Perspectivas

Vargas ya no es epónimo del litoral central

10/06/2019

José María Vargas

Vargas ya no es más un estado de Venezuela. Por orden de Jorge Luis García Carneiro, la entidad cambió la denominación que tiene desde 1998. Ahora se llama estado La Guaira, tal como lo refirió Nicolás Maduro hace un par de semanas en cadena nacional y como lo solicitaría Carneiro hace 2 meses. Mucho se ha especulado sobre las razones del cambio, entre los intelectuales venezolanos la noticia ha sido tema de debate y diversas han sido las posturas.

El 9 de marzo de 1864, triunfante la Federación, el presidente de ese momento, mariscal Juan Crisóstomo Falcón, decidió decretar la creación del Distrito Federal de Venezuela, reuniendo los viejos cantones de Caracas, La Guaira y Maiquetía, que a partir de entonces se convertirían en los departamentos Libertador, Vargas y Aguado. El espíritu civilista de Falcón se expresó en el reconocimiento del primer presidente civil de la República, quien en ese mismo año cumplía una década de haber fallecido en Nueva York: José María Vargas. Así, desde 1864, los habitantes de La Guaira asumieron el nombre Vargas, que se mantuvo como un departamento del Distrito Federal hasta el 3 de julio de 1998, cuando el presidente Rafael Caldera decretó su autonomía y lo convirtió en el estado número 23 de la República.

Pero habrían de transcurrir 21 años más para que la denominación dada por Falcón en 1864 y reconocida por Caldera en 1998 volviera a desaparecer de la historia nacional, al menos en el papel. El pasado 6 de junio, el Consejo Legislativo de ese estado decidió modificar el título de la entidad, por orden de su gobernador, el general en jefe Jorge Luis García Carneiro. La razón para cambiarle el nombre es un debate entre los círculos intelectuales: muchos aseguran que obedece al interés gubernamental de cambiar el pasado, mientras que otros consideran que se trata de un capricho sin explicación plausible. Pero todos coinciden en que el acto representa la poca importancia que tiene el legado de los civiles en la Venezuela bolivariana; aunque para los voceros del cambio toponímico es la resolución de un debate identitario.

Una pretensión totalitaria

El historiador Tomás Straka considera que los motivos de la modificación del nombre están articulados con la pretensión del chavismo por cambiar la historia nacional, esfuerzo que considera típico de las revoluciones con visos totalitarios, que buscan ampliar su control en la sociedad. “En el caso del chavismo lo hemos visto con la bandera, el escudo, el rostro de Simón Bolívar, el nombre del país. Todo un discurso histórico en el que han aparecido nuevos héroes y también villanos, ese universo o panteón chavista se va ajustando a las necesidades y a las interpretaciones de cada uno de los personeros del régimen”. Para Straka, el argumento de las lenguas nativas es una reivindicación parcial nada más, pues “el vocablo ‘guaira’ es una interpretación española que todavía sigue en discusión”.

“Uno podría imaginarse que al sabio José María Vargas no le quedan más enemigos, que hay un consenso general en torno a la enorme validez, calidad e importancia de su obra, sin embargo, no es así y se quiere borrar su nombre, a pesar de lo profundamente enraizado con la región”. Aunque coloquialmente el estado es conocido como La Guaira, englobar a todos los varguenses dentro del gentilicio “guaireños” genera incomodidad entre sus habitantes, ya que La Guaira es sólo una parte de la entidad, el resto son localidades distintas que reclaman su propio espacio, su propia voz y su propio mote. “Antes había un solo gran pontífice, Hugo Chávez, quien definía qué era bueno y qué era malo, y cómo había que interpretar las cosas, hoy hay más cabezas. Lo de Vargas parece estar asociado con ello”.

Un capricho banal

Elías Pino Iturrieta concuerda con esta última afirmación de Tomás Straka, pero difiere en que haya siquiera un esfuerzo de cambiar la historia con la modificación del nombre. “Vargas no ha sido motivo de desvelo para el Centro Nacional de Historia. No hay explicación plausible. Puede depender del capricho, de algo que alguna vez dijo Chávez, de cosas por el estilo. Si supieran de veras lo que significó Vargas para la modernización de cuño capitalista toparíamos con motivos consistentes, pero no saben nada al respecto”. José María Vargas fue un liberal que abogó por el desarrollo basado en los principios manchesterianos que trajo de Edimburgo, y en los que creía firmemente, pero eso no aparece en la justificación de García Carneiro. “Cambiar a Vargas por Carujo es algo difícil de tragar, verlo así es muy rebuscado”.

