoso e involucra a varias de estas chicas, aficionados y periodistas podríamos recordar esta Copa América como parte del principio, uno en el que se cruzaron con Christiane Endler; la mejor portera del mundo, la competición en la que el grupo se integró, se miró en relación con la élite regional y compitió. Es la crueldad del deporte de alto nivel: solo se aprende a competir y a ganar a través de la derrota y las eliminaciones.

Un recuerdo del pasado y Pamela Conti

Antes de este torneo, es probable que el grueso de la fanaticada venezolana tuviera imágenes dispersas sobre alguna selección de Venezuela femenina. Quizá algún gol de Deyna Castellanos. El recuerdo de alguna clasificación mundialista, en categorías menores. Otro gol de Deyna Castellanos. La eliminación de una competencia. Algunos goles de Oriana Altuve con el Rayo Vallecano. Los trofeos levantados por otras venezolanas en el extranjero. Todos son fragmentos sueltos sobre ellas, hasta esta Copa América, cuando se les miró y siguió como nunca antes.

Fotografía de Paola MAFLA | AFP

Aunque pueda parecer un consuelo, despertar ese interés tiene tanto mérito como la posibilidad de haber clasificado al repechaje para el mundial. Las discusiones en torno al equipo son una manera de visibilizar el trabajo de estas mujeres, en una época en la que tantas de ellas luchan para cambiar sus condiciones de trabajo y de vida, dentro y fuera de la cancha. La integración de las jugadoras crecidas en el extranjero, hasta llegar a Sonia O’Neill llorando, dice en cuanto a la calidad del grupo y el trabajo de Pamela Conti, quien reconoció durante la rueda de prensa luego del partido contra Chile un aspecto clave: “No creo que fuera solo una falta de gol. Era importante meter más goles. Pero creo que era más importante intentar jugar bien al fútbol, crecer como futbolistas”.

La entrenadora asumió el cargo en un contexto marcado por las denuncias de abuso sexual y psicológico sobre Kenneth Zseremeta hacia La Vinotinto. Pamela Conti tomó un grupo dividido y expuesto para convertirlo en una selección que, a juzgar por cuanto se pudo ver a través de las imágenes y distintos trabajos informativos de la Federación Venezolana de Fútbol, se siente como una familia en la actualidad. Sin ese proceso de sanación puede que nada de la ilusión generada durante la Copa América se hubiera producido.

Entonces, no sería posible hablar sobre las dificultades en ataque del equipo o la gestión comunicacional de las expectativas, aspectos que pudieron ser mejores, por ejemplo; tampoco pensar en sus comentarios sobre la importancia de una estructura deportiva para construir cultura deportiva para las mujeres del futuro. No se sabe qué pueda pasar con ella en relación con el próximo compromiso del equipo, los Juegos Panamericanos de 2023. Sin embargo, valorar su desempeño solo por una serie de resultados, la lectura de cancha o los cambios, dentro de un formato injusto –por la cantidad de opciones en juego en poco tiempo (Mundial, Juegos Olímpicos y Panamericanos)–, es ser reduccionista en relación con un grupo de mujeres que se ha hecho a sí mismo y que, como dice su entrenadora, se ganó en la cancha el respeto de una región.


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo