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Se busca inmunosupresor: preguntas y respuestas

Fotografía de Roberto Mata

05/06/2018

¿Qué es un inmunosupresor? 

Es un medicamento que inhibe la respuesta del sistema inmunológico, ya sea contra un órgano o tejido trasplantado. El inmunosupresor evita el rechazo del injerto y se toma de por vida. También se usa para enfermedades autoinmunes, es decir, cuando el organismo no reconoce sus propias células y las ataca. Así ocurre con la hepatitis autoinmune, el lupus, algunos tipos de artritis y algunas patologías renales.

¿Por qué el cuerpo ataca al órgano trasplantado?  

El órgano o tejido trasplantado es ajeno al cuerpo del paciente receptor. Cuando el sistema inmune lo detecta, miles de linfocitos reciben la alerta de que hay un ente extraño y se inicia la batalla. Llevan consigo una muestra del intruso y la presentan ante el soldado Receptor T. Es un componente del linfocito que identifica a los mensajeros del organismo. En este caso, la célula presentadora de antígeno (APC) actúa como el mensajero. Una vez que la célula identifica al enemigo, envía una señal para despertar a los guerreros. La enzima calcineurina enciende el despertador de la interleuquina-2, el general que pone en movimiento a su tropa. El linfocito se divide para convertirse en un grupo poderoso de reclutas que combaten al órgano trasplantado.

Hay diferentes protocolos de tratamiento que pueden incluir dos, tres o cuatro inmunosupresores. Cada droga actúa en una fase diferente del proceso. Por ejemplo, la Ciclosporina y el Tacrolimus son inhibidores de la calcineurina. Aunque el linfocito ya está estimulado, la señal de alarma es silenciada. La Rapamicina impide la producción de la interleuquina-2 y mantiene al linfocito dormido. El Micofenolato y/o la Azatioprina interrumpen el ciclo final de la división celular.

¿Cómo se definen los esquemas de tratamiento?

La dosis y el tipo de inmunosupresores que necesita cada paciente dependen de tres criterios:

El grado de histocompatibilidad del injerto. Es la semejanza inmunológica entre los tejidos del donante y el receptor. La compatibilidad se mide a través de los HLA (antígenos leucocitarios humanos) de las células. Los HLA se asemejan a una huella digital: son únicos en cada ser humano. Ayudan al sistema inmunitario a diferenciar sus propias células de las extrañas. Mientras más similares sean los HLA del donante y el receptor, el paciente requiere menos inmunosupresión.

Inmunogenicidad. Cada órgano tiene una exigencia de inmunosupresión diferente. Esto también determina el tipo de inmunosupresor y la dosis que requiere el paciente.

Tipos y dosis de inmunosupresores. Las drogas que mejoran a un paciente pueden perjudicar a otro. La dosis que mantiene a una persona saludable puede ser exagerada o insuficiente para otra. El objetivo es evitar el rechazo del órgano sin debilitar el sistema inmunológico, el cual defiende al paciente de complicaciones mortales por infecciones.

¿Cómo sabe el paciente que su cuerpo rechaza el injerto?

El rechazo del órgano es asintomático. Los pacientes que dejan de tomar inmunosupresores al principio no tendrán ningún síntoma. A menos de que el trasplante haya sido reciente o que el rechazo sea muy severo, no se ven señales de que existe un problema hasta que se someten a pruebas de laboratorio. Con un examen de sangre Perfil 20, el paciente puede saber cómo se desempeñan varios órganos. En el caso de los trasplantes renales se mide la creatinina y la úrea. Para evaluar la función hepática, se monitorea la fosfatasa alcalina, la bilirrubina y las transaminasas. En el páncreas se examina la amilasa pancreática. También se pueden medir los niveles de algunos inmunosupresores en la sangre como la Ciclosporina, el Tacrolimus, la Rapamicina y el Micofenolato.

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