Destacadas
Te puede interesar
Los más leídos
En esta entrega #44 de la serie «Apuntes sobre el fotolibro», compartimos el texto «¡No me mires! La fotografía como riesgo y desacato», de la periodista e investigadora Johanna Pérez Daza. El fotolibro No me mires fue impreso en Madrid en el mes de septiembre de 2018 por Brizzolis, y presentado tanto en Madrid como en Caracas. En palabras de la propia Pérez Daza «este fotolibro conlleva una denuncia, un gesto de resistencia conjunta que ha involucrado a Gisela Viloria en el diseño gráfico, Ricardo Gómez Pérez en la coordinación y producción de Intervalo taller gráfico, Milagros Socorro en la asesoría narrativa, Rémi Faucheux y Matthieu Charon en la asesoría visual.»
¡No me mires! La fotografía como riesgo y desacato
Cerramos los ojos para dormir, estornudar e incluso para besar. Como ejercicio introspectivo, tal vez para meditar y orar, o para acompasar la respiración. Al cantar apasionadamente y también cuando tenemos miedo, apretamos los ojos buscando un refugio interior que nos proteja de amenazas externas. Pero ¿qué sucede cuándo se subvierte este acto cotidiano? ¿cuándo proviene de una orden que trastorna esta sencilla acción convirtiéndola en ultimato? ¿cuándo ya no es una respuesta biológica o emocional, sino una coacción impuesta por sujetos extraños?
El 9 de junio de 2014, cinco hombres armados entraron a la casa de Ana María Ferris, en Caracas. Se encontraba junto a su esposo, su hija, su yerno y su nieta. Allí no era la fotógrafa, sino la madre, la esposa, la abuela y la suegra, todas aprisionadas en una misma mujer que durante dos horas escuchó la misma orden, mientras los apuntaban con armas largas y miras láser. “Nos amarraron con corbatas, nos amenazaron, le fracturaron el cráneo a mi esposo de un golpe y vaciaron nuestra casa ante nuestros ojos, siempre bajos, porque teníamos la orden, vociferada constantemente, de no mirarlos”.
El traumático episodio duró unas dos horas, tensas e interminables. Sus efectos, sin embargo, se prolongarían mucho más. El saqueo material de la casa vino acompañado de vacíos intermitentes que comprometieron lo más valioso de cualquier fotógrafo: su visión. “… en lo sucesivo, y por varios meses, mi visión quedó desenfocada. Percibía el mundo en manchas elusivas, borroso, a fogonazos”. El no ver se convirtió, de cierta forma, en una nueva respuesta al estímulo amenazante y su persistente huella capaz de extenderse mucho más que un par de horas.
De esta experiencia surge el fotolibro ¡No me mires!, un acto de riesgo y desacato con el que Ferris sumerge al espectador en la angustia y la incertidumbre, rastros sigilosos de un tiempo —el nuestro— marcado por la violencia y la inseguridad. La fotografía deviene en expresión creativa envuelta en la atmósfera sombría lograda por las sólidas páginas negras en las que imágenes intencionalmente desenfocadas nos ubican en el propio punto de mira de la fotógrafa, quien logra un ejercicio empático que nos recuerda que todos somos vulnerables, que a pesar de previsiones y cautelas, todos somos potenciales víctimas, pues vivir en este país es en sí mismo un verdadero riesgo.
Son imágenes contenedoras de emociones, que logran desconcertar y confundir. Fragmentos que alternan luces y sombras como hendijas para asomarse en medio de la ceguera forzada. La tenebrosidad recreada a través de fotografías confrontadas en su propia esencia, ya no se escribe —o dibuja— con luz, sino que se hacen garabatos y bocetos que exigen agudeza y detenimiento, un recorrido por un estrecho pasadizo que al final revaloriza la luz y su presencia abarcadora, justamente porque nos ha sumergido en la densa oscuridad.
Se trata de desafiar instrucciones y cerrar heridas desde la creación, drenar a través de la fotografía, construir imágenes que retan el mandato innegociable (¡No me mires!). Y ahora nos hacen ver a nosotros, espectadores convertidos en rehenes visuales que junto a la fotógrafa se atreven a alzar la mirada y transgredir el aislamiento.
Impreso en septiembre de 2018 y presentado en Madrid y Caracas, este fotolibro conlleva una denuncia, un gesto de resistencia conjunta que ha involucrado a Gisela Viloria en el diseño gráfico, Ricardo Gómez Pérez en la coordinación y producción de Intervalo taller gráfico, Milagros Socorro en la asesoría narrativa, Rémi Faucheux y Matthieu Charon en la asesoría visual.
El diseño evoca una caja negra que encierra y atrapa. En su portada las gruesas letras del mismo color demandan un esfuerzo para leer, generando desde el principio una opacidad que, por momentos, descubre formas sutiles en las que podemos reconocer ataduras, vestigios de sangre y gritos retenidos. Páginas completamente negras, sin imágenes ni rastros, junto a confusas fotografías que apenas insinúan posiciones, aunque acentúan sensaciones. “Sentir antes que comprender” parece susurrar Jean Cocteau mientras nuestros ojos hurgan en estas imágenes sin borde, manchas oscuras como radiografías capaces de mostrar los huesos de un país agobiado, lo más interno de una estructura corroída por la delincuencia, desgastada por la inseguridad.
*
No me mires, 2018.
Tamaño: 18x18cm
48 Páginas
Impreso en Madrid por Brizzolis.
Johanna Pérez Daza
ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR
Suscríbete al boletín
No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo