Un tributo a Bill Collins

23/03/2020

El centro estadounidense es considerado uno de los basquetbolistas importados más dominantes que ha jugado en Venezuela. Con el paso del tiempo su legado ha crecido al recordársele por su coraje, pasión y fuerza. 

En junio de 2005, el Consejo Nacional de la Raza (NCLR), una organización que reúne a más de 300 agencias hispanas en Estados Unidos, celebró su convención anual en la ciudad de Filadelfia. De esa manera, el diario para el cual yo trabajaba El Sol Latino Newspaper–, se convirtió en el medio oficial de la conferencia, y nos vimos en la tarea de editar un periódico dedicado exclusivamente a lo que sucedía en el evento. El congreso duró tres días. Contó con la asistencia de unas 15 mil personas y de invitados especiales como Hillary Clinton. Al concluir la conferencia, mientras todos los expositores recogían sus artículos promocionales, folletos y obsequios, me di un paseo por la sala, intentando saludar a los distintos patrocinadores. Uno de los stands en el auditorio era de la oficina de turismo de la ciudad de Las Vegas. Allí saludé a una elegante señora, muy alta, de esbelta figura y piel negra, quien luego de saber que yo era de Venezuela, tuvo conmigo una conversación más o menos así:

Yo me casé en Venezuela.

No te creo, ¿por qué allá?

Porque me casé con un basquetbolista que estaba jugando en ese país.

¿Cómo se llama ese jugador? 

Es que no vas a saber quién es dijo con una sonrisa).

Hazme una prueba. 

Bill Collins.

Fue en ese momento cuando la bella dama quedó sorprendida por mi respuesta inmediata y en voz alta: 

¡Bill Collins! ¡Pero si yo odiaba a tu marido! Él era jugador del Caracas en la Liga Especial de Baloncesto de Venezuela. Era fuerte, rebotero, peleaba duro y siempre tenía batallas a muerte contra mis Guaiqueríes. 

La señora, llamada Mya Lakes, quedó enmudecida. Lo único que se le ocurrió hacer fue buscar souvenirs de Las Vegas para regalármelos, incluyendo un juego de monopolio que aún conservo. Años más tarde nos conectamos de nuevo cuando le escribí para darle mis condolencias por el deceso de Bill, y esta fue su respuesta: 

Hola René, ¡es un placer escuchar de ti! Es cierto, Bill falleció el año pasado. Fue un golpe devastador para nuestra familia. Todavía es muy duro de aceptar. Gracias por tu amable condolencia. Él fue el hombre más maravilloso del mundo. Aunque no seguíamos casados, yo lo amé mucho y siempre lo haré.  

William Russell Collins nació en Boston, Massachusetts. Realizó una gran carrera en el baloncesto colegial jugando para las Águilas de Boston College y fue seleccionado por los Boston Celtics en el draft de la NBA. En el básquet profesional se inició en la Liga Especial de Baloncesto de Venezuela, donde disputó las temporadas 74, 75 y 76 con Los Ahorristas del Caracas, antes de iniciar un peregrinaje por tres clubes italianos y dos españoles. 

En nuestro país dejó un grato recuerdo, no solamente en la afición, sino también en sus rivales y compañeros de equipo, quienes aún le reconocen sus habilidades dentro y fuera del tabloncillo. Su dominio debajo de los tableros y sus espectaculares jugadas en los momentos decisivos de los encuentros llevaron al reconocido periodista deportivo, Leonardo Rodríguez, a describirlo como un ‘Money Player’ en las transmisiones televisivas de la Liga Especial. 

Así lo recuerdan: 

Bruno D’Addezio: el tirador de larga distancia, el que la metía desde la esquina antes de aprobarse la cesta de tres, recordó a Bill Collins de la siguiente manera: “Con Bill desarrollé una gran amistad, él venía con frecuencia a mi casa. Cuando jugó en Italia, me escribía con regularidad en una época en la que todavía no existían ni teléfono celular ni internet. Era un jugador puesto 4-5 con mucha movilidad, que usaba mucho el pick and roll para marcar puntos. Recuerdo que una vez me dijo que tendría que poner una tarifa por cada cortina porque gracias a él yo anotaba muchos puntos”.  

