Literatura

Un Sueño para Venezuela

07/06/2020

Introducción

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Siempre nos hallamos en algún estado emocional. Y el estado emocional en el que nos hallemos condiciona la percepción de nuestro entorno y de nosotros mismos, impulsándonos a actuar de una cierta manera y no de otra. La rabia nos incita al ataque; el miedo nos conduce a la huida o a la sumisión; la frustración nos hunde en la pasividad. La esperanza, por su parte, nos impulsa al emprendimiento creador.  

Emoción y estado emocional no son lo mismo. Una emoción es una respuesta mental y fisiológica para la acción ante eventos externos o experiencias internas. Los estados emocionales, en cambio, constituyen parte de ese trasfondo, muchas veces inconsciente, que nos predispone a actuar de cierto modo. Así, tener un ataque de rabia no es lo mismo que vivir rabioso. Aquí queremos referirnos a los estados emocionales. Queremos destacar, en especial, que ellos están estrechamente asociados a los relatos que creamos para interpretar nuestras circunstancias.

En efecto, los seres humanos no solo somos emocionales: también somos narradores de historias. No es algo que podamos dejar de hacer. La necesidad de dar sentido a nuestro devenir en el tiempo nos exige hilar los hechos en tramas y relatos. Explicar, imaginar o proyectar es dar forma a relatos que nos contamos a nosotros mismos y a otros. Estos relatos son, en parte, contenidos que nos transmite, por diversos mecanismos, la cultura a la que pertenecemos.

Comprender la relación entre narrativas y estados emocionales nos parece fundamental. Las narrativas sobre nuestro entorno y sobre nuestras capacidades para actuar en él son, tal vez, los factores más importantes para entender por qué nos ubicamos en uno u otro estado emocional. Pero la situación en la que creemos estar depende, a su vez, del estado emocional en el que nos hallemos. Existe, pues, una relación de mutua causación entre emociones y narrativas. De la adecuada comprensión de esta circularidad depende nuestro buen desempeño como personas, como grupos, como sociedad.

Consideremos, por ejemplo, las narrativas que podemos calificar como políticas. Una narrativa política es, en un sentido general, un relato –o un conjunto de relatos– que nos permite explicarnos el pasado y el presente de una sociedad y prefigurar su futuro. Estas narrativas cumplen funciones de esclarecimiento, de diseño, de movilización. En ellas se entremezclan postulados científicos, interpretaciones históricas, creencias colectivas.

En toda sociedad conviven y compiten varias narrativas políticas. Algunas de ellas favorecen la convivencia y la cooperación; otras nos hacen desconfiar e incentivan el conflicto social. Hay narrativas que generan esperanza y hay narrativas que promueven el odio o el miedo. Estos distintos estados emocionales, a su vez, hacen a las personas proclives a aceptar algunos relatos y a rechazar otros. De esta manera, narrativas y estados emocionales se potencian mutuamente, haciendo que, en algunos casos, una sociedad quede presa de sí misma y en otros que progrese de manera indefinida. Digámoslo así: el desarrollo, en sus múltiples dimensiones, está acompañado de ciertas narrativas políticas y está reñido con otras. 

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Cifras de un estudio de opinión realizado hace algunos meses reflejan los estados de ánimo dominantes en nosotros. Unas tres cuartas partes de la población que se define a sí misma como opositora al régimen afirma experimentar estados emocionales negativos (angustia, enojo, desilusión, desesperación). Esos estados de ánimo estarían también presentes en aproximadamente la mitad de quienes no se definirían políticamente e, incluso, en alrededor de una tercera parte de quienes se consideran chavistas. Por otra parte, solo en este último grupo habría un porcentaje de personas significativo (cerca de un tercio) con estados de ánimo positivos (tranquilidad, agradecimiento, optimismo, entusiasmo). Es de suponer que este «mapa» emocional haya experimentado cambios y hoy imperen en todos los sectores estados emocionales negativos.

¿Qué narrativas podrían estar detrás de estos distintos estados de ánimo? Afirmar que solo dos una narrativa democrática y otra chavista sería una simplificación tal vez extrema. No sería muy difícil crear otro «mapa», uno de narrativas políticas relevantes. Sería posible diferenciar así narrativas más específicas, asociadas a las circunstancias vividas por distintos grupos: narrativas de socialistas convencidos, de capturadores de renta (o «enchufados», para entendernos), de demócratas, de conservadores. Estas no serían, desde luego, narrativas independientes unas de las otras y, más bien, se solaparían entre sí de diversas maneras.

Lo que sí resulta evidente es que no existe hoy entre nosotros una narrativa que cumpla, al mismo tiempo, con dos condiciones deseables: ser mayoritariamente compartida e infundir estados emocionales positivos. Uno de los desafíos de los venezolanos consiste, pues, en dar forma a una narrativa comprensiva e inspiradora, capaz de articular a otras narrativas y de adecuar nuestros estados emocionales al desafío de nuestra liberación y de nuestra reconstrucción. 

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En Un Sueño para Venezuela ofrecemos una narrativa política que pretende ser tanto verosímil como esperanzadora. Al fin y al cabo, no todo lo deseable es posible y no todo lo posible es deseable. Una narrativa política como la que requerimos no puede ser solo un cuento estéticamente bien logrado y debe proponerse conjugar razón, imaginación y emoción. No puede limitarse a dibujar un país ideal y debe promover nuestro aprendizaje sobre lo que hemos hecho bien y lo que hemos hecho mal. Una narrativa política es, sin duda, un complejo «artefacto» cultural.

