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Dando continuidad al homenaje que, en ocasión de cumplirse los 25 años de haber recibido el premio Nobel, rendimos a la poeta Wisława Szymborska, publicamos el poema que Rafael Castillo Zapata compuso para ella.
¿Quién no se ha chupado los dedos
llenos de mermelada reluciente?
¿Quién no se ha hurgado un diente
detrás de una servilleta, disimuladamente?
¿Quién, como quien no quiere la cosa,
ha soltado un breve viento sin aspavientos
en medio de una reunión?
¿Quién, con discreción, no ha bostezado en un concierto
y aplaudido antes de tiempo
para acelerar el final?
¿Quién no ha leído con envidia
la frase perfecta de un escritor
que hubiéramos querido nuestra?
¿Quién no se ha robado una idea,
una imagen, un ajeno pensamiento?
¿Quién, en momentos de delirio,
no ha sentido que está escribiendo
un poema tan límpido y decisivo
como los que escribe Szymborska?
¿Quién no se ha creído Montaigne
cuando escribe un ensayo
sobre un poeta latino?
¿Quién no se cree Aladino
portador de una lámpara maravillosa
capaz de hacer surgir de la pluma
el más perfecto de los versos?
¿Quién no ha simulado que
entiende la expresión de un erudito,
o se copió de otro una locución latina
y la interpola en sus líneas
como si hubiera leído a Cicerón?
¿Quién no quisiera lograr el mismo bermellón
con que Pisarro pintaba sus tejados?
¿Quién no quisiera deslizar el pincel
con la serena pincelada por la tela
que alcanzaba Mondrian en sus paisajes
antes de volverse loco con la geometría?
¿Quién no ha querido alcanzar el portento
de las nubes nómadas de Nolde
colgadas del más bello cielo
en el espejismo claro de una noche en su vasto lienzo?
***
¡Qué de portentos literarios no han alimentado
nuestra ilusión de que seremos capaces
de alcanzar la misma altura!
Cada vez que leo a Szymborska, como hago esta mañana,
se me mete entre pecho y espalda la idea
de que puedo homenajearla
intentando un poema como los que ella busca y encuentra.
Como con Satie, me guía en la empresa
la alegría como buena estrella;
la idea de que el poema es un juego
me anima a experimentar.
Y el hecho de que más vale la mirada
que nos regala nuestro gato
cuando está de buenas con nosotros,
me salva de creer que el poema
es algo trascendental.
Y aunque me importan mucho las palabras
y respeto, quién no, la majestad de la poesía,
me atrevo a jugar con la rima
y a hacer el tonto con ella,
pues, me digo, muy szymborsko,
¿a quién puedo perjudicar?
Es papel y tinta, recuerdo,
sólo eso y nada más.
Octubre de 2021
Rafael Castillo Zapata
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