Un país sin sentido: Narrativas para transformar a Venezuela desde las juventudes y la obra de Viktor Frankl

Fotografía de Luis Robayo | AFP

01/11/2022

Ante el detrimento de la democracia y del ascenso de un sistema autoritario en Venezuela que ha conllevado a violaciones sistemáticas de los derechos humanos, el desarrollo de una polarización exterminista y cifras récord de pobreza, se vuelve urgente documentar cómo viven y padecen las juventudes el actual contexto político-público en función de reconocer sus relatos, entender sus narrativas y preservar memoria histórica.

La prolongación de la crisis, que para el momento en que se escribe este texto el chavismo suma 23 años en el poder, ha generado una naturalización y rutinización de las prácticas políticas que son propias de un sistema autoritario. Han construido así a sus propios venezolanos, que no solo se limita a los dejados por el hambre, la falta de insumos médicos o la brutalidad política-policial llena de lacrimógenas y peinillas.  

Esto pasa también por quienes lo adversan en lo ideológico y normativo, pero que se adaptaron en la práctica cotidiana. Dicha adaptación puede verse de forma explícita en quienes se hicieron agentes del sistema para su sola supervivencia política y/o económica, o de forma implícita en quienes no reconocen la diferencia entre la cotidianidad autoritaria y las prácticas que propician la democracia y la libertad. 

“La vida en un campo de concentración abría de par en par el alma humana y sacaba a la luz sus abismos. ¿Puede sorprender que en estas profundidades encontremos, una vez más, únicamente cualidades humanas que, en su naturaleza más íntima, eran una mezcla del bien y del mal? La escisión que separa el bien del mal, que atraviesa imaginariamente a todo ser humano, alcanza a las profundidades más hondas y se hizo manifiesta en el fondo del abismo que se abrió en los campos de concentración”. (Frankl, 1991, p 43)

La comprensión y posterior transformación del conflicto tiene como elemento importante la generación de narrativas. Durante los últimos veintitrés años, el chavismo se ha caracterizado por el uso de una neo-lengua con discursos polarizantes y de odio. La apropiación (consciente o no) de estas prácticas por parte de actores opositores, contrario a superar dichas narrativas, se hacen de ellas y las reproducen, con otra verbalización pero manteniendo la misma lógica polarizada, carente de identidad y con una construcción épica de la realidad y del futuro.

El lenguaje es el medio por el cual lo invisible se hace visible y es así también para el rasgo identitario característico que tienen las sociedades. Entonces, es el rasgo fundacional para trabajar procesos de transición democrática y reconciliación que conduzcan a la transformación del sistema.

Hoy la conversación pública y política en el país está centrada en una narrativa con conceptos resignificados y/o asignificantes que han modificado las percepciones de historia y acentuado el desconocimiento del otro. Términos como: “cuarta república”, “unidad”, “régimen”, “apátrida”, “derecha e izquierda”, “alacranes”, “escualidos” son expresiones de lo anterior y han generado una construcción de la realidad que propicia la profundización de visiones excluyentes y, por ende, dan cuenta de prácticas autoritarias.

“El silencio inicial fue interrumpido por voces de mando: a partir de entonces íbamos a escuchar aquellas voces ásperas y chillonas una y otra vez, en todos los campos. Sonaban igual que el último grito de una víctima, y sin embargo había cierta diferencia: eran roncas, cortantes, como si vinieran de la garganta de un hombre que tuviera que estar gritando así sin parar, un hombre al que asesinaran una y otra vez… Las portezuelas del vagón se abrieron de golpe y un pequeño destacamento de prisioneros entró alborotando. Llevaban uniformes rayados, tenían la cabeza afeitada, pero parecían bien alimentados. Hablaban en todas las lenguas europeas imaginables y todos parecían conservar cierto humor, que bajo tales circunstancias sonaba grotesco. Como el hombre que se ahoga y se agarra a una paja, mi innato optimismo (que tantas veces me había ayudado a controlar mis sentimientos aun en las situaciones más desesperadas) se aferró a este pensamiento: los prisioneros tienen buen aspecto, parecen estar de buen humor, incluso se ríen, ¿quién sabe? Tal vez consiga compartir su favorable posición.” (Frankl, 1991, p 12)

