Perspectivas

Una apuesta a favor de Italia

Fotografía de Marco BERTORELLO | AFP

01/10/2021

MILÁN – El 18 de septiembre tuve el privilegio de participar en el Encuentro Nacional de la Federación Nacional de los Caballeros del Trabajo, la federación italiana de élites empresariales, reunión en la cual cada año se reconocen a 25 empresarios por su liderazgo, innovación y contribuciones a la sociedad. El estado de ánimo que flotaba en el ambiente era sorprendentemente optimista.

El optimismo sobre las perspectivas económicas de Italia, que oscilan entre un optimismo cauteloso hasta uno casi incontenible, no se limita a este grupo. Tampoco es difícil identificar qué es lo que está impulsando este sentimiento de optimismo. Sin embargo, este sentimiento llega en un momento inusual. Al fin y al cabo, la economía mundial está luchando no sólo para recuperarse de la conmoción causada por la pandemia, sino también para adaptarse a una difícil nueva normalidad, caracterizada por vientos en contra del clima, la congestión de las cadenas de suministro y crecientes tensiones geopolíticas.

Tras más de dos décadas de un lento crecimiento económico y un rendimiento por debajo del potencial, el optimismo de Italia es aún más sorprendente. Sin embargo, dos factores que se refuerzan mutuamente parecen estar cambiando la situación en la actualidad: un gobierno creíble y eficaz, dirigido por el Primer Ministro Mario Draghi, y una nueva disposición de la Unión Europea para brindar un sólido apoyo fiscal a la inversión. Estos dos factores no están desvinculados entre sí.

En recuperaciones económicas sostenidas y sólidas, la inversión del sector privado es el impulsor que se tiene más a la mano para promover el crecimiento y el empleo. Pero el sector público debe crear un entorno propicio invirtiendo en activos tangibles e intangibles clave, así como actuando como un reformador y regulador creíble.

La fe en la capacidad del actual gobierno de Italia para cumplir con estos roles es fuerte. Para empezar, el historial de Draghi inspira respeto. En su posición como presidente del Banco Central Europeo, Draghi mostró su firme compromiso con lograr avances en materia de integración y prosperidad en Europa, y demostró su voluntad en cuanto a tomar medidas valientes cuando ello fuera necesario.

Además, Draghi ha poblado su gobierno de ministros talentosos y con experiencia. El resultado es un gobierno pragmático y de decisiones firmes, pero a su vez, también es un gobierno dispuesto a debatir temas polémicos y que se encuentra abierto a la experimentación. Esta es una combinación ganadora.

Sin embargo, a pesar de todas sus fortalezas, el gobierno de Italia aún enfrenta fuertes restricciones fiscales. Debido a que la deuda soberana se disparó al 160% del PIB durante la pandemia, el gobierno se dará cuenta que invertir adecuadamente en el crecimiento futuro le será, como mínimo, un gran desafío.

En este punto es donde entra en juego la UE. Si la pandemia encierra una lección para el mundo, es que nadie está a salvo hasta que todos estén a salvo. Del mismo modo, ninguna parte de la UE puede alcanzar sistemáticamente su potencial económico si otras partes tienen dificultades para financiar la inversión y sostener el crecimiento.

Por eso, el año pasado, el bloque acordó crear un fondo de recuperación de 750.000 millones de euros (870.000 millones de dólares), conocido como Next Generation EU, con el propósito de financiar inversiones en ámbitos vitales, como por ejemplo, el capital humano, la investigación y desarrollo, la transformación digital y la transición hacia energías limpias. El fondo podría marcar una real diferencia, no sólo por su tamaño, sino también porque la financiación está condicionada a planes creíbles a nivel nacional, y debido a que dicha financiación se provee en tramos, y está supeditada a su implementación eficaz.

Next Generation EU marca una nueva dirección para el bloque. Después de que la debacle financiera mundial del año 2008 desencadenara una serie de crisis de deuda a lo largo y ancho de toda Europa, hubo una feroz resistencia a las propuestas que incluían transferencias fiscales. Los defensores de la austeridad se impusieron y ganaron esa lucha.

Esto no ocurrió esta vez. La diferencia puede explicarse en parte por el hecho de que la pandemia afectó a toda la economía mundial, mientras que las crisis de deuda que vinieron tras la crisis de 2008 fueron atribuidas, de manera individual, a la “irresponsabilidad fiscal” de cada uno de los países. Además, en aquel momento existían serias dudas sobre la capacidad de algunos gobiernos para utilizar sabiamente los fondos transferidos. Cualquiera que hubiese sido el motivo para ello, la UE sufrió mucho debido a su enfoque posterior al año 2008, mismo que socavó gravemente la cohesión y la solidaridad, especialmente en las economías problemáticas del sur de Europa.

Hoy parece estar ocurriendo lo contrario. En el caso de Italia, la confianza en la integridad y la competencia del gobierno ya está dando lugar a una mayor inversión extranjera y nacional, a pesar de que el programa de reformas todavía se encuentra en sus primeras etapas. La misma impresión, sin lugar a duda reforzada por las impecables credenciales europeas de Draghi, también está impulsando a que la UE esté más dispuesta a brindar su apoyo fiscal, estimulando aún más la confianza de los inversores.

Italia recalca cómo, bajo las condiciones adecuadas, el optimismo puede convertirse en una profecía auto-cumplida. Se tiende a pensar que las expectativas son un reflejo de la realidad que se vive en el terreno. Pero, si se tiene en cuenta que las expectativas impulsan las decisiones de inversión, también pueden contribuir a dar forma a esa realidad. En términos económicos, son endógenas al sistema: las expectativas son resultados y también son insumos.

Sin duda, si las expectativas divergen significativamente de la realidad subyacente, con el pasar del tiempo acabarán siendo recalibradas. Pero el optimismo, junto con una reforma eficaz, también puede apoyar la transición desde patrones de bajo crecimiento hacia patrones de alto crecimiento. Asimismo, el pesimismo puede socavar la inversión y el crecimiento. La mejor manera de comprender gran parte de las experiencias por las que atravesaron las economías emergentes en cuanto a su desplazamiento hacia un crecimiento más alto y sostenido se presenta en términos de las dinámicas descritas.

Esta experiencia también ha puesto de relieve un factor determinante de los resultados: el liderazgo. Un gobierno que promueve una visión de un mejor desempeño económico y que inspira confianza en que puede cumplir esa visión, mejora drásticamente las posibilidades de que una economía se desplace desde un equilibrio con cero crecimiento hacia un patrón de crecimiento más alto y sostenido. Esto puede ser lo que estamos viendo en Italia hoy en día, situación en la cual el apoyo fiscal europeo proporciona un impulso adicional.

Está por ver si Italia realmente ha alcanzado un punto de inflexión en su economía. El gobierno aún debe implementar un programa sustancial de inversiones y reformas, y podrían aparecer muchos escollos. Sin embargo, debido a que la administración de Draghi parece ya haber levantado el peso que conllevan las bajas expectativas y una débil confianza, las perspectivas económicas de Italia son mejores que aquellas que tuvo este país durante mucho tiempo.

Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos

Michael Spence, premio Nobel de Economía, es profesor emérito de la Universidad de Stanford y miembro sénior de la Hoover Institution.

Copyright: Project Syndicate, 2021.
www.project-syndicate.org


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