Entrevista

Siboney Pérez: “Normalizamos la violencia”

Siboney Pérez retratada por Alfredo Lasry | RMTF

03/08/2022

No sabemos cuál es la situación de salud mental en Venezuela: no hay cifras oficiales y no parece haber una política de atención a la salud mental desde las autoridades de salud venezolanas. El Observatorio Venezolano de Violencia registró 306 suicidios en 2020 y 340 en 2021. Los especialistas alertan sobre la situación. 

“Aquí tenemos violencia de todo tipo: económica, institucional, de género”, dice Siboney Pérez, psicóloga especializada en psiconeuroinmunología y parte del programa Acompañando en dolor de Psicólogos Sin Fronteras y el Grupo Social Cesap.

La exposición constante a esto genera consecuencias: normalizamos y hasta naturalizamos la violencia. Cierto tipo de situaciones puede generar traumas, respuestas emocionales ante eventos fuertes. La persona que lo experimenta puede sentir dolencias físicas, experimentar flashbacks (imágenes que recuerdan el evento traumático), entre otros síntomas. 

Conversamos con Siboney Pérez sobre las consecuencias de los traumas, al aumento de casos de suicidio y la salud mental en Venezuela. 

¿Qué es el trauma y por qué se genera?

Hablamos de trauma cuando una experiencia o un suceso es demasiado estresante o fuerte: accidentes de tránsito, incendios, abuso sexual, explosiones de bombonas de gas, etcétera. Esto genera síntomas de un malestar subjetivo, el cual tiene un origen externo. Pueden haber agentes estresores reconocibles, como armas. El cerebro lo detecta como una potencial amenaza. Además, genera una respuesta neuroquímica asociada a la supervivencia: emociones fuertes, intensas, displacenteras, como puede ser miedo porque estás ante un evento que amenaza tu vida. Frente a la percepción de peligro inminente, podemos afrontarlo a través de tres respuestas de supervivencia: la huida: salir donde está el peligro; la lucha: me enfrento a la amenaza, y la parálisis. Se pueden generar síntomas significativos de malestar, diferentes a los que encontramos en una experiencia normal. Además la persona puede experimentar temor, miedo, desamparo intenso, vulnerabilidad. 

¿Qué consecuencias puede tener esto en la vida cotidiana?

Luego del evento traumático viene el proceso de duelo. Hablar sobre el trauma tiene un impacto psicológico que va a destacar todo ese sentimiento, ese temor, ese miedo, justamente cuando la persona se sienta vulnerable, y esto también lleva a que la persona pierda confianza en sí mismo y en el entorno. Evitará actividades, ciertos lugares o personas que de alguna manera le recuerdan lo que experimentó, al trauma. Esa experiencia queda grabada en tu psique y hace que te limites en toda tu vida: en la vida afectiva, puedes perder interés en actividades que antes resultaban agradables, gratificantes, como puede ser trabajo, amigos, celebraciones. Además, estas experiencias traumáticas van a presentar una serie de dificultades como conciliar y mantener el sueño. Puede haber incluso cambios de conducta. De allí el trastorno de estrés postraumático, en el cual las personas se tornan irritables, hostiles e intolerantes. En muchos casos pueden sentirse heridas en su dignidad. Todo esto que te estoy describiendo deja una impronta que va a permanecer, memorias emocionales que van a ser recordadas y vividas de manera reiterada. 

A veces la persona experimenta culpa o fantasea con haber hecho algo más luego del evento traumático…

Empiezan esos pensamientos reiterativos, aumentando de alguna manera sentimientos de duda, de culpa, de impotencia, ante el suceso: “¿Quién me manda a no estar pendiente, estar atento sabiendo que estoy en este país?”. Eso genera impotencia. Mientras las personas que viven estos episodios traumáticos no encuentren sentido a ese evento, lo van a seguir evocando una y otra vez. Empiezan a buscar respuestas sobre cómo ocurrieron los hechos, qué estaban haciendo. Van a generar incluso una serie de versiones hipotéticas del evento, a medida que lo van relatando, de rabia, impotencia, angustia. 

¿Qué pasa cuando las personas experimentan sucesos que les causan traumas? 

Pueden experimentar desde cuadros de depresión en sus distintas variaciones hasta deseos de morir; o trastornos de ansiedad y en especial aquellos síntomas relacionados con estrés postraumático. También causa que la persona evite estímulos del entorno que recuerdan el evento traumático. Puede haber alteraciones de las funciones cognitivas y sobre todo cambios en la manera de pensar y de manejarse con el entorno. Puede traer alteraciones de sueño, pesadillas.