Luis Sosa: uno de los más grandes centros en la historia de nuestro baloncesto, avalado por sus 6 títulos de campeón en 10 finales disputadas, recordó así a su rival debajo del tablero: “A pesar de que yo era un novato, me pareció que Bill era uno de los jugadores más altos, más fuertes y más técnicos a los que yo me tuve que enfrentar. Hubo muchos americanos de jerarquía en esa época de la liga; sin embargo, cada vez que nos tocaba enfrentar al equipo de Caracas, que en ese momento era nuestro rival más acérrimo, Collins era un dolor de cabeza, porque él sabía manejar el juego de espalda al aro, sabía utilizar las dos manos. Defensivamente era muy bueno porque tenía el timing para el bloqueo. Por esta razón teníamos que ser muy inteligentes para enfrentarnos a él. Yo en ese momento tenía una gran ventaja porque jugaba con el ‘camión’ Gerald Cunningham, quien en los momentos difíciles me apoyaba y exigía respeto, así que si Cunningham veía que un jugador como Bill me estaba desbordando, él me decía ‘marca tú al mío que yo me encargo de él’. Cada vez que alguien me desbordaba por experiencia, tamaño, envergadura o sabiduría en el básquetbol, llegaba el ‘camión’, se quedaba con ese hombre un rato, lo apaciguaba y me lo volvía a entregar (risas)”.   

Pedro Scott: el jugador ficha del Caracas, en tiempos de Tulo Rivero, Kunda Tovar, Howard Gerdel o Chubby Cox, también tuvo palabras para Collins: “Fue un excelente jugador, dentro y fuera de la cancha. Se movía muy rápido para ser un puesto 5. Era bueno al ataque y en la defensa, tenía buen olfato, era reboteador. A Bill le gustaba la salsa, escucharla y bailarla y frecuentaba la discoteca La pelota en la avenida Casanova, donde iba a escuchar salsa vieja”. 

Gustavo Maza: otro grande de nuestro baloncesto, exselección nacional en Juegos Bolivarianos y Centroamericanos y también excompañero de Bill Collins, expresó lo siguiente: “Con Bill compartí en mi primer año en la liga con los Ahorristas del Caracas, cuando apenas tenía 16 años. Él ya era el mejor centro que había jugado en Venezuela y había sido jugador importante de Boston College y luego fue drafteado por los Boston Celtics. Era un gran trabajador en los entrenamientos, me gustaba ver cómo jugaba y cómo se movía. Fue muy amable conmigo. Me corregía en las prácticas, me enseñaba movimientos, por el hecho de ser yo el más chamo y el más consentido. En una ocasión vino un exNBA a la liga y cuando Bill supo que ese jugador había venido a Venezuela, me dijo ‘yo me quiero enfrentar a ese tipo porque es un rival muy fuerte’. Ese americano si te metía 10 puntos era por medio de cinco clavadas y yo lo único que pensaba era que si Bill, quien era una estrella, no lo podía marcar, qué quedaría para mí”. 

Gustavo Solórzano: otra ficha del Caracas, quien conformó con Kako una de las pocas parejas de hermanos en nuestro baloncesto, compartió la siguiente anécdota: “En el año 80 estábamos en un autobús en Plaza Venezuela esperando que llegaran los otros compañeros de equipo para ir a jugar al poliedro. Bill y yo estábamos sentados en la parte de atrás conversando. Yo le decía vainas en inglés y él me contestaba en español. Lo reté diciéndole ‘vamos a ver quién habla mejor, yo inglés o tu español’, y José ‘Careca’ García, quien había jugado en Los Ángeles, sirvió de juez, preguntándonos palabras a mí en inglés y a Bill en español y, cuando terminamos, José dijo ‘empate, los dos hablan igual de mal’ y eso fue una risa colectiva en el autobús. Yo hablaba machaqueado y Bill Collins hablaba como Sam Shepherd, que no se le entendía un carajo. Que Dios lo tenga en su reino”.  

Nelson ‘Kako’ Solórzano: su tarjeta de presentación simplemente dice «Héroe de Portland» y «Conquistador de México». Coincidió con Bill Collins apenas un año antes del fallecimiento del basquetero estadounidense. “Cuando viajamos al Torneo de Las Américas en el 2007, que era clasificatorio para los Juegos Olímpicos, noté que Bill estaba trabajando en el gimnasio como acomodador, llevando a los aficionados a los asientos que le correspondían según sus boletos. Estuve hablando con él sobre su paso por Venezuela y me recordó que él le decía a mi hermano que yo era el mejor de los dos y que le impresionaba cómo yo jugaba. Cuando yo era fanático, en los años 78 y 79, después de jugar en Simón Rodríguez, nos íbamos a la Cachucha de la U.C.V. y nos coleábamos para ver jugar al Caracas contra Beverly Hills o contra Millonarios de Miranda, eso era súper emocionante”.


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