Para 2013, la Encuesta Nacional de Juventud realizado por Universidad Catolica Andres Bello (ENJUVE UCAB 2013), reveló que desde 2005 Venezuela vive una estructura poblacional favorable por edad, en tanto 8.000.000 de personas se ubican en edades juveniles. Esta transición demográfica se proyectaba que duraría hasta 2045, sin embargo, nueve años después, la ENJUVE UCAB 2021 en su edición más reciente da cuenta que la población entre 15 y 29 años se ha reducido a 6.000.000 de jóvenes, haciendo que la sociedad venezolana tenga cifras poblacionales correspondientes al año 2040.

Esta transición demográfica es una ventana de oportunidad que requiere políticas públicas con perspectiva juvenil para propiciar su aprovechamiento, en Venezuela la misma coincide con la declaración del chavismo al Socialismo del Siglo XXI, lo que significó su radicalización política y la estatización de los agentes económicos estratégicos. Asimismo, el chavismo ha recrudecido su visión adultocéntrica sobre la sociedad, en tanto perpetúa un modelo de desarrollo pensado y creado para el adulto. 

Muestra de lo anterior es que las juventudes en la actualidad son concebidas como una población que aparece cumpliendo roles tácticos y circunstanciales, tanto en lo político, como en lo económico y en lo social, lo cual las limita a lugares comunes que no incentivan su desarrollo, y por ende, tampoco el de la sociedad. Tales visiones adultocéntricas se evidencian cuando las juventudes son minimizadas a actividades deportivas con estructuras precarias; mientras que en lo laboral, por ejemplo, Venezuela carece de una Ley de Primer Empleo que sea aplicada y funcional, haciendo que esta población ejerza en condiciones de múltiple precariedad y de potencial explotación moderna.

En lo que respecta a la participación política, los jóvenes son concebidos y reconocidos en gran medida durante coyunturas electorales, en tanto significa el grueso de una maquinaria de movilización, la energía elemental que conserva un partido político y que genera cierta legitimidad frente a la sociedad. Si bien en la mayoría de los partidos venezolanos la población juvenil es un actor más o menos organizado, la capacidad que tiene para captar a sus pares e incidir en dichas estructuras es bastante reducida, dado que el sistema desincentiva la participación política y pública en general como consecuencia de sus características restrictivas y hostiles.

Por ello, se ha vuelto una tendencia que este grupo prefiera participar en espacios coyunturales masivos, pero a la vez, menos formales y con corta prolongación en el tiempo. Muestra de ello son las protestas políticas que han surgido desde el año 2007 en adelante, las cuales han sido protagonizadas, en su gran mayoría, por personas que se encuentran en edades juveniles. Es consistente entonces que este grupo haya representado el mayor número de presos políticos, asesinatos y represión en estos contextos de protestas.

La desafección política en este grupo se manifestaba para el 2013 con que apenas 3 de cada 10 jóvenes se interesabán por temas públicos y sociales, cifra que a la luz de nuestra crisis ha evolucionado a tal punto, que para el 2021 el 22,1% de los jóvenes dice que prefiere un régimen autoritario, a la par que 27,5% expresa que da lo mismo  democracia o dictadura. Con lo cual, ya el problema no se trata solo de que las juventudes participen o no en la vida pública, es que parecieran no ser capaces de diferenciar un ejercicio autoritario de uno democrático debido a la misma crisis y su desarrollo en este sistema autoritario.

Toda esta muestra de insatisfacción política en el caso de las juventudes es natural, entendiendo que ya son varias generaciones que se han criado en un contexto que progresivamente se hace más autoritario, a la par que los referentes democráticos son más escasos y tienen más dificultades para emerger y operar. Por lo cual se han construido visiones idealizadas de futuro que parecen no estar alineadas a visiones de desarrollo democrático y más cerca de identificarse a partir de una negociación como las de no-chavismo.