Esas huellas emocionales quedan de alguna manera incrustadas. Si no se trabaja, por supuesto que lo vas a reexperimentar continuamente. Incluso así hayan pasado años. Ese tiempo en la mente no transcurre: es como si hubieses vivido el hecho recientemente. ¿Por qué? Porque se congela todo sentimiento asociado. Se hace difícil que la persona pueda digerir otros elementos que permitan que la experiencia sea trabajada o procesada. Es decir, que pueda dar paso a esa experiencia, seguir adelante: “Sí, me pasó esto”. Pero ya no te está generando malestar psicológico, que es característica de estos eventos, reacciones o efectos postraumáticos. Por eso te hablo de sucesos impactantes como puede ser un accidente, el abuso sexual, etcétera. ¿Por qué todo es traumático? Porque mueve el piso de la seguridad que la persona creía tener. 

¿Qué sucede cuando una persona no afronta un trauma que le deja secuelas emocionales?

Muchas veces hay una negación emocional del evento traumático: “Esto pasó y no me perturba. Ya eso no me molesta”. Sin embargo, como hay un hecho, un trauma encapsulado que no se está trabajando, esa situación puede detonarse en cualquier momento. Se puede expresar como una crisis. La persona puede experimentar enfermedades, como depresión, o trastornos como estrés postraumático. Son experiencias tan disruptivas que la persona no puede responder ante ellas, porque se siente sin recursos o no los tiene.

Si no hay una debida atención psicológica, eso va a quedar ahí. Se puede llegar a desarrollar estos trastornos y también enfermedades somáticas. Muchas enfermedades físicas pueden venir y son atribuibles a ese malestar psicológico que se ha experimentado: alteraciones digestivas, como úlceras, gastritis. Al no procesarlo y enfrentarlo, desde el punto vista psicológico, eso sigue de manera soterrada. Hace daño de manera inconsciente. Hay dificultades cognitivas que afectan la manera cómo manejamos la información. Esto se observa en la imposibilidad de las personas para ordenar los pasos secuenciales de la situación traumática o para hablar de ella. Es tan perturbadora que ni siquiera desde el punto de vista cognitivo lo pueden transmitir. 

Muchas personas no logran olvidar el suceso traumático, pero hay otras que no pueden recordar. Olvidan detalles importantes y los hechos pueden ser difíciles de comprender o de experimentar emocionalmente. Son olvidos de origen psicológico, lo que se llama amnesia disociativa. No es atribuible a una lesión cerebral ni a efectos de alcohol o drogas. La persona no recuerda nada o no recuerda detalles. Para unas personas es angustioso no poder olvidar el trauma y para otros no recordarlo. 

Además, se experimenta alteración del sueño o regreso a la situación traumática, lo que se conoce como flashback. Esos flashbacks tienen conexiones asociativas que establece la persona que sufrió el evento. 

Siboney Pérez retratada por Alfredo Lasry | RMTF

¿Qué piensa usted sobre el estado de la salud mental en Venezuela?

La salud mental en Venezuela está en terapia por varias razones. Ya veníamos de una crisis sostenida producto de muchas cosas, la parte económica, social, política, educativa, judicial, etcétera. Luego se unieron los años de pandemia. De hecho, la Organización Mundial de la Salud está diciendo que la salud mental está afectada en términos globales. Pero imagínate en Venezuela, que ya veníamos susceptibles en muchísimas cosas, y veníamos perdiendo capacidad de respuesta. 

Así lo vemos en la clínica y las consultas. Yo pertenezco a Psicólogos Sin Fronteras y trabajamos en el programa Acompañando en el dolor, el cual llevamos en conjunto con el Grupo Social CESAP. En estos dos años de pandemia no dejamos de trabajar atendiendo los casos. No solamente los de duelo por muertes de covid, sino también problemas producto de la migración. Los cuadros de estrés postraumático producto del covid, ansiedad, depresión e intentos de suicidio han aumentado considerablemente en Venezuela. Todo esto, por supuesto, en un país donde el Estado no tiene una política de salud en términos generales. Imagínate en términos de salud mental. Aquí en Venezuela son muy pocas las instituciones que atienden la salud mental.

En Venezuela hemos padecido crisis de varios tipos. Son formas diversas de experimentar la violencia. ¿Cómo nos afecta cuando normalizamos la violencia y qué consecuencias tiene?

Aquí tenemos violencia de todo tipo. Y ocurre que podemos sentir tanto miedo ante diversas situaciones que la normalización es una forma de procesar esa emoción. Desarrollamos conductas adaptativas. Eso genera ciertas emociones: rabia, impotencia, miedo, ansiedad, y dices: “Prefiero racionalizar la situación y pensar que es normal, que pasa”. Normalizamos la violencia: perdemos esa capacidad de alerta, de asombro; hemos perdido la capacidad de decir que esto no está bien. 

