Perspectivas

Ricardo Jiménez: “¿Qué coño hace María Alicia allí de noche?”

30/06/2023

Fotografía de Ricardo Jiménez. Serie La Noche.

Ricardo Jiménez tenía la tarde libre ese día. Recibió una llamada, y al ver que se trataba de Igor Barreto, poeta con el que mantiene una amistad de años y con quien ha colaborado en varios proyectos, se preocupó.

–¿Ya tienes las fotos que te encargué?

Le dijo la verdad: sí tenía imágenes de carreteras de noche, pero en su archivo de negativos no reinaba el orden. Las imágenes iban a un poemario que estaba próximo para editarse. Sólo faltaban unos días para poder enviar todo el material a la editorial.

–No te preocupes, Igor. Resuelvo hoy mismo.

Lo primero que hizo fue avisar a su esposa e hijos su decisión: tomaría un autobús en el terminal de la Bandera hasta cualquier parte del país para ir haciendo el encargo. Igor Barreto le había pedido imágenes que mostraran carreteras nocturnas. No existía ninguna otra indicación, salvo por un detalle: quería que apareciera una línea divisora entre ambos caminos.

Eran las cinco de la tarde cuando Ricardo llegó al terminal y buscó el primer autobús. Le indicaron que estaba por salir uno para Punto Fijo, Estado Falcón. Accedió a subirse sin pensarlo. Serían varias horas de viaje. La noche no tardó en llegar, por lo que pudo sacar la cámara para proceder con la operación fotográfica. Mientras los demás pasajeros dormían, él iba haciendo fotos desde la ventana. El único problema es que la línea divisora de los caminos no se veía desde allí, por lo que se le acercó al chófer para pedirle permiso: debía ponerse detrás de él para hacer las fotos. Fotografiar la carretera a través de los vidrios centrales. El conductor aceptó sin problemas.

Logró una imagen que muestra una carretera a oscuras, dividida por un pequeño conjunto de líneas blancas, con cierta variedad tonos grises gracias a la luz del autobús. Y alrededor de ambos caminos, un vacío negro, con algunas pequeñas luces y un par de detalles casi imperceptibles. No hay nitidez, solo un movimiento hacia adelante que se intuye al detallar la imagen. No hay personas. Nada más se observa una sensación de progresión hacia adelante. Es el relato de un viaje en la oscuridad. El poeta quedó fascinado con la foto.

Fotografía de Ricardo Jiménez. Serie Carreteras Nocturnas.

Entre viajes y más viajes

A mediados de los 80, Ricardo Jiménez (1951) se formó en Bournemouth and Pool College of Art and Design, en Londres, una escuela que le gustó porque, “aunque era completamente comercial, te dejaban interpretar las cosas como quisieras”. En Inglaterra conoció a otro Ricardo proveniente de Venezuela, Ricardo Gómez Pérez, quien también ha desarrollado una destacada carrera como fotógrafo artístico. La amistad prosperó. Ya graduados, ambos trabajaron como asistentes para el destacadísimo fotógrafo británico, Brian Griffin, quien se convirtió en mentor del dúo.

Toda la obra de Ricardo Jiménez conjuga el blanco y negro, el movimiento, los detalles aleatorios y las composiciones abiertas para crear narrativas, imágenes de acontecimientos que aparecen en la imaginación del autor a partir de escenarios reales. Gran parte de su obra se desarrolla desde el vehículo o desde la caminata, motivo por el cual el tema del desplazamiento ha adquirido una relevancia central en su obra.

Retrato de Ricardo Jiménez. Fotografía: Diego Torres Pantin

Utilizando las apariencias de la realidad, crea ficciones. Es esa una diferencia considerable entre sus discursos fotográficos y los de la tradición documental: mientras un documentalista se esmera en exponer hechos, él se esfuerza en dotar de ambigüedad cada foto, hasta trascender la anécdota acontecida para convertirla en un relato. Y como buen amante del azar, las imperfecciones que están entre su lente y el mundo no le molestan; al contrario: aprovecha los detalles visualmente incómodos para nutrir de profundidad su trabajo.

Antes de irse a Inglaterra había realizado unos cursos en Caracas. Después de su experiencia como asistente de Griffin, decidió volver a Venezuela, él y Gómez Pérez fundaron Ricar2, una agencia de fotografía comercial. Ha sido la fuente de sustento de los Ricardos.

