Salgo al sol junto con dos animales y con una nube encima // Diario de la peste
Una mujer en una calle al atardecer en la Ciudad de México. Fotografía de Pedro Pardo | AFP
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Salgo al sol junto con dos animales y con una nube encima.
Trato, con la mano, de apartar a la nube, pero no lo logro.
Inicia el solsticio de invierno en el hemisferio sur.
Y de verano en el hemisferio norte. El día 21.
Los dos hemisferios parecen cambiar de posición.
También en la pandemia.
Versos fuertes, traduzco a la fuerza:
«Dos veces fui yo mendiga
ante la puerta de Dios».
La pandemia se está acelerando en el mundo, dice la OMS.
Avance descontrolado en Perú y en Chile.
Brasil, nuevo récord: 54 mil casos en un día.
En Argentina, un sacerdote convirtió una iglesia en un bar.
Se vistió de empleado, «sirvió» biblias.
Protestaba «contra la decisión del gobierno de abrir bares y casinos, pero mantener las iglesias casi cerradas».
Servir la Biblia en una mesa: ¿una Biblia para uno o para cuatro?
Primer eclipse solar de 2020: el «anillo de fuego».
Unos dicen que es «señal del apocalipsis».
Cuando dos personas escuchan lo mismo, no escuchan la mitad de lo mismo.
Palabra y parábola del pan.
Una palabra que se dice para muchos, no se divide; mantiene su fuerza.
Biblia para algunos, noticias para otros.
Lo que relata Luigi Giussani, religioso italiano, sobre un moribundo:
«Era como si contara serenamente los latidos de su corazón y dijera: uno más.»
Mañana cierro el Diario de la Peste. Última entrada, el día 20.
Dice Cioran: «No se puede concebir la fuerza sin la enfermedad.»
Dice Cioran: » No en vano, los hombres más peligrosos tienen una salud endeble.»
Las nubes no son bienvenidas. Pero eso no es justo.
El Diario de la Peste me trató bien en los malos días; mañana, adiós.
Gavin Pretor-Pinney y la Guía del observador de nubes.
Habla de una nube que se llama «gloria de la mañana».
Hay pilotos de planeadores de todo el mundo que la «surfean», «como si fuera una ola».
Golfo de Carpentaria, norte de Australia. Miles de personas se desplazan para ver una nube.
Desde México, una amiga me dice: estamos asustados, como si fuera un ciclón.
Me acuerdo de un poema del Nordeste de Brasil. Terrible período de sequía.
Aparecen nubes y, acá abajo, la población esperanzada . Muchos días rezando por la lluvia.
Pero las nubes se disuelven y aparece el sol.
El día en que la población insultó al sol, título del poema.
Poemas y noticias. Un médico inglés habla «del quiebre total de la arquitectura pulmonar de los pacientes infectados.»
Un paisaje por dentro que se deshace.
Una destrucción del patrimonio individual, de esas obras hechas por la biología instintiva. La enfermedad como un explosivo sin sonido.
¿Qué quieres? Todo, dice alguien en un café de Sintra.
En la calle, personas ansiosas, casi se tropiezan, algunas de veinte años; unas se abrazan, otras, menos jóvenes, parecen salidas de la cárcel.
Todas como si hubieran llegado de un viaje.
Importancia de las nubes. Tampoco producen sonido.
Al parecer, fue un hecho: en el Nordeste, maldijeron al sol como a un asesino.
Hiroshima, el año pasado.
Estoy cerca del edificio: la zona cero de la destrucción.
Me explican y señalan y yo veo.
La segunda bomba atómica:
«A las 3:49 de la mañana del 9 de agosto de 1945, cargaron el Bockscar, piloteado por el equipo de Sweeney, con la Fat Man, siendo Kokura el blanco principal y Nagasaki el blanco secundario.»
Sobre Kokura, nubes, clima incierto, viento que arrastra polvo.
Demasiadas nubes entre el bombardero y la ciudad de Kokura.
Es necesario ver bien, para dejar caer bien la Fat Man.
«¡Sí, somos libres! Pero tenemos nuestras pesadillas».
Salvo por el sol, salvo por las nubes, el mundo es extraño.
Me pongo las manos en el corazón y serenamente digo: uno más.
Tres vuelos sobre la ciudad y el bombardero renuncia a Kokura y se dirige a Nagasaki.
Las nubes salvan a Kokura.
***
Este texto fue publicado originalmente en portugués en el diario Expresso de Portugal el 19 de junio de 2020. La traducción al español es de Paula Abramo.
Gonçalo M. Tavares
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