Llega un momento en que esas conductas, que de alguna manera nos sirven para la supervivencia, las descuidamos y entonces nos hacemos, paradójicamente, más vulnerables que como solíamos estar en un momento dado. Es lo que ha pasado en muchos países violentos. Por ejemplo, el caso de México con el narcotráfico, y lo que pasó con los curas jesuitas (el pasado junio mataron a dos jesuitas en Chihuahua. El sospechoso del asesinato fue un presunto miembro del Cartel de Sinaloa). Se están acostumbrando tanto a esa cotidianidad que puede estar pasando algo en la calle, un asalto por ejemplo, y la gente lo está viendo como algo normal. Eso pasa en Venezuela. No se actúa en pro de que eso que no debiera suceder, no se denuncia. Dicen: “¿Para qué vas a denunciar si sabes cómo es? Es un trámite engorroso”. 

¿Por qué se normaliza la violencia? 

Porque las personas sienten que no lo pueden manejar. Hay que pasar la página, pero haciéndolo por vías sanas, realmente enfrentándolo y encarándolo. No es meter el trauma bajo la alfombra. O meter la cabeza en la tierra, como el avestruz. Eso va a salir en algún momento en forma de crisis o síntomas somáticos.

¿Y qué podríamos hacer frente a la normalización de la violencia?

La cosa es recordar el hecho, hablarlo, trabajarlo, exponerlo ante personas que puedan ayudar a trabajarlo. ¿Para qué? Para poder establecer la salud mental de personas que estén envueltas en hechos traumáticos. El objetivo del tratamiento va a ser devolver a la persona la confianza en sí misma, la integridad; la confianza en su entorno y que recupere y esté en capacidad de funcionar física, mental y socialmente, como lo hacía antes de experimentar el evento que lo quebrantó. Lo que sí no se debe es naturalizar el trauma. 

¿Cuándo naturalizamos el trauma?

Cuando decimos cosas como: “Es normal que tengas miedo”, “Pareces bobo porque ahora tienes miedo”, “Eso ya pasó, no significa que te va a volver a pasar”. Ese tipo de cosas. 

¿Por qué hay quien reacciona de un modo ante un trauma y gente que reacciona de otra manera? ¿Qué factores intervienen en la forma en la que asimilamos los traumas?

Tiene que ver con las creencias y el significado de buscar ayuda. Creer que se podrá con eso como se ha podido con otras cosas. “Me da miedo lo que vaya a pensar la otra persona sobre lo que le voy a contar”. “Me da pena lo que voy a decir”. Muchos tienen internalizado que pedir ayuda significa ser débil, cuando es lo contrario: pedir ayuda tiene que ver con coraje, fortaleza, valentía. Porque la persona reconoce que no es capaz o no tiene los recursos necesarios en este momento que le permitan abordar solo esa situación. Entonces busca ayuda. Esto es una conducta protectora de la salud mental.

Tiene que ver con la historia de vida de la persona que está enfrentando o elaborando el trauma, con las redes de apoyo posterior al evento que origina el trauma; con conductas de autopreservación, como evitar eventos parecidos, personas que extreman el control, estar más alerta a las situaciones confusas. Incluso hay quienes se entrenan en autodefensa, defensa personal, acuden a psicoterapia; otros acuden a organizaciones religiosas. Es una forma de tener mecanismos y conductas adaptativas que permitan seguir adelante. 

¿Qué se le puede decir a una persona que no quiere recibir ayuda de ningún tipo, q ue no está en capacidad de buscarla, ni de pagarla, y vive sometido a una violencia constante, pero además podría tener intención de cometer suicidio?

Que siempre hay formas de buscar ayuda, aunque sea gratuita. A través de la Iglesia, grupos de ayuda, amigos. Lo importante es que en un momento dado hablen y digan lo que les está pasando. Porque no hablar, callar, es peor: hace que la persona se sienta más sola, más indefensa. Porque dice: “No tengo a nadie a quien contarle ni alguien que me ayude”. Ante esa percepción de soledad e indefensión, ¿qué ven como salida? Quizá acabar con su vida. 

Siempre hay maneras de buscar ayuda: un amigo, un vecino, alguien que pueda ayudar contra eso que le atormenta, que lo abruma, que le produce ansiedad, que lo sobrepasa, que no lo deja vivir de manera tranquila. Expresar los sentimientos, que son legítimos, de rabia, dolor, odio, impotencia, culpa, vergüenza. Si no se habla, no se puede expresar lo que se tiene bloqueado. 


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