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¿Por qué (re)leer “La Peste” de Albert Camus en 2020?

Albert Camus.

13/06/2020

Este período de cuarentena ha sido un momento ideal para volver a leer o redescubrir textos fundamentales tanto de literatura como de filosofía.

Durante esta cuarentena, no ha habido nada como entregarse a esos escritores que saben cómo superar las tensiones y crisis de la vida en sus novelas; auténticos manuales de supervivencia que, mediante su lectura, nos ayudan a reflexionar y poner orden en nuestro futuro.

En esta época de pantallas, no hay que olvidar que son los libros, los que de alguna manera repotencian nuestro pensamiento y nuestra forma de vivir.

La peste, de Albert Camus, había sido un texto de estudio en mi clase de Filosofía, en el liceo. Con mis lejanos recuerdos de esta lectura, quise aprovechar la cuarentena para leerla de nuevo.

El periódico francés Le Monde reportaba el 3 de marzo 2020, que esta obra de Camus había obtenido, desde el principio de la pandemia, un éxito de venta espectacular en algunos países.

En Italia, según el periódico italiano La Repubblica, la novela pasó del rango 71, al número 3 en un portal de venta de libros en línea.

Imaginar los períodos de crisis y a veces de reconstrucción ha sido a menudo un tema de literatura y filosofía.

Publicada en 1947, fue la primera gran novela francesa de los primeros años de la posguerra mundial. Su éxito fue inmediato, y el alcance de millones de ejemplares con traducciones a unos cincuenta idiomas nunca fue desmentido. Es una de las obras maestras del premio Nobel de Literatura de 1957.

¿Cómo no estar fascinado por la actualidad de esta obra? ¿Cómo no estar impactado por un relato que describe con precisión lo que vivimos estos últimos meses?

Un narrador anónimo cuenta como testigo el ambiente que se apoderó de Orán, ciudad entonces francesa de Argelia, cuando sucumbió repentinamente en los años 194… (año sin precisar), a ese tremendo azote que es la peste: de ciudad abierta y trabajadora, se convirtió en un gueto mártir. Recluido en un confinamiento absoluto por un tiempo indefinido que habría de durar diez meses. 

Camus, natural de Argel, de familia franco-española, afincado en Francia, vivió desde 1941 a 1942 en la Orán que el narrador evoca con precisión: el asentamiento, el clima, las actividades y la mentalidad de los habitantes. El sentimiento de exilio y de angustia de la gente separada de sus seres queridos.

Varios personajes fuertemente tipificados y distintos entre sí interactúan, reaccionan y revelan su personalidad ante semejante catástrofe. El doctor Rieux aparece, en sentido propio, como el protagonista de la lucha, de la resistencia a la epidemia: “cumple con su trabajo, con su deber de médico, sin descanso”. Es el primer combatiente, sin miedo y sin tacha, de una rebelión justa contra un enemigo invisible y sin piedad. Al finalizar el relato se enterará el lector que Rieux ha sido el narrador-testigo fidedigno, si bien actor de los acontecimientos. 

Muchos pasajes e incluso episodios dedicados a los requisitos sanitarios, a las consecuencias del confinamiento, a la ignorancia y las dudas de las autoridades médicas y administrativas, así como a la llegada paulatina y tan esperada de la desescalada, tienen profunda resonancia en los lectores del 2020, los cuales sufren o han sufrido las condiciones de vida impuestas por la presencia del coronavirus. Uno de los grandes retos frente a La peste es alcanzar un comportamiento colectivo frente al peligro y lograrlo en el marco del estado de derecho.  

Para redactar la novela, Camus recopiló una cuantiosa documentación con base en obras científicas y crónicas sobre el tema de la pandemia, desde la Antigüedad hasta la época moderna.

Esta obra, dijo Camus (en sus Carnets II), expresa «el ahogo que hemos sufrido y el ambiente de exilio que hemos vivido” (Francia sometida al nazismo durante cuatro años). Añade, que esta interpretación vale para «la noción de existencia en general». Doble valor, por tanto, histórico y filosófico para esta fábula.

La peste pone en escena una rebelión solidaria ante un Moloc sin rostro y despiadadamente voraz, siempre dispuesto a renacer y atacar –son las últimas palabras de la novela– «a una ciudad feliz». Y Albert Camus nos advierte: la peste puede llegar y luego desaparecer «sin que el corazón de los seres humanos haya cambiado».

 


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