Entre risas cuenta que compró el pasaje a Londres sin pensarlo mucho y sin mayor planificación. Fue una de sus primeras aventuras. Y en Venezuela, desde los años 80, ha tenido otras aventuras: por invitación de la curadora Ruth Auerbach, viajó hasta la Bienal de Guayana, viaje que aprovechó para iniciar la serie fotográfica Bitácora, motivo por el cual dedicó tres días a retratar Ciudad Bolívar; ha recorrido la capital venezolana a pie y en automóvil, adentrándose en los vaivenes de la vida urbana, tanto en el día –Caracas desde el carro–, como en las horas nocturnas –La noche–; ha explorado el género del paisaje desde una postura juguetona, fijándose en detalles intrascendentes y rechazando la horizontalidad –Naturaleza viva y paisajes verticales–; ha buscado escenas llamativas en diferentes escenarios, nacionales y extranjeros, siempre percibiendo el mundo con ironía, curiosidad y cierto sentido rítmico –En la tarde al viajar–. En pocas palabras, se ha dedicado a viajar con sus ojos sedientos de extrañezas.

Siento que es una estética dual: humanizadora y deshumanizadora. El toque humano se ve en gestos y acciones, pero casi todos los sujetos son pequeños en tus fotos. Son como sombras con personalidad.

A mí lo que me han dicho es que estoy influenciado por el cine, porque mis fotos parecen escenas cinematográficas, y sí, creo que están influenciadas por el cine y la televisión. Nunca fui un gran lector, ahora lo soy de viejo. Una vez un señor me preguntó que por qué los fotógrafos hacemos fotos de las acciones terminadas, que por qué no nos enfocamos en el durante. Entonces pensé que me gustaría que fueran así mis imágenes, como un cuento breve, que quienes las vean sientan que algo está pasando, o que acaba de pasar, o que está a punto de pasar. Y muchas veces se da que están en posiciones insólitas, lo cual te invita a cuestionar la anécdota. Fíjate en la foto de la muchacha que está en la bañera. Parece que está pintando, y podría ser que esté pintando el paisaje, hay una cosa medio insólita qué tal vez sea una mentira, pero que se convierte en un cuento, en una historia. Es como un detalle, pero está ejerciendo una acción: se podría decir que está terminando de pintar el paisaje o que está borrando otro. Cada quien lo interpreta. Lo que yo quisiera es que la persona piense en la imagen y la interprete. Tal vez inconscientemente la interpreté cuando la vi. Quiero que se ponga a pensar, que no sea nada más una foto descriptiva.

Retrato de Ricardo Jiménez. Fotografía: Diego Torres Pantin

Tienes un trabajo llamado La noche.  En tus series se observa el color negro abundante, abrumador. ¿Tiene algún significado en tu obra?

Sí, me gusta mucho que haya negro en mis fotos. Pero en las fotos de la noche tenía que estar a juro, porque la noche es un poquito de luz y mucha oscuridad. Es eso lo fascinante de la noche, los misterios. Eso fue incendiado por brasas, por Robert Frank, Bill Brandt, entre otros. Si ves a una amiga paseando en el día, dices: “Es María Alicia”. Pero si la ves de noche, dices: “¿Qué coño hace María Alicia allí de noche?”. Porque la oscuridad te hace preguntarte otras cosas, ya que la gente debería estar en su casa, no afuera. ¿Y cuál es el atractivo que tiene la noche? La verdad es que no sé explicar eso, pero sí sé que la película blanco y negro tiene que aprovechar mucho eso, la presencia del negro, el gris y del propio blanco. Coordinarlos para que también esté la parte estética. Las fotos de La noche son interesantes porque reina el negro. El negro es bien interesante si también tienes detalles dentro de él, en su interior todavía puedes ver cosas. En un retrato, de repente es fabuloso ver el contorno del ojo en el lado sombreado de la cara.

Hay muchas fotos con movimiento más del fotógrafo que del sujeto, o sea, de gente que está quieta que es fotografiada en un carro moviéndose. ¿Hay una metáfora del viaje?

Es un empeño que tengo por crear historias en algo estático, que haya un movimiento, varios elementos que contribuyan a hacer un pequeño cuento de lo que está pasado. Muchas veces se dan de forma inconsciente. Otras veces, estás seguro de que hiciste una buena foto y cuando la ves no es tan buena. La obsesión mía es crear una historia, y en las historias hay movimiento, cosas que salen y cosas que entran. Siempre el viaje, o la mayoría de las veces está presente. Me parece que es como la combinación ideal, viajar y fotografiar. El cambio de rutina me inspira. Inclusive en Caracas, que me cuesta porque es cotidiano. Veo libros de fotografía y salgo inspirado. Viajo en los viajes de otros fotógrafos. Es una aventura, una cacería. Nuevos escenarios, nuevos personajes, nuevas rutinas. La sorpresa. Robert Frank, Kuodelka, Lee Friedlander son los que me han influenciado más. Hay un fotógrafo llamado Ralph Eugene Meatyard que no hacía viajes, pero que salía con los hijos a lugares abandonados y ponía a sus hijos a posar, hizo algo interesante. Creó un mundo especial. Uno interpreta ese mundo y crea otro viaje. Esas son las influencias. Lo sorpresivo y lo mágico es lo que más me interesa de la magia. Tal vez no haya ninguna profundidad en la búsqueda de la magia, pero en fotografía puedes hacer una suma de dos más dos y te da siete, tú estás creando algo extra, que es lo ideal. Algo insólito. Cuando éramos niños creíamos en el mago, luego de adultos vimos que el tipo prepara el truco. En fotografía hay una magia que dura como una milésima de segundo, pero se produce.

¿Tienes una relación distinta con los paisajes extranjeros a la que tienes con los venezolanos?

A lo mejor son distintos, pero es la misma manera de tratarlos. Las luces son completamente diferentes. Pero es un paisaje y ya está, se me presenta y lo fotografío. No sé si se vea la diferencia al final. No estoy pensando en eso. Algo me atrajo de ese paisaje y lo tomo. Sea nublado, con mucho sol, nevado. Hay un fotógrafo llamado Paul Gill que sacó una serie de paisajes de la zona por la que él vive, que son muchas líneas, y él dijo que si había sol no salía a fotografiar, que lo quería plano, con la luz tamizada por las nubes. Simplemente no me he planteado algo así. Salgo y que salga. Me acuerdo de una vez que por un encargo nos mandaron a Ricardo Gómez Pérez y a mí a buscar un paisaje en tal parte, no me acuerdo dónde. No se nos dio en absoluto eso. Es el momento, estés donde estés, es el momento. Tal vez alguien sacó una foto del paisaje del Salto Ángel un día y otro día da una foto distinta en el mismo lugar. El tiempo cambia. La luz de Venezuela me encanta, a veces me angustia mucho porque no es muy contrastada.

El género del paisaje es predominantemente horizontal, pero en tu serie Naturaleza viva no es así. Siento que lo que tiene de “viva”, es el nombre, y que no son fotos de paisajes, sino retazos de paisajes. ¿Cierto?

Son espacios estáticos, lugares para esperar. Eso fue en un solo sitio. Fue una vez que viajé a Carúpano y llegamos a un caserío en el que vivía mi mamá cuando era pequeña, llamado Nueva Colombia. Nos quedamos en casa de una tía. Me desperté a las 6 y salí a recorrer el patio. Es un guiño a Koudelka y su serie de los paisajes franceses. Sus libros de fotografía de paisajes son con dos hojas mostrando un mismo paisaje. Entonces pensamos en hacer una foto no panorámica, pero sí vertical. Hicimos un librito así, que era como un acordeón de 10 centímetros, alargado. Lo abres y las fotos quedan chiquitas. Es una irreverencia, pero no soy el primero en hacer eso. Está presente el cemento, la vegetación, te da un paisaje en miniatura, podría ser el cielo una montaña. Son como cápsulas del paisaje. Volvemos a lo mismo: lo insólito. Por ejemplo, viniendo para acá vi unos vidrios que forman como un collage con las nubes, pero sigue siendo un paisaje. No es el tradicional. Hay veces que puedes hablar de algo extra, tal vez de la contaminación. Yo no lo busco. Eso se da y se interpreta después. Lo que me atrae es lo visualmente impactante, que me mueva algo. Sale en una foto de cada 200.

Fotografía de Ricardo Jiménez. Serie Naturaleza Viva

Gran parte de tu obra ha estado presente en textos de poetas. Sueles acompañar algunas tus imágenes con palabras en algunas presentaciones. ¿Puedes hablarnos de ese proceso?

Es un acompañamiento, no es necesario leer los poemas para entender las imágenes, pero muchas veces coinciden. Lo hago robándole a los escritores, mezclar texto e imagen. Me cuesta muchísimo el texto porque no soy intelectual y busco meterme de la forma más instantánea posible. Eso lo hago con las imágenes, con lo que me dicen las imágenes a mí. Y que generen más interrogantes, que el título sea algo aparte, que diga cosas diferentes para una persona y para otra. Quisiera también hacer algo con unos textos más largos, creo que lo voy a lograr, pero me va a tomar más tiempo.

En tus series creas relaciones de imágenes donde no hay personas con otras donde sí hay, ¿cuál es el fondo tras esas secuencias?

Tiene que ver con la serialidad, la construcción de un discurso fotográfico que se hace enlazando los detalles humanos, con el paisaje encapsulado, hay una sucesión de imágenes con presencia humana y otras más paisajísticas, sin presencia humana, o con una presencia más leve. El fotógrafo trabaja desde sus obsesiones. Yo creo que mi obsesión principal es la magia, crear magia, sorprender a partir de lo que vemos como normal, de lo cotidiano.


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