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El 05 de agosto de 2021 el Banco Central de Venezuela (BCV) anunció una nueva reconversión monetaria con la remoción de seis ceros (1.000.000) del Bolívar Soberano (VES). Esta medida entrará en vigencia a partir del primero de octubre de 2021. Se anunció también la introducción de un nuevo cono monetario en físico que complementará al “Bolívar digital”, mencionado formalmente por las autoridades desde inicios de año.
Esta es la tercera redenominación monetaria desde 2008 y la cuarta edición del bolívar desde su adopción como moneda de curso legal en 1879. Desde 2008 se le han retirado 14 ceros al bolívar, es decir cien billones (100.000.000.000.000) en escala numérica larga. La vida útil del cono monetario pasó de 128 años a sólo 3.
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Como en el caso de reconversiones previas, su utilidad consiste en agilizar las transacciones al simplificar los montos que deben ser calculados por los consumidores y procesados por los medios de pago, los cuales enfrentan dificultades al lidiar con cifras tan grandes. La medida, por su cuenta, no tiene efecto o incidencia sobre la presión inflacionaria que hace que los precios aumenten, haciendo necesarias subsecuentes expansiones del cono y reconversiones monetarias.
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La vida útil de la reconversión está condicionada por el alza de precios en la economía. Venezuela se encuentra en hiperinflación desde 2017. Los precios han aumentado dieciséis millardos por ciento (16.800.239.776%) desde noviembre 2017, y treinta y siete millones por ciento (37.699.882%) desde la última reconversión, según cifras de Ecoanalítica. Pese a que el incremento de precios se ha desacelerado desde su pico en 2018, el país registra la inflación más alta del mundo por amplio margen. En ese sentido, a mayores tasas de inflación, menor será el tiempo en que regresen estos ceros a los precios.
A efectos ilustrativos, de mantenerse el promedio inflación mensual entre enero y julio de 2021, 25%, según cifras de Ecoanalítica, tomaría alrededor de 10 meses que se le añada un cero (10) a los precios, 31 meses para que se añadan tres ceros (1.000) y 62 meses para que regresen los seis ceros (1.000.000), haciendo obsoleta la medida.
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Con la entrada en vigencia de una nueva familia de cinco billetes de Bs. 5, Bs. 10, Bs. 20, Bs. 50 y Bs. 100, y una moneda de Bs. 1, se conforma el cuarto cono monetario emitido por el BCV. Históricamente las reconversiones han ocurrido después de que una familia de billetes alcanza los 13 o 14 integrantes, los cuales fueron progresivamente añadidos en la medida que las piezas individuales requerían de valores nominales más altos para mantener su utilidad como medio de pago en un entorno de precios crecientes.
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La recuperación del uso de bolívares en efectivo depende de que el BCV pueda mantener una dotación de monedas y billetes lo suficientemente amplia y acorde con la evolución de los demás agregados monetarios.
El valor de los billetes y monedas como proporción de todos los bolívares en circulación registra una tendencia descendente desde 2015, la cual lleva promediando 3% durante 2021; aunque registra una leve recuperación desde abril.
Las caídas más bruscas en la disponibilidad de bolívares tienden a presagiar ajustes en el cono monetario, como durante la desmonetización del billete de 100 Bolívares Fuertes (VEF) en diciembre de 2016, el lanzamiento del Bolívar Soberano en agosto de 2018.; y ahora la adopción del Bolívar digital. La actualización del cono monetario puede reavivar esa disponibilidad relativa de efectivo; pero el ente emisor sigue enfrentando fuertes restricciones logísticas, operativas y financieras para mantener esa provisión de billetes a lo largo del tiempo.
La desaparición de los bolívares en efectivo es resultante del rezago en actualizar el cono monetario conforme suben los precios, obligando a requerir montos crecientes de billetes para la realización de transacciones cotidianas. El bajo valor nominal de las piezas individuales ha relegado al bolívar ha ser empleado transaccionalmente para poco más del pago de transporte público y adquisición de combustible a precios subsidiados.
Los nuevos billetes pueden reavivar temporalmente el uso del efectivo para un mayor número de operaciones, pero su permanencia seguirá sujeta al ritmo en el cual el BCV responde a presión inflacionaria. Como contrapeso, el “bolívar digital” actúa como representación del actual entorno de