Fotolibros

Sobre el fotolibro ‘La Cuadra del Banco de Venezuela’

10/04/2018

En la entrega #30 de Apuntes sobre el fotolibro, compartimos La Cuadra del Banco de Venezuela. Este libro, de carácter institucional, cuenta con fotografías de Soledad López y el diseño de Danielle Pinaud. Fue impreso sobre papel Cameo Dull 100 Lib, y se utilizaron caracteres Baskerville y Times. Se terminó de imprimir en las prensas venezolanas de Editorial Arte en la ciudad de Caracas en el mes de julio de 1978. Todas las fotografías referenciales a la esquina de Sociedad entre 1867 y 1940 fueron tomadas de la Corototeca de Carlos Eduardo Misle «Caremis».

Portada del libro La cuadra Banco de Venezuela en baja. ©ArchivoFotografíaUrbana

La cuadra del Banco de Venezuela y un alma solitaria

El trabajo inicial de este libro consta de una breve introducción del cronista de Caracas, Guillermo José Schael. En el acostumbrado tono ameno del periodista autor de una de las columnas más leídas de la prensa nacional, Brújula, el lector hace un recorrido por las calles entre las esquinas de Traposos y Sociedad hacia 1978. El motivo de estas páginas es la construcción de la nueva sede del Banco de Venezuela: «Vale destacar que la nueva sede del Instituto, será el único edificio a construirse en la acera norte de la Avenida Universidad entre Sociedad y Traposos, la cual tiene una extensión de aproximadamente 250 metros, lo que permitirá darle al edificio una perspectiva amplia y prominente. Se ha tenido especial cuidado de no obstruir ni oprimir visualmente las construcciones coloniales adyacentes, creándose para ello una plaza que sirva de transición entre el conjunto Bolivariano y la Torre del Instituto». Esto lo cita el propio Guillermo José Schael de una publicación periódica del Banco de Venezuela, y le sirve la ubicación para dar cuenta, por la cercanía, de la casa natal de Bolívar y lo que de ella llegó a hacer el Ilustre Americano hasta que pasó a ser patrimonio del país.

2 Imagen referencial de la cuadra del Banco de Venezuela en el año 1939, proveniente de la Corototeca de Carlos Eduardo Misle. Caremis. ©ArchivoFotografíaUrbana

Fotografía Soledad López.©ArchivoFotografíaUrbana

Fotografía Soledad López. ©ArchivoFotografíaUrbana

El peculiar nombre de la esquina ha sido objeto de conjeturas entre cronistas e historiadores, especulaciones unas más atractivas que otras. Quizás el apellido de una familia adinerada o quizás el sobrenombre de una familia acomodada, mantuanos venidos a menos que fueron destinatarios de la caridad: ropas usadas, unos trapos, que arreglaban y vendían para poder subsistir, generó la asignación de «traposos». El texto continúa con algunas flores a la institución bancaria y los cambios sociales y económicos que ha vivido el país, desde la fundación de la primera agencia bancaria del Venezuela hasta la actualidad del libro, en plena remodelación de la nueva sede a finales de la década de los setenta.

Fotografía Soledad López. ©ArchivoFotografíaUrbana

Fotografía Soledad López. ©ArchivoFotografíaUrbana

Hasta acá, no pasa de ser un volumen corporativo del que algunas empresas e instituciones echan mano para conservar la memoria de sus años de desarrollo y crecimiento y divulgar sus políticas sociales e impacto en la sociedad, además de agradecer a la comunidad que ha contribuido a su permanencia y honrar así a empleados, clientes, directiva y hacer labor de relaciones públicas con una edición en tapa dura, con fotografías de la época y los textos de algún cronista, en este caso, como ya se ha apuntado, del estimadísimo y leído columnista de El Universal Guillermo José Schael. Estos proyectos editoriales en principio funcionales, decorativos, terminan por ganar un valor histórico significativo, con el paso de los años se hacen testimonio de otras instancias que dan cuenta de la época, de su marco político, económico, social y estético. Estos libros en su pretensión de ser un instrumento en contra del olvido, se convierten en una pieza más de la narrativa empresarial. Se construye una suerte de relato que acompaña el devenir nacional, como si su propia línea de tiempo fuese compartida con otra que la supera y la contiene.

Fotografía Soledad López. ©ArchivoFotografíaUrbana

Fotografía Soledad López. ©ArchivoFotografíaUrbana

Fotografía Soledad López. ©ArchivoFotografíaUrbana

Pero también, muchas veces, esconden tesoros. En el caso de La Cuadra del Banco de Venezuela, nos encontramos con el trabajo fotográfico de Soledad López. Porque esta publicación encierra dos libros. El primero, un relato de la institución vinculado a la historia patria, con la aparición de la casa natal de Bolívar y sus familiares, en un tono «bolivariano» del que pareciera no escapar la Historia; y el segundo, el registro fotográfico de la sede antes de su reconstrucción. Lo que hace esta española que echó raíces en Venezuela es excepcional. He aquí una mirada única. La oscuridad del interior del edificio pareciera resistirse a la luz foránea, pero será una resistencia vencida. La cámara de Soledad López apunta al detalle arquitectónico, las esquinas, los vértices, las volutas de las escaleras, de los balcones, y los rayos de luz parecieran atravesar las estructuras sólidas, descubriendo o anunciando su desvanecimiento. Son fotos oblicuas, transversales, que dan cuenta de composiciones geométricas que la luz subraya. Me atrevo a decir que hay una fantasmagoría en el lente de López, quizás mucho de sí misma. Los ventanales, altos, verticales, abren sus postigos y la luz imponente penetra pero se detiene ante la oscuridad, y es tal el brillo que la oscurana pareciera ser materia.

Fotografía Soledad López. ©ArchivoFotografíaUrbana

Fotografía Soledad López. ©ArchivoFotografíaUrbana

Fotografía Soledad López. ©ArchivoFotografíaUrbana

Fotografía Soledad López. ©ArchivoFotografíaUrbana

Las fotos irrumpen en la segunda mitad de este libro con vida propia. Este trabajo fotográfico trasciende la funcionalidad primera que exigía el registro de lo que cambiará por una remodelación. El lector olvida, desde la primera foto de Soledad López, la esquina de Traposos y los mantuanos caídos en desgracia, el relato bolivariano y el devenir de una institución bancaria de la que por cierto conocemos su infausto futuro, para pasar la punta de los dedos sobre el haz de luz que atraviesa puertas, paredes, rejas, columnas y ventanas. El archivo de Soledad López reunido en este libro, que intuyo coherente con su primer nombre, es un hallazgo extraordinario. Esperamos poder ver un futuro trabajo de investigación sobre esta artista que descubra para el público lo que algunos ya saben: la presencia de una sensibilidad única; un lente y alma solitarios.

por Harrys Salswach


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