Ante la falta de justicia, los jóvenes y la ciudadanía en general han buscado formas de presionar ante los organismos internacionales, pero a través de un pensamiento y una narrativa lejana a prácticas que propicien procesos de justicia transicional, la reconciliación y el perdón, fundamentales para una transición política hacia la democracia en Venezuela. Las ansias de justicia y revancha posiblemente no permitan una verdadera y exitosa transición política, en cuanto estas incluyen necesariamente también a quienes hoy se encuentran en el poder en el país. Para ello, es necesario comprender cuál es la narrativa de los jóvenes frente a situaciones que podrían ofrecer justicia punitiva (como, por ejemplo, la investigación Venezuela I que adelanta la Corte Penal Internacional o que Alex Saab sea eficazmente juzgado), y empezar a construir nuevas narrativas que no solo contemplen la necesaria justicia, sino también la reconciliación como parte esencial de una sana transición y transformación política en el futuro.

“Y allí, siempre había ocasiones para elegir. A diario, a todas horas, se ofrecía la oportunidad de tomar una decisión, decisión que determinaba si uno se sometería o no a las fuerzas que amenazaban con arrebatarle su yo más íntimo, la libertad interna; que determinaban si uno iba o no iba a ser el juguete de las circunstancias, renunciando a la libertad y a la dignidad, para dejarse moldear hasta convertirse en un recluso típico”. (Frankl, 1991, p 41)

Construir el proceso de reconciliación y transformación de Venezuela pasa entonces por pensarlo con perspectiva juvenil, en tanto esta es una población estratégica para el desarrollo y, más aún, ante la imposibilidad y pérdida de construir un auténtico bono demográfico a causa de la migración, la violencia y el hambre. Este particular también es relevante dada la estructura socio-demográfica que va dejando la emergencia humanitaria compleja, lo cual requerirá la captación de juventudes productivas para que el país recupere la energía y se integre a la vida económica moderna.

Entendiendo esto, el Observatorio de Juventudes Venezuela (OBJUVE) ha desarrollado un espacio de reflexión juvenil denominado La Cátedra del Sentido, en el cual buscamos entender las formas en que los jóvenes viven el actual sistema polìtico/público, y además es un medio para caracterizar, a través de las narrativas que construyen sobre este, las cargas valorativas que hacen al respecto de determinados elementos, su forma de entender el mundo y proyectarse en este.

En el caso venezolano, la relevancia de este esfuerzo aspira a identificar cómo los jóvenes perciben y, sobre todo, narran el conflicto polìtico y social en el que han crecido, lo que revelará cómo se manifiesta este en la vida cotidiana y qué conductas poco o nada democráticas se han naturalizado en las micro prácticas de estos individuos. Asimismo, el propósito también es generar un registro que permita la preservación de memoria, el cuestionamiento y la deconstrucción de determinadas lógicas que no propician el desarrollo; todo ello, a través de una metodología que habilite el encuentro entre distintos actores y que incentive espacios de reflexión personales y colectivos.

Al momento en que se escribe este trabajo, cuarenta jóvenes caraqueños han participado en círculos de lectura bajo el texto de “El Hombre en Busca de Sentido” de Viktor Frankl, a partir del cual se reflexionó sobre elementos que resuenan con la crisis venezolana como el miedo, el hambre, el humor, la esperanza, y otros; para luego, a través de la escritura autobiográfica, creativa y humorística, componer diarios que den cuenta de la presencia de conductas autoritarias o no-democráticas en la vida cotidiana de los venezolanos y en particular de las juventudes.

De lo anterior se han desarrollado veintinueve diarios escritos y se está iniciando el procesamiento que preliminarmente empieza a revelar cómo las juventudes venezolanas se ven enmarcadas en experiencias de resiliencia y orgullo por su resistencia ante la crisis generalizada que afecta su cotidianidad, teniendo muy marcada la narrativa de un sueño de vivir con “paz”, “tranquilidad” y en “normalidad”. Aunado a ello, las juventudes han repensado su papel como agentes de cambio en un país que les pide ser héroes en una etapa donde lo sano o común debiera ser su desarrollo personal e identitario en un contexto de libertad y aprendizaje. 

El heroísmo esperado por la sociedad civil y los mismos partidos políticos ha gestado frustraciones, estrés, un peso y responsabilidad difícil de cargar, porque “no elegí una crisis, pero me tocó sufrir las consecuencias de decisiones que yo no tomé, me tocó ser un primitivo, viviendo en modo supervivencia todo el tiempo”. (D.L, masculino, 19 años). Es notable cómo esta población se ve totalmente atravesada y trastocada por la crisis social, si bien no es una condición particular de ellas, sus relatos dan cuenta de cómo la pobreza coyuntural o estructural ha llegado a afectarles su capacidad de agencia como individuos.

