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Como lo prometiera al inaugurar sus actividades y espacios el pasado mes de mayo, Fundación La Poeteca cierra el 2018 presentando sus primeras publicaciones. Se trata de cinco poemarios pertenecientes a jóvenes autores venezolanos. En la colección Primera Intemperie aparecen Galateica de Julieta Arella; Tuétano de Andrea Crespo Madrid; «El jardín de los desventurados» de José Manuel López D’Jesus: y Los futuros náufragos de Yéiber Román. Y en la colección Seamos Reales, llega el poemario Kerosén de Valenthina Fuentes, también inédito y ganador en 2017 del Premio de Poesía de la Bienal Literaria Eugenio Montejo
Del libro Galateica, de Juliete Arella (Caracas, 1990)
La espera se hace eterna
Espero con ansias la llegada del viaje
he cambiado mi pose tantas veces para huir
que cuando al fin llegue
verás en mí a una contorsionista
haciendo su última y más peligrosa maniobra.
Del libro Tuétano, de Andrea Crespo Madrid (Valencia, 1995)
Hospital
me atormentan todos los pretéritos
seductores del trazo
montañas errantes
dispersas y peregrinas
en la opacidad de la pantalla
me ahogo entre sístoles y diástoles
atravesadas por el mástil de plástico
que lleva ahora como bandera
tu garganta muda.
Del libro El jardín de los desventurados, de José Manuel López D’Jesús (Mérida, 1990)
VII
Es obligatorio:
levantarse,
poner un pie sobre la luna, otro sobre la gravedad,
agarrar una tijera, cortar pelos de escoba.
Es necesario:
escuchar el descanso del búho en el aire,
respirar,
espiar,
jugar con la intermitencia.
La piel viaja con el halcón que amanece al fondo de la calle,
el trigo es un cuarto:
lugar perfecto en el vacío.
Del libro Los futuros náufragos, de Yéiber Román (Caracas, 1996)Cómo lastima ver a un ángel engañado
La abuela,
en medio de su inocencia senil,
creyó ver perdido a uno de los villanos.
Murmuró uno de sus acostumbrados palíndromos
para «desear suerte» al infame:
—Liga, opaco; capo ágil.
Imaginó a San Miguel Arcángel dominándolo,
tal como él lo hace en el afiche en la puerta de la casa.
Algo ella no sabía:
todo era una alegría perecedera.
El hombre opaco parece inmune a la honradez,
blindado al pago por todas sus faltas.
Al menos, si ella no se entera de nada,
seguirá teniendo ilusiones,
tan faltantes en su niñez.
Si ella no se entera de nada,
su corazón no empezará con sus reclamos,
y yo podré ver otra vez su risueña dentadura,
analgésica contra mi alrededor.
Cómo lastima ver a un ángel engañado.
Valenthina Fuentes.Del libro Kerosén, de Valenthina Fuentes (Caracas, 1985)
Y todo reducido al dedo
al dígito punzante de la cifra que somos
todo reducido al dedo
a la pantalla brillante de placer
Todo mi cuerpo
sobre la intensa radiación del dedo que selecciona
mi cuerpo todo
se hunde en esa sensación del dígito
donde la piel se acumula
en la ranura lisa por la que nos estriamos
y dejamos la huella transparente y oscura
–de la perfecta intimidad–
y todo el espesor se agota en un solo dedo
apuntalado por los ojos de la humanidad entera
hundida en el calor estéril del espejo opaco
cuando la pantalla dormita sus colores más puros
y nos enciende.
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