Testimonio

“¿Qué me va a quitar Maduro?”

Fotografía de Federico Parra / AFP

19/05/2018

A Morela le aumentaron el crédito de la tarjeta la semana de las elecciones. De dos a siete millones de bolívares en un banco del Estado. Esa semana comió de la bolsa CLAP. Esperaba millón y medio por el bono del Día de la Madre. El gobierno prometió depositarlo para el segundo domingo de mayo. Llegaron las presidenciales del 20 y Morela no lo había recibido. La jefa del consejo comunal le dijo que si no iba a votar, la buscaría en su casa. Morela irá sin que la busquen. Votará nulo.  

Morela nació en Colombia hace 62 años. Sus padres la abandonaron y una familia la acogió cuando era bebé. Como nunca se sintió parte de aquella familia, soñaba con hacer la suya en una casa propia. En Venezuela podía lograrlo, le dijo su mejor amiga. Había emigrado a Maracaibo meses atrás. Era 1974, el primer año del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez. Comenzaba la bonanza. El precio promedio del petróleo venezolano fue de 8 dólares por barril ese año, el doble del promedio internacional del año anterior. Mientras cruzaba la frontera entre La Guajira y el Zulia, Morela imaginaba la ropa, los zapatos y el maquillaje que compraría con su primer sueldo. Tenía 18 años.

Apenas pudo se mudó a Caracas. Trabajó como doméstica en casa de una familia durante 10 años. Vivió en una habitación hasta que reunió suficiente para construir una casa en Petare. Cuando salió embarazada por primera vez, quiso un varón. Parió antes de tiempo y descubrió que era niña. Cuando los médicos le preguntaron cómo se llamaría, respondió Ligia Elena, como la novela de Venevisión. Alba Roversi y Guillermo Dávila eran los protagonistas. 36 años más tarde, Guillermo Dávila todavía le parece un galán.  

Morela parió a María 13 años después que a Ligia Elena. Y se sacó la cédula venezolana. Ligia Elena estudió Administración de Recursos Humanos en un instituto de gerencia en Sabana Grande. Parió a Raúl hace dos años. María tiene 20 y cursó dos años de Administración en el INCES. Quiere estudiar Comunicación Social o Publicidad.

A principios de 2017, Ligia Elena no ganaba suficiente para mantener a Raúl. María no encontraba trabajo. Morela sentía que debía apoyar a sus muchachas para buscar una vida mejor. A fines de marzo se fueron a Colombia, dos días antes de que estallaran las protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro. Ligia Elena y María no consiguieron empleo en siete meses. Regresaron a Petare en octubre. Sin ahorros. Un mes después, Morela sacó el Carnet de la Patria. En el barrio decían que sin el carnet no podrían abrir cuentas en los bancos del Estado ni inscribir a Raúl en una guardería pública. Morela obligó a sus hijas a sacárselos. Por si acaso.

En febrero de 2018, Ligia Elena se fue a Panamá sin Raúl. Los últimos dos meses ha enviado 60 dólares para ayudar con los gastos. Con los cinco millones de bolívares que gana Morela cada mes limpiando casas, no les ha ido mal a pesar de la inflación.  

Morela fue a casa de Kelly, la vecina que lidera el consejo comunal de su sector, para escanear el Carnet de la Patria y cobrar el bono del Día de la Madre. En enero recibió medio millón por el bono de Reyes. En mayo, un millón por el bono del Día del Trabajador. Como no le alcanzaba para comprar un kilo de queso o un cartón de huevos, compró un tinte de pelo y emparejó los tres colores que le quedaban de cuando podía pagar la peluquería. El bono no había llegado.

–Usted no votó en las elecciones de gobernadores –le recordó Kelly.

–No voté porque estaba en Colombia –respondió Morela.

Después de escuchar tantas historias sobre el general Rojas Pinilla en Colombia, Morela empezó a desconfiar de los militares. Por eso nunca votó por Hugo Chávez.

–Los hombres que dan golpes de Estado no son buenos.

En 2018 la atrapa el dilema de no tener por quién votar. Maduro está descartado. Siempre que hay elecciones, recogen la basura. Esta vez, Petare rebosa de basura. Y llevan casi un año sin agua. Morela limpia las casas de otros, pero la suya está inmunda porque no llega el agua. A diario llena dos pimpinas de cinco litros cada una en las casas donde trabaja y las carga hasta Petare, en metro y autobús. Sus vecinos cagan en periódicos o bolsas y lanzan la mierda a la calle porque no hay agua para bajar los baños.  

–¿Tiene miedo de perder los beneficios del gobierno si no vota por Maduro?

–¿Qué me va a quitar Maduro? Los bonos y la pensión no alcanzan ni para el Cerelac de mi nieto. Cambio el CLAP por agua.

–¿Y Henri Falcón?

–Dicen que está en sociedad con Maduro. Es lamentable que Claudio Fermín y Eduardo Fernández estén detrás de este señor.

–¿Y el pastor Javier Bertucci?     

–En el barrio se dice que la mujer de Bertucci es hermana de Cilia Flores. Esos votos se los van a sumar a Maduro.

Una amiga le dijo que todos los electores que tenían Carnet de la Patria ya habían votado, según la página web del Consejo Nacional Electoral. No sabía si era cierto pero votaría de todas formas. Marcaría dos candidatos. Le dijeron que así el voto saldría nulo.    

–Si usted no va a votar este domingo, yo la voy a buscar –le dijo Kelly a Morela.

–Ponme el agua primero y yo voy a votar.


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