Fotografía de Gabriel Méndez | RMTF
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La comunidad internacional se moviliza y discute sobre las formas posibles de apoyar la reconstrucción de Venezuela, una vez haya terminado el régimen de usurpación que hoy la somete y la destruye. Distintas organizaciones en varias partes del mundo, como la Agencia de Ayuda Internacional de los Estaos Unidos, USAID, realizan encuentros y lanzan iniciativas buscando esas formas y mecanismos. No es nada fácil porque el país está devastado y esa devastación incluye a las instituciones que idealmente, bajo un nuevo gobierno, serían los pilares fundamentales de esa reconstrucción. Ocurre que, en gran medida, esas mismas instituciones necesitan ser reconstruidas. En ese escenario, a la comunidad internacional le resulta difícil identificar los posibles actores con quien puede trabajar y aliarse para canalizar recursos y asistencia técnica. Le resulta difícil encontrar la contraparte, los puntos de soporte para ayudar a levantar el país.
Pero los hay. Aunque estropeados, acorralados, debilitados y en muchos casos perseguidos, sobreviven en el país al menos siete actores fundamentales que pueden adelantar, con el apoyo de la comunidad internacional, la reconstrucción de Venezuela. Estos actores tendrían el reto y la oportunidad de reconstruirse en el proceso mismo de trabajar por la reconstrucción del país. Este puede ser uno de los lineamientos estratégicos del apoyo internacional que se le brinde al país: el de contribuir al fortalecimiento y desarrollo de las mismas organizaciones en las cuales se esté apoyando el proceso de reconstrucción.
Un primer actor de estos siete a los que hacemos referencia en el título del artículo es el de los emprendedores, los empresarios. Esos que, funcionando hoy al mínimo de su capacidad, con todo tipo de trabas, pueden, sin embargo, comenzar a reactivar la economía relativamente rápido, al liberarse de los múltiples controles y de la corrupción a la que están sometidos, y al obtener acceso a financiamiento para adquirir o importar materia prima y otros insumos vitales para la producción. Hay muchos proyectos paralizados y empresas cerradas, pero la capacidad empresarial que las concibió o las hizo funcionar alguna vez sigue estando allí, no muy lejos, dentro o fuera del país. La movilización máxima de los empresarios y del capital privado debe ser una de las líneas estratégicas fundamentales de la reconstrucción.
Un segundo actor son las organizaciones de la sociedad civil. Allí caben instituciones y organizaciones de muy distinto tipo. La Iglesia, las asociaciones gremiales y los colegios profesionales, las academias de ciencia, las fundaciones y las llamadas ONG son algunas de las más importantes. Muchas de estas organizaciones se han debilitado e incluso desaparecido como resultado del embate económico y la persecución política, pero otras han resistido e incluso se han fortalecido y activado. También han emergido algunas nuevas. Es así como ciudadanos de diversa procedencia se han organizado para atender la emergencia humanitaria que padecemos o para desempeñar tareas que el Estado ha dejado de cumplir, como la provisión de estadísticas en distintas áreas claves de la vida social. Academias como la de economía, federaciones como la de los industriales o productores agropecuarios y colegios profesionales como el de ingenieros le han hecho seguimiento a la situación del país en sus áreas de competencia y han generado distintos tipos de diagnósticos y propuestas. Organizaciones religiosas como Fe y Alegría han multiplicado sus esfuerzos para atender una población escolar, infantil y juvenil, cada vez más desguarnecida.
Asociarse con organizaciones de la sociedad civil, prestarles apoyo técnico y financiero para que amplíen sus programas o mejoren su ejecución, no solo sirve para atender más rápida y eficientemente las necesidades crecientes y de distinta naturaleza que padece la población venezolana, sino que sirve también para fortalecer a la propia sociedad civil, lo cual debe ser un objetivo fundamental de la reconstrucción. Una sociedad civil fuerte y organizada es la base más sólida que se le puede dar a la libertad y la democracia que queremos recuperar.
