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¿Cómo afecta la cuarentena la psiquis infantil?

28/04/2020

Fotografía de Fotolia

«Mamá, ¿cuándo se acaba finalmente este corona?», me preguntó hace poco mi hijo de ocho años. Le encantaría volver al campo de fútbol con sus amigos. Pero, mamá desafortunadamente no tiene idea. Con o sin coronavirus, la crianza de los hijos, la vida familiar es un trabajo duro. Y es aún más duro cuando uno falla una y otra vez frente a principios autoimpuestos: Los buenos padres son pacientes, no gritan y satisfacen de forma lúdica las necesidades de los niños.

Por eso, las medidas con que se enfrenta al coronavirus afectan particularmente a las familias: madres y padres abrumados que trabajan, y deben enseñar, consolar y tranquilizar a sus hijos al mismo tiempo, pese a su preocupación por ganar el sustento de la familia. Aún peor para quienes educan en solitario. La carga psicológica es enorme para todos los miembros de la familia, pero sobre todo para los niños.

Niños fuera de la mira

«El cierre abrupto de las instalaciones educativas y las semanas sin contacto con amigos y educadores significan una pérdida incomprensible y posiblemente traumática de importantes figuras de apego», criticó la Academia Alemana de Medicina Pediátrica y Adolescente (DAKJ) en un comunicado.

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Hasta ahora, sin embargo, el debate político poco se ha fijado en las necesidades de los niños. A menos que se tratara de su rendimiento académico. O sobre cómo mantenerlos lo más alejados y ocupados posible, para que los abuelos no enfermen y mamá y papá puedan seguir trabajando.

«En los procesos de toma de decisiones, hasta la fecha, los niños y adolescentes no eran vistos como personas con los mismos derechos, sino como potenciales portadores de virus», advierte la DAKJ. Para los niños de entornos familiares difíciles, este hecho no solo puede ser injusto, sino fatal.

SOS no escuchados

Anna Wilden está preocupada. Es trabajadora social y se ocupa de la ayuda familiar ambulatoria en una residencia infantil. Asesora a familias que acuden a la oficina de asistencia social en busca de ayuda. Normalmente, Wilden visita a sus clientes. Pero, desde que entraron en vigencia las restricciones de contacto, todo se hace por teléfono. «Ya no veo expresiones faciales o posturas», y esa información puede ser crucial, explica.

«Si sospechamos que existe un riesgo para el bienestar de los niños, entonces, por supuesto, visitamos a las familias». Sin embargo, dado que los centros de atención fueron cerrados, la oficina de bienestar juvenil recibió cada vez menos reportes de sospechas de riesgo para el bienestar infantil, precisa la trabajadora social.

Familias en estado de emergencia

La situación preocupa también a Stefanie Fried, consultora de protección infantil en la organización de derechos infantiles Save the Children. «En otros países, España e Italia, por ejemplo, ha habido informes crecientes de mujeres y niños de que la violencia en el hogar ha aumentado», dice Fried. Y estima que la situación en Alemania será similar.

«La única pregunta es cuándo estas personas pueden hablar y sus voces se pueden escuchar». Mientras las familias permanezcan aisladas, es difícil que los pedidos de ayuda lleguen a buen puerto.

Para Fried, los niños no fueron suficientemente tomados en cuenta al decidir las medidas para combatir la COVID-19. «En las clínicas, se observan casos de bienestar infantil en los que no se puede excluir una conexión causal con las condiciones de vida cambiadas», describen los especialistas de la Academia Alemana de Medicina Pediátrica y Adolescente (DAKJ).

Por otro lado, no se ha demostrado científicamente que las medidas restrictivas impuestas a los niños sean realmente útiles para contener el virus. «Los primeros estudios de caso muestran que los adultos tienen más probabilidades de infectar a los niños que viceversa», dice la declaración de la DAKJ, en alusión a datos del Instituto Robert Koch, competente en la materia en el país.

«Entonces, ¿por qué no detener el contacto entre grupos de alto riesgo y niños, y reabrir parques infantiles y guarderías», se pregunta Stefanie Fried. Muchos niños y familias no tienen la resistencia psicológica para sobrevivir a las restricciones sin consecuencias, advierten los pediatras.

Pero incluso las familias con buenos recursos alcanzan sus límites, porque hasta en un hogar amoroso, las opciones de diversión y distracción son extremadamente limitadas para todos. Por lo tanto, puede ayudar a relajarse si los padres reducen las expectativas sobre sus habilidades educativas.

Bueno es suficientemente bueno

«El trabajo de los padres es levantarse con los niños todas las mañanas y hacer lo que tienen que hacer, lo que pueden hacer, para luego, en algún momento del día, rendirse.» Así resume el psicólogo Klaus Neumann la vida cotidiana de los padres. «Sin embargo, al día siguiente nos levantamos de nuevo, y volvemos a hacer lo que tenemos que hacer, lo que podemos».

Es importante aceptar este hecho. Los niños, dice Neumann, aprenden algo muy importante como resultado: «Mis padres están de pie. Siempre se levantan. Pueden volcarse y explotar, gritar y golpear puertas, pero se levantan». Eso crea una gran confianza.

Neumann trabajó durante 30 años para el centro de protección infantil en Múnich. «Llegaba un número alarmante de personas normales con problemas normales, que, sin embargo, cuando se manifiestan, pueden llegar a tener serias consecuencias: negligencia, violencia física y emocional». Neumann también supone que tales casos se acumulan en estos tiempos de coronavirus. Aunque las medidas restrictivas también pueden unir a las familias, no solo literalmente, sino también en sentido figurado.

Reglas pandémicas

Es importante, según Neumann, que «haya un rincón donde cada tigre pueda retirarse en este recinto de vida silvestre». Así sea el retrete o el armario. Los rituales que regulan la convivencia son ahora más importantes que nunca, para retrasar la crisis nerviosa el mayor tiempo posible.

«Nos acercamos el uno al otro, así es en este momento. Podemos colisionar entre nosotros, y eso genera conflictos. Pero el vínculo padres-hijos también puede profundizarse».

De hecho, muchas familias disfrutan este inesperado tiempo de calidad juntos, como lo muestra una encuesta del instituto Forsa encargada por Save the Children. Como los campos de fútbol están cerrados, mi hijo y yo montamos mucha bicicleta juntos (algo permitido en Alemania), leemos y jugamos más. Ese es el maravilloso inconveniente de las restricciones.

Sería bueno, dice Neumann, si el recuerdo de este sentimiento permanece y mantenemos un poco de humildad, incluso si todo Vuelve a la «normalidad». No debemos olvidar lo valioso que puede ser el tiempo con nuestros hijos después de la pandemia. Sin embargo, los niños también deben pasar tiempo jugando con amigos al aire libre.

(rml/jov)

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