“Recuerdo que mientras mi familia decidía qué pasaría con mi futuro académico, estuve por los siguientes dos años sin hacer absolutamente nada. Ante eso, era el encargado de levantarme todos los días temprano e ir al supermercado para hacer las inmensas colas que me permitieran acceder a comprar comida. Aún recuerdo como eso parecía una ruleta de la suerte: todos los días era un supermercado distinto, según el terminal de mi número de cédula. Honestamente, jamás me he sentido tan pobre y humillado como en esos días.” (Birra, Masculino, 24 años)

Las experiencias propias de la represión política en contextos de protestas son una conversación natural en este grupo, siendo el año 2017 el más constante en este particular. En dicho año confluyeron la peor crisis social, con el recrudecimiento de la represión en las protestas opositoras, en la cual muchos de los participantes estudiados tuvieron una participación constante. Sin embargo, es notable el agotamiento ante la falta de resultados que avancen a un cambio del sistema.

“No me podía creer lo que había vivido, hasta ese día fui a protestar, las protestas solo continuaron 34 días más.. pero yo ya no podía, estaba aterrorizada de solo pensar que podía estar muerta o peor, presa. Al final de todo, nada valió la pena, solo terminé indignada, con 3 materias raspadas en la universidad, temiendo fuertemente a la autoridad y con la certeza de que dadas las condiciones políticas las protestas son una pérdida de tiempo.” (Ataraxia, femenino, 24 años)

El humor fue uno de los medios utilizados en la metodología para explorar y reflexionar todas estas vivencias. Si bien la intención de esta iniciativa no era realizar una comparación entre el nazismo y el sistema autoritario venezolano, es destacable que existen varias similitudes sobre las visiones de Frankl y la de estos jóvenes, en particular la que se refiere al humor.

“Los intentos para desarrollar el sentido del humor y ver las cosas bajo una luz humorística son una especie de truco que aprendimos mientras dominábamos el arte de vivir, pues aún en un campo de concentración es posible practicar el arte de vivir, aunque el sufrimiento sea omnipresente. Cabría establecer una analogía: el sufrimiento del hombre actúa de modo similar a como lo hace el gas en el vacío de una cámara; ésta se llenará por completo y por igual cualquiera que sea su capacidad. Análogamente, el sufrimiento ocupa toda el alma y toda la conciencia del hombre tanto si el sufrimiento es mucho como si es poco.” (Frankl, 1991, p 31)

Este elemento aparece constantemente como un mecanismo de defensa que los ayuda a resistir a la crisis, a la par que los hace construir relatos basados en la ironía y lo absurdo. Es menester apuntar que ambas visiones no invisibilizan las problemáticas sociales que han caracterizado a Venezuela en los últimos años, por el contrario, las hace más potables para su comprensión.   

“Seguía pasando el tiempo y me fui adaptando, mi cuerpo anteriormente se antojaba de cualquier dulce, chocolate, pasta, embutido, refrescos o cualquier delicateses,  pero ahora ya no era tan importante. Tenía dinero pero no se conseguía nada, que raro… pero equis para mí lo importante era bajar de peso ¡a como dé lugar! Igual la ropa se veía algo extraña en mí, bueno nada que un huequito más en la correa no pueda solventar. Gracias Nicolás, una política tuya me ayuda.” (Búho, Masculino, 35)

El propósito último de La Cátedra del Sentido es construir un espacio de confianza donde jóvenes entre 18 y 35 años, además de hacer necesaria catarsis, tengan la capacidad de conversar libre e íntimamente sobre experiencias públicas que han llegado a afectar su vida privada. Ello utilizando como medio tres medios básicos: la lectura, el habla y la escritura, haciendo lógico presumir que probablemente el primer medio que debemos recuperar como sociedad es la posibilidad esencial de comunicarnos

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Este trabajo fue publicado en la más reciente edición de la Revista Democratización del Instituto Forma.

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