Un tercer actor en quien pueden apoyarse los esfuerzos de reconstrucción son aquellas instancias de gobierno que permanecen en manos democráticas. No son muchas, pero existen. Se trata, por ejemplo, de 111 alcaldías que aparecen hoy como gobierno de oposición. Al igual que el sector empresarial privado, estos actores se encuentran cercados por el régimen, con funciones y recursos que le han sido suprimidos. Pero tienen una base operativa mínima que, fortalecida, puede servir para impulsar proyectos de emprendimiento y recuperación locales de muy diverso orden. Apoyar y apoyarse de entrada, tan pronto como sea posible, en los gobiernos locales, servirá, además, para darle un carácter descentralizador a la reconstrucción. Gobiernos municipales como los de Urbaneja (Lechería, Estado Anzoátegui), San Diego (Estado Carabobo), Maneiro (Estado Nueva Esparta), San Cristóbal (Estado Táchira) y Chacao, Baruta y El Hatillo (Estado Miranda) son ejemplos de lo que estamos apuntando. Es verdad que muchos no están en las zonas más pobres o en mayor necesidad del país, pero igualmente pueden servir como bases iniciales de apoyo. También puede argumentarse que hoy, prácticamente todo el país se encuentra en una situación de pobreza si acaso no de emergencia humanitaria.
De nuevo, apoyar a los gobiernos locales en manos demócratas o incluso aquellos que al momento de cesar la usurpación estén dispuestos a integrarse a la reconstrucción del país es una manera de ayudar no solo a aliviar los padecimientos más inmediatos de la población, sino también de contribuir a recuperar la institucionalidad y la gobernabilidad, en este caso, expresada en las organizaciones de gobierno local. Además, fortalecer la función municipal en cualquier parte del país sirve como referencia para el resto de los ayuntamientos.
Un cuarto actor son las universidades y centros de educación superior, especialmente las autónomas nacionales y las privadas. Las más importantes de ellas han hecho diagnósticos y formulado propuestas en distintas áreas para la reconstrucción del país. Algunas, como la Universidad Central de Venezuela, la Universidad Católica Andres Bello, la Simón Bolivar y el IESA, albergan, por ejemplo, núcleos prometedores de un ecosistema nacional de innovación. Para las universidades, la reconstrucción es también una oportunidad para articularse más fuertemente con los problemas y necesidades del país.
Un quinto actor es la diáspora. Se trata, nada más y nada menos, de cuatro o cinco millones de venezolanos desplegados por el mundo, de los cuales la inmensa mayoría ha salido del país en fecha reciente. Por la magnitud de la tragedia que el país ha vivido, esa diáspora se ha mantenido en buena parte atenta, preocupada y en distintos grados activada en relación con los acontecimientos nacionales. Una parte de esa diáspora ha aprendido mucho del mundo exterior, se ha enriquecido, se ha conectado y todo eso debemos ser capaces de ponerlo al servicio de la reconstrucción.
Un sexto actor en quien debe apoyarse la reconstrucción son los partidos políticos democráticos. A estos les corresponde la inmensa tarea de mantener al país esperanzado, comprometido y movilizado en las tareas de la reconstrucción y, muy especialmente, en la reconstrucción de la institucionalidad, la gobernabilidad y la democracia. Cuentan con Plan País como el gran mapa para cumplir la tarea. Sin duda, a ellos les toca reconstruirse también en ese mismo proceso, para lo cual deberán abrirse, hacerse más democráticos y transparentes, dedicarle más esfuerzo a la formación de cuadros y militantes. Pero, apoyar a los partidos para que se reconstruyan a sí mismos y coadyuven en la reconstrucción del país es una jugada estratégica clave.
Un séptimo actor, y tal vez aquel en el que se juega la reconstrucción y su sostenibilidad en el mediano y largo plazo, es el ciudadano común. Se debe apelar a él directamente. Convocarlo para que, con su mente, su corazón y sus manos, trabaje y ayude a rehacer el país, trascendiendo la idea de que la reconstrucción es básicamente un rediseño macroeconómico del país, y la recuperación de grandes obras de infraestructura. Es decir, tareas del gobierno. Es que la reconstrucción debe plantearse de entrada como una reconstrucción ciudadana. Ciudadanos que actúan de múltiples formas, individual o colectivamente. Es que el país está tan destruido que cualquiera, aun con una pala o una escoba, o la más simple acción ciudadana, tiene mucho en que contribuir. El socialismo del siglo XXI concibió al ciudadano común como un soldado de la revolución. La reconstrucción debe concebirlo como un constructor de la libertad y del nuevo país.
Este reto, el de lograr que el ciudadano común se haga partícipe de la reconstrucción del país, es tal vez el más difícil de todos, pero, sin duda, es el más trascendente.
Gerver Torres
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