En la segunda mitad del siglo XIX, Antonio Guzmán Blanco también cambió algunos nombres de los estados por capricho propio, y Pino Iturrieta no lo deja por fuera cuando habla del presente: “Parecen cosas guzmancistas, y ojalá lo sean, porque de los cambios que hizo en el mapa, hoy no se acuerda nadie”. El historiador explica que, si bien se ha pretendido cambiar la historia, no hay que bucear en la profundidad para buscar explicaciones. “Quizá la razón se encuentre en conversas de botiquín. Lo cual no le quita trascendencia al asunto, sino todo lo contrario. Es terrible que de una banalidad se cree un problema que atañe a la sensibilidad colectiva”. Una refriega contra el civilismo pareciera ser lo más evidente, sin embargo, para el editor de El Nacional, el asunto “no es una hostilidad digna de atención”.

Un debate identitario

“El cambio de nombre viene a corregir una distorsión identitaria generada en 1998, cuando se creó de manera apresurada, sin atender a los elementos que identifican esta región. No busca reivindicar per se lo aborigen, aunque reconoce los aportes de ese pasado”, apunta el cronista del estado, Jesús Cumare, uno de los principales voceros del cambio del nombre. En su opinión, el acto viene a sellar una discusión que arrancó en la década de 1980, cuando se propuso el nombre “La Guaira” para el municipio que se iba a crear, en medio del proyecto descentralizador de aquellos años. “Nosotros retomamos el debate hace 13 años, donde hubo posiciones a favor y en contra. Lamentablemente el debate se politizó y nos parece bizantina esa dicotomía chavismo-antichavismo, porque se trata de la identidad histórica de la región”.

Cumare asegura que nadie ha planteado borrar el nombre de Vargas, porque el municipio seguirá llevando la designación, así como otras instituciones, entre ellas el principal hospital. “La dicotomía militarismo versus civilismo responde a posiciones políticas interesadas, buscamos es reconocernos a nosotros mismos y ver cómo nos reconocen otros: guaireños y guaireñas, eso ha sido así siempre”. Vargas fue quien exhumó los huesos de Simón Bolívar, con quien tuvo cercanía desde 1827, por eso el cronista dice que la decisión no es antibolivariana ni antivarguense. “La iniciativa va a favor de nuestros elementos de identidad, los méritos de Vargas no están y nunca han estado en discusión, eso sería inútil y mezquino, ese no es el meollo del debate, sino la identidad, porque Vargas también era guaireño”.

Un atentado contra la libertad individual

Carolina Guerrero, autora de la última biografía sobre el personaje, publicada en 2006 por la Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional y el Banco del Caribe, considera que lo sorprendente del asunto no es el cambio de nombre en sí, sino el tiempo que le tomó al régimen llevarlo a cabo. “La figura de José María Vargas no es consistente con el discurso socialista. Vargas probablemente sea uno de los principales ejemplos que tenemos en la sociedad civil venezolana de un individuo plenamente liberal”, apunta la politóloga. Ideas que comparte con Pino Iturrieta: “Vargas le declaró la guerra a la vagancia, habló del trabajo como pilar de la república y vinculó el destino de la sociedad al fomento de la riqueza de los particulares. Todo esto lo convierte en un contrarrevolucionario desde los clichés chavistas”.

Pero Guerrero también coincide con Straka en lo referente a la pretensión totalitaria, al referirse a la mención realizada por Nicolás Maduro hace un par de semanas: “Lo que hizo Maduro fue demostrar que el poder político totalitario no tiene límites y que, sin necesidad de pasar por todos los trámites aparentemente legales para proceder con el cambio de nombre, ya él podía nombrarlo como había acordado la facción chavista”. Borrar lo civil de la historia es entonces un interés por parte del militarismo imperante, Straka lo deja entrever: “Es simbólico que el héroe del civismo, el hombre que se planteó en frente de Carujo y dijo que el mundo es de la justicia, sea borrado de la toponimia precisamente por este gobierno, a petición de un militar. Eso genera sospechas, y es algo que se pudiera leer entre líneas”.

En junio de 1835, Vargas enfrentó el primer golpe de Estado de la historia del país, por parte del sector militar. El acontecimiento significó un duro golpe al orgullo cívico y a las instituciones republicanas, que desde entonces sufrieron la presencia del personalismo y el autoritarismo. “La figura de José María Vargas para la sociedad venezolana evoca los valores plenamente liberales. Fue un hombre preocupado por insuflar la racionalidad en sus compatriotas, en hacerle ver al otro que se debe procurar el bien, la vida, la familia y el trabajo, que hay que afinar los recursos y talentos para ser productivo y generar riqueza”. Ese tal vez haya sido el motivo por el que Juan Crisóstomo Falcón decidiera reconocer su figura en la reorganización territorial tras la Guerra Federal, reconstruir las garantías individuales.


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo