Cuando Guillermo del Toro aún era un niño, su abuela, una verdadera matrona mexicana, intentó exorcizarlo dos veces. Con bendiciones y escapularios quería sacarle esos demonios que tenía adentro y que lo hacían pintar una y otra vez sobre hojas de cuadernos figuras monstruosas, seres de otros mundo. Pero según bromeó algún día el director en una rueda de prensa, la abuela “no lo logró”, no porque su devoción no fuera suficientemente fuerte, sino porque los monstruos que habitaban en la cabeza de su nieto estaban destinados a salir de otra manera: proyectados en la pantalla del cine.Justamente un monstruo, uno marino que puede respirar igual debajo del agua que en la tierra, uno de piel de colores fantásticos, como la de los peces más exóticos, y de cuerpo masculino y bestial, uno que vive en el Amazonas y que unos hombres del servicio secreto de Estados Unidos han encontrado, ha llevado a Guillermo del Toro ha ser nominado a 13 premios de la Academia, entre ellos Mejor Director y Mejor Película.
En su más reciente cinta ‘The shape of water’ (‘La forma del agua’) ambientada en Baltimore de los años 60, además de un mosntruo hay una mujer, Elisa Espocito (interpretada por Sally Hawkins, nominada también a mejor actriz). Ella es muda y trabaja en la limpieza de un cuartel militar en donde ha sido llevado este espécimen marino – que del Toro ha calificado de ‘el David de Miguel Angelo’ de sus monstruos- para ser analizado por los científicos.
Eliza es la habitante de un mundo marginal, -no por eso carente de poética-. Comparte casa con su mejor amigo, un hombre gay y mayor, preocupado porque ha perdido su pelo y porque ante la aparición de la fotografía ya nadie le compra sus dibujo. En el trabajo hace turnos con una mujer negra que es quien traduce sus señas al resto del mundo y en los sótanos del cuartel, encerrado en un tanque, Eliza ha conocido al monstruo, lastimado por los militares, del que se ha enamorado.
«Lo que es hermoso para mí es que cada personaje en la película tiene problemas para comunicarse, y justo los dos personajes que no tienen el poder de hablar, son mudos o no conocen las palabras de los hombres, se comunican maravillosamente», le dijo del Toro a NPR.
El director así ha creado un equipo de protagonistas que son la encarnación del otro, el diferente, la minoría: mujer muda, mujer negra, hombre gay, monstruo. Todos claro ignorados y sobre todo siempre susceptibles de ser despreciados por un gran jefe (interpretado por Michael Shannon), que más allá de cualquier interés científico, lo único que quiere es eliminar a la criatura que lo enfrenta a lo que no conoce.
La pertinencia de la obra de Guillermo del Toro parece abrumadora. Ambientada en las tensiones nucleares de Estados Unidos con Rusia, en un mundo donde impera el racismo, en donde los gays son vilipendiados, y en el que la de la limpieza tiene que soportar que su jefe, que ostenta un Cadillac, tiene una mujer rubia en casa y un televisor en la sala de la casa, le diga que podría hacerla gritar en la cama a pesar de ser muda, la cinta parece recordar que muchas cosas de ese pasado no parecen tan descabelladas en nuestros días.
«La película habla de conectarse con el otro, de la empatía, de cómo nos necesitamos mutuamente para sobrevivir. Y es por eso que el título original del guión cuando lo escribí fue ‘A Fairy Tale for Troubled Times’ (‘Un cuento de hadas para los tiempos tumultuosos’), porque creo que esta es una película increíblemente pertinente, que es casi como un antídoto contra gran parte del cinismo y la desconexión que experimentamos día a día «, confesó el director.
Luego, al final, la cinta que goza de belleza narrativa, muy cercana a la celebrada cinta ‘Amelí’, y estética, deja una sensación esperanzadora gravitando en el ambiente: en un mundo en donde los diferentes son los enemigos, ellos terminan por ser los vencedores. Bueno, también queda un hálito de mágico romanticismo.
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Este texto fue publicado originalmente en Univisión Noticias.