Con esa perspectiva en mente, nuestra narrativa contiene cinco momentos presentados como otras tantas preguntas: ¿A dónde queremos y podemos llegar? ¿Dónde estamos hoy? ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Con qué contamos para salir de la situación actual? ¿Cómo hacemos para cambiar? Las respectivas respuestas a estas interrogantes conforman los capítulos del trabajo.

No pretendemos, ni por asomo, haber agotado el debate sobre estos temas con nuestras respuestas. Requerimos, en realidad, una amplia y profunda conversación cívica sobre nosotros mismos. Todo ciudadano reflexivo y preocupado por el destino de nuestra sociedad debería sentirse convocado a ella. Esta es nuestra contribución. Es la razón que justifica el tono pedagógico del texto: es un intento, ojalá exitoso, de presentar asuntos de relativa complejidad en forma accesible a un público no especializado.

Este libro constituye una nueva edición, revisada y sustancialmente modificada, de un texto escrito hace veinte años por uno de nosotros. Esta nueva edición ha sido redactada esta vez «a cuatro manos», con el valioso apoyo de generosos amigos y compañeros. Advertimos que nos hemos permitido usar libremente, sin hacer citas que entorpeciesen la fluidez de la lectura, muchos extractos de otras obras nuestras. Es necesario agregar que este libro estaba listo para su publicación pocas semanas antes del inicio de la pandemia del COVID19. Dado el agravamiento extremo de las duras circunstancias que ya vivía el país, hemos decidido divulgar el libro en forma gratuita.

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En el año 2000, la primera edición de este libro proponía un camino alternativo y mejor al que la mayoría de la sociedad estaba tomando, tras los pasos de un líder carismático. La experiencia y la reflexión nos han servido para entender lo trágicamente equivocada que resulta ser una revolución socialista. Los tiempos que corren representan el final de ese terrible experimento en nuestro país y, por esa razón, constituyen una oportunidad propicia para presentar, de nuevo, una narrativa política inspirada en la libertad, la inclusión, el progreso.

En materia de cambio social puede resultar equívoco colocar un calendario a nuestras expectativas. El año 2020 fue utilizado, en la primera edición del libro, solo como una referencia, tal como el año 2038 es usado en esta nueva edición. Mas lo cierto es que ninguna sociedad puede saber lo que el futuro traerá consigo. Por ello una visión de nuestro porvenir debe estar siempre abierta a lo inesperado y debe evitar quedar congelada en un conjunto de metas que, en la práctica, pueda ser un obstáculo para la creatividad colectiva. El progreso no debe medirse, en un determinado momento, por lo cerca que estemos de una meta específica que nos hayamos propuesto sino, más bien, por el avance con respecto a la situación anterior. Saber que andamos en buenos pasos, que caminamos en la dirección correcta, es, en sí mismo, esperanzador. Una sociedad se hace mejor en la medida en que promueve la inteligencia creadora de todas las personas y las oportunidades para que ella se expanda libre y solidariamente.

Hablar acerca de adelantos en una dirección correcta es una afirmación con obvias connotaciones éticas. Al respecto sostenemos que una visión de nuestro futuro colectivo debe ser definida, ante todo, por los valores que deseamos ver materializados en instituciones, en proyectos, en conductas. Tales valores nos servirán para recuperar la concordia social y política sin la cual ninguna sociedad puede prevalecer y progresar. Son entonces valores como la libertad, la inclusión y el progreso, entre otros, los que deben servirnos, como una suerte de brújula moral, para saber si nos movemos o no en la dirección deseada. 

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Las narrativas capaces de inspirar y movilizar a los pueblos se manifiestan primero en ciertas prácticas sociales. En tal sentido, en una sociedad es posible identificar las acciones individuales o grupales que son simientes de un futuro posible y deseable.

Ello ocurre hoy en Venezuela. Una mirada atenta a nuestro entorno nos permitiría descubrir comportamientos y experiencias de otra Venezuela que pugna a diario por hacerse realidad. Emprendedores en las distintas esferas del quehacer humano –la economía, el activismo social, la educación, el arte, la literatura, etc. – son, sabiéndolo o no, portadores del ideal de un mejor país, de un sueño nacional. Se trata de personas que se caracterizan por su acción esperanzada, por su perspicacia para encontrar o imaginar oportunidades, por su resiliencia para afrontar un entorno hostil, por su vocación realizadora, por su contagiosa fuerza vital. 

Hay personas, sin embargo, que sienten que ya no pertenecen a Venezuela. Respetuosos de la libertad individual, no juzgamos tal convicción. Pero sí sostenemos que, en nuestra opinión, uno no pertenece a un país: uno es un país. Es la articulación de nuestras acciones la que da forma, cotidianamente, a Venezuela. Así, una fracción de nuestro país como empresa en común desaparece cada vez que un venezolano pierde la fe en él. Pero nuestro país se vigoriza con cada venezolano que persevera en la lucha por la libertad creadora, condición indispensable para transitar el exigente pero maravilloso camino de nuestro renacimiento nacional.

A estos emprendedores, portadores de nuestro futuro, dondequiera que se encuentren, dedicamos este libro.  

Puede leer o descargar el libro en el siguente link:

Un Sueño para Venezuela, de… by prodavinciredes on Scribd


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