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Un activo insospechado para la reconstrucción de Venezuela: el compromiso laboral
por Gerver Torres
Fotografía de Miguel Gutiérrez / AFP
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Con frecuencia oímos a políticos y economistas disertando sobre las tasas de empleo y desempleo, la estabilidad laboral, el nivel de las remuneraciones y otros tópicos conexos. Abordan estos indicadores para evaluar el estado de la economía, la capacidad de consumo de la población, su nivel de satisfacción con la gestión de los gobiernos, entre otros asuntos. En cambio, muy pocas veces se habla sobre la calidad de los empleos. Resulta que la calidad de los empleos tiene impactos muy significativos tanto en el desempeño de las empresas (y, por tanto, de forma agregada, en toda la economía) como, más importante aún, en el bienestar y felicidad de la gente.
Para evaluar la calidad de los empleos, la empresa Gallup creó una métrica del compromiso laboral. Ésta mide esencialmente el nivel de conexión emocional que los trabajadores llegan a tener con el empleo que desempeñan y sus sitios de trabajo. Por sus respuestas a una pequeña lista de preguntas, validadas en diferentes estudios y a lo largo de muchos años, los trabajadores son clasificados en tres grandes categorías: comprometidos, no comprometidos y activamente no comprometidos. Los trabajadores comprometidos son aquéllos cuyas ocupaciones le dan la oportunidad de hacer lo que saben hacer mejor, que sienten que sus opiniones cuentan, que saben qué se espera de ellos, que cuentan con alguien que estimule su desarrollo, entre otros aspectos de su trabajo[1]. En el otro extremo del espectro se ubican los trabajadores activamente no comprometidos. Son aquéllos que no cumplen ninguna o casi ninguna de las condiciones anteriores. Son trabajadores que pueden también afectar negativamente al desempeño de sus colegas más comprometidos.
Los trabajadores comprometidos son más productivos, se ausentan menos, originan menos rotación de personal y menor número de accidentes laborales. En sus lugares de trabajo se producen también menos pérdidas de materiales y suministros. Algunos estudios han llegado inclusive a establecer una relación positiva entre clima laboral y precio de las acciones de las compañías. Por otro lado, los trabajadores comprometidos tienen un mayor bienestar, se sienten más realizados, se enferman menos física y mentalmente. Es un bienestar que irradian hacia sus familiares y amigos porque nos llevamos a casa los sentimientos que nos generan las horas que pasamos en la fábrica u oficina, contagiando con ellos a quienes nos rodean. Es difícil toparse con alguien que diga que se encuentra muy feliz con su vida, excepto en lo que concierne a su profesión, en donde se siente miserable. De manera que, cuando un empleado se encuentra altamente comprometido en su trabajo, gana todo el mundo. El sujeto, porque es más feliz; su empresa, porque el trabajador es más productivo, y el país y la sociedad entera, porque, como consecuencia, sus niveles de bienestar subjetivo y riqueza material son mayores.
Gallup indaga sobre el compromiso laboral alrededor del mundo y es así como, en su último informe sobre el tema (2018 Global Great Jobs ) reporta que, entre 2015 y 2016, solamente el 16% de la gente que trabajaba para un empleador a tiempo completo, básicamente lo que llamamos sector formal de la economía, eran trabajadores comprometidos. Ese dato es muy significativo, pues nos dice que el mundo tiene mucho que avanzar y ganar en materia de calidad de los empleos, tanto para una mayor prosperidad económica y social como para aumentar la felicidad de la gente.
Mas allá del promedio mundial, vemos diferencias regionales importantes. Es así como el compromiso laboral en el gran continente americano más que duplica al de Asia y Oceanía. En esta parte del mundo, China, por la vastedad de su población, tiene un peso enorme. Su bajo nivel de compromiso laboral, de apenas un 6%, afecta enormemente al promedio de su región y, a su vez, al promedio mundial. Por cierto, éste es un aspecto que se deja de lado cuando se habla de la creciente rivalidad de China con los Estados Unidos: la enorme distancia entre unos y otros en compromiso laboral. Ultimadamente, este factor afecta a la capacidad de competir, de innovar científica y tecnológicamente, de colocarse en la punta del poderío económico mundial. Es difícil que China llegue allí si sus niveles de compromiso laboral no se incrementan sustancialmente.
Latinoamérica, por su parte, exhibe como región la segunda tasa más alta de trabajadores comprometidos, ubicándose casi a la par de Norteamérica, es decir, Estados Unidos y Canadá. El gran continente americano, tomado en su conjunto, se presenta así, como el de los trabajadores más comprometidos en el mundo. Ésta es una ventaja competitiva que tiene la región y que resulta poco explotada, al menos en lo que respecta a la América Latina.
Una pregunta que alguien pudiera hacerse frente a estas estadísticas regionales es: ¿cómo es posible que Latinoamérica tenga niveles superiores de compromiso laboral a los de, por ejemplo, Europa y, sin embargo, su productividad laboral esté bastante por debajo de la del viejo continente? La respuesta es que la productividad laboral depende también de otros factores que incluyen el conocimiento y la tecnología, la organización industrial, la infraestructura, los marcos regulatorios, entre otros. Lo que deseamos enfatizar aquí es que la región pareciera tener a su favor, en su capacidad para generar compromiso laboral, una palanca importante para incrementar la productividad, además de su impacto en el bienestar subjetivo de la gente.
Una mirada más de cerca a Latinoamérica nos permite ver que hay marcados contrastes entre países. El Salvador, Panamá y Colombia, por un lado, y México, Paraguay y Nicaragua, por el otro, ocupan los extremos. El compromiso laboral en los primeros es el doble y más que en los segundos. Se abre aquí un campo para la investigación: cómo y por qué pueden variar tanto las estadísticas de compromiso laboral entre países y economías tan cercanas y similares en algunos casos. Pudiera haber algo que aprender sobre la materia indagando al interior de la propia región. Una de esas áreas debería ser, por ejemplo, la desagregación de la información entre los sectores público y privado, que la data actual no nos permite hacer. Ello nos permitiría ver el desempeño relativo de dichos sectores por país y comparar entre éstos.
En el caso venezolano, como la data alcanza hasta el 2016, no podemos saber de qué forma la acentuación de la crisis, que se ha hecho particularmente aguda desde entonces, puede haber afectado al compromiso laboral. Aun así, es interesante observar que todavía para esos años (2015-2016) el país mostraba niveles de compromiso laboral por encima de los de algunas de las economías más grandes de la región, como las de Argentina, Perú y México. En todo caso, ése es un activo que, si se hubiese degradado por el entorno, debería ser recuperable en alto grado porque está principalmente asociado a las empresas y sus empleados, como ha sido referido en otros países, a propósito de la calidad de la diáspora de los trabajadores venezolanos. Sin duda, esta capacidad de compromiso laboral será un elemento valioso para el momento y las tareas de la reconstrucción del país.
En la agenda de políticas públicas y reformas que tiene América Latina por delante, este asunto de la calidad del trabajo debería ser incorporado. Es una herramienta para abordar el tema de la productividad que nos aqueja como región y, más importante aún, para sostener e incrementar la felicidad de los latinoamericanos.
[1] Tal vez para sorpresa de muchos, el salario no es una variable determinante del compromiso laboral y por tanto del bienestar o la felicidad con el trabajo. Se encuentran altos y bajos niveles de compromiso en cualquier lugar de la escala salarial.
Gerver Torres
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