ECONOMÍA

Venezuela: ¿Cómo se ajusta la industria a una economía enana?

Fotografía de Juan Barreto | AFP

13/03/2020

El colapso de la economía venezolana dejó a la industria con una dimensión desmesurada para un mercado miniaturizado. El volumen de pedidos es ínfimo tras seis años consecutivos de recesión. 

Unicon es la principal empresa metalmecánica de Venezuela. Sus plantas en Puerto Ordaz, Barquisimeto y La Victoria tienen capacidad para transformar 700 mil toneladas de acero al año en inmensas tuberías que el sector petrolero utiliza para perforar pozos y armar oleoductos. Además fabrica tubos que las constructoras utilizan en acueductos, techos y rejas: hoy, estas costosas plantas trabajan al 2% de su capacidad.

La compañía forma parte de ArcelorMittal, el gigante global en el negocio del acero, con fábricas en 18 países. Héctor Rodríguez, presidente de Unicon, explica que “nos ha tocado reducir el elefante sin que pierda ninguna de sus piezas. Hoy somos un elefantico dentro de esa caja de fósforos que es la economía venezolana”.

Por el bajo volumen de actividad, Unicon cerró operaciones en Barquisimeto y Puerto Ordaz, pero realiza el mantenimiento adecuado para que, como dice Héctor Rodríguez, “el elefante pueda recuperar su tamaño cuando llegue el rebote de la economía; nuestras plantas no están desarmadas ni desarticuladas. Asimismo, tenemos el personal clave para operar el negocio y mantener la calidad del producto”.

Entre 2014-2019 el PIB de Venezuela se redujo a la mitad y el Fondo Monetario Internacional proyecta que este año caerá otro 10%. La producción petrolera, la principal fuente de divisas y un sector clave para otras actividades como la metalmecánica, ha caído al nivel más bajo desde 1945, y es un tercio de lo que fue en 1998.

En este entorno, el Banco Central de Venezuela registra que el volumen de la producción en la manufactura privada cayó 64% entre 2014-2018 y Conindustria precisa que al cierre del tercer trimestre de 2019, en promedio, las empresas solo utilizaban 20% de la capacidad instalada.

La adaptación

Empresarios explican que la adecuación al nuevo tamaño de la economía obligó a reducir el número de trabajadores, para lo cual ayudó que el Gobierno no aplicara de manera severa la ley de inamovilidad laboral, la emigración de parte del personal a otros países y la caída de los salarios en términos reales, que permitió otorgar bonificaciones extra para incentivar el retiro voluntario.

Al mismo tiempo, la inversión en reposición de equipos se redujo a lo estrictamente necesario y, para adecuarse a la caída en la capacidad de compra de la población, la agroindustria comenzó a ofrecer productos como mayonesa y leche pasteurizada en presentaciones de menor tamaño y empaques menos costosos.

El Gobierno ha reducido al mínimo el crédito bancario en bolívares a fin de contener la inflación, pero los industriales recurren a sucursales que los grupos financieros venezolanos tienen en otros países como Panamá, República Dominicana y Puerto Rico para obtener financiamiento en divisas y mantener la poca actividad de las plantas.

Como las compras de materia prima e insumos en el exterior ahora son de un volumen muy pequeño, se ha hecho común que dos o tres compañías se unan para realizar importaciones conjuntas, algo que también ayuda a disminuir los costos.

Otro factor a tomar en cuenta es que en distintas áreas de la industria, como la que elabora productos químicos, un número importante de empresas dejó de operar y las que permanecen controlan una mayor cuota de mercado.

Francisco Acevedo, vicepresidente de Conindustria, considera probable que comiencen las fusiones: “deberíamos comenzar a ver un proceso donde, por ejemplo, dos empresas cuya capacidad de producción es mil y ahora hacen 250 cada una, porque el mercado solo pide 500, se unan y comiencen a producir 500 en una sola planta para ser eficientes”.

“Otra opción va a ser el rediseño de negocios. Por ejemplo, una compañía que producía camiones y se dedica a reconstruir camiones usados con garantía de la marca. También es probable que algunas empresas transnacionales quieran vender las fábricas porque ya no les son rentables o que ingresen nuevos jugadores que creen nuevas plantas adaptadas al tamaño de la economía, como sucede en Centroamérica”, dice Francisco Acevedo.

Agrega que “ya entendimos que esto no es una crisis temporal. Esto fue un daño estructural a la economía, y hay que prepararse para muchos años de esta economía liliputiense”.

Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, explica que “la industria manufacturera tiene unas fábricas diseñadas para un tamaño de mercado que ya no existe, y tiene dos opciones: se reduce o exporta excedentes, pero para eso el entorno no es nada favorable”.

“La alternativa de reducirse es fácil plantearla, pero no es sencillo de implementar. Tendrías que eliminar de manera permanente la capacidad ociosa, seguramente enfrentar la resistencia de sindicatos, decidir qué hacer con la maquinaria; son decisiones que no son sencillas pero que tiene que pensarlas el sector manufacturero”, agrega Oliveros.

Empresarios consultados indican que una opción a ser evaluada es la venta de maquinaria usada a empresas en otros países que podrían estar interesadas en adquirir equipos a bajo costo, algo que ayudaría a preservar parte del capital de las compañías venezolanas.

Modelo importador

El cinco de febrero, el mandatario Nicolás Maduro afirmó que “la prioridad fundamental es construir una economía que garantice el mercado nacional y una economía exportadora; tenemos que ponernos en eso. No se logra de la noche a la mañana, pero ya hemos avanzado”.

La posibilidad de que comience un ciclo exportador en la industria manufacturera es ínfima: las cifras del Banco Central registran que entre 1998-2018 las exportaciones anuales privadas no superaron los 6.600 millones de dólares y en 2018 apenas aportaron 1.151 millones de dólares. 

La lista de inconvenientes para exportar incluye una moneda sobrevaluada, un déficit de energía eléctrica y de combustibles que limita la producción, falta de financiamiento y la ineficiencia de servicios esenciales como el manejo de la carga en los puertos.

“Pensar en un modelo exportador, salvo en pequeños nichos como cacao y ron, es inviable, no solo por los problemas de servicios públicos; también la infraestructura de puertos es deficiente, no hay competitividad, no existe una política que aliente las exportaciones”, dice Asdrúbal Oliveros.

Juan Pablo Olalquiaga, director de Asoquim, cámara que agrupa a las empresas del sector químico, explica que “actualmente la industria está en un primer anillo donde la demanda es muy baja. Requieres poco capital de trabajo, y el financiamiento de bancos off shore te permite sobrevivir; pero para ir a un segundo anillo es imprescindible resolver una serie de inconvenientes”.

“Superar el déficit de energía eléctrica, mayor financiamiento, corregir la sobrevaluación, tener convenios bilaterales para exportar, estructura fiscal ligera, superar el atraso tecnológico y tener en cuenta problemas estructurales: en la medida en que tienes una economía más pequeña pierdes toda la eficiencia derivada de sacar más unidades por hora, que es lo que los otros países van teniendo en comparación con nosotros” dice Olalquiaga.

El Gobierno parece estar decidido a favorecer las importaciones. Recientemente exoneró de impuestos la importación de productos terminados y mantiene el dólar lo más barato posible, incrementando los problemas de las empresas para mantener las ventas en el reducido mercado venezolano.

Asdrúbal Oliveros cree que hay una intención deliberada de marchar hacia un modelo importador: “La vía más fácil de generar abastecimiento y cierta sensación de bienestar es abriendo fronteras, permitiendo las importaciones y anclando el tipo de cambio. Una industria operando a baja capacidad tiene demanda mínima de energía y de combustible, dos cosas que actualmente el Gobierno no puede suplir”. 

La desindustrialización

El desarrollo de la industria manufacturera es un vehículo para que los países evolucionen desde actividades simples con mínimo valor agregado hacia la elaboración de productos más complejos que reportan mayores ingresos e incrementan la capacidad para exportar. Además, en la medida en que las empresas manufactureras aumentan la producción, absorben a trabajadores que están en otros sectores menos productivos.

A partir de 1950 la manufactura creció de manera sostenida en Venezuela hasta representar 20% del PIB a mediados de los años ochenta. Leonardo Vera, miembro de la Academia de Ciencias Económicas, precisa en su trabajo Paradojas de la desindustrialización, ¿Hay evidencia de la Tercera Ley de Kaldor para Venezuela?, que “la participación del empleo manufacturero llegó a su pico o máximo en 1988” y desde entonces comenzó un proceso de desindustrialización.

El retroceso de la industria se produjo en medio del colapso macroeconómico de finales de los años ochenta, la apertura comercial durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, la turbulencia política de los años noventa que incluyó dos intentos de golpes de estado y una crisis bancaria en 1994-1995. 

En 1998 Hugo Chávez asumió la presidencia y tras una severa crisis política en el lapso 2000-2003, que incluyó un intento de golpe de Estado, el Gobierno instauró una política de controles y expropiaciones de empresas.

El Instituto Nacional de Estadística registra que entre 1989-2007 el número de establecimientos industriales en Venezuela se redujo 25%, desde 9.464 hasta 7.093 y la mayor tasa de mortalidad ocurrió en la gran industria.

A este deterioro se ha sumado el descalabro de la recesión 2014-2019. Juan Pablo Olalquiaga explica que ha aumentado la destrucción de valor: “Se han roto cadenas industriales, por ejemplo, hasta hace poco en Venezuela se hacían detergentes de limpieza a partir de una base química que producíamos aquí, al igual que los blanqueadores, aromatizadores y el envase; había un valor agregado importante. Ahora buena parte de estas cosas se importan”.

Este proceso ha avanzado en la industria química: “El sector químico se ha ido maquilando, han desaparecido muchas empresas. Venezuela tenía cinco fábricas que producían resinas acrílicas, hoy se produce muy poco. Había dos fábricas de resinas epóxica, hoy no queda nada. Había siete fábricas de tinta, hoy queda muy poco. Había seis productoras de gases del aire como oxígeno y nitrógeno, solo quedan dos”, dice Olalquiaga.

Resume que “hemos pasado de tener cadenas industriales a ser maquila, la maquila es cuando traes cuatro cosas y las ensamblas”. 

Francisco Acevedo indica que, producto de la falta de inversión, “estamos obsoletos en tecnología, en investigación y desarrollo de nuevos productos. Elaboramos productos muy sencillos, por ejemplo, en el sector de pinturas son las mismas pinturas de hace veinte años, no hay nuevas tecnologías”.

Si bien el deterioro es significativo, Asdrúbal Oliveros destaca que el sector privado venezolano cuenta con ventajas que podrían ayudar a comenzar un proceso de recuperación: “Venezuela siempre fue un país de salida de capitales, entonces, nosotros en Ecoanalítica calculamos que entre particulares y empresas privadas los venezolanos tienen en el exterior activos por 700 mil millones de dólares. Si hay un cambio que otorgue garantías jurídicas y estabilidad macroeconómica, una pequeña fracción de ese dinero, que no todo está líquido, podría venir al país a modo de inversión”.

“Venezuela, por ser un mercado con poco desarrollo, permite alta rentabilidad en muy poco tiempo. Estas condiciones son un incentivo para volver a invertir”, dice Asdrúbal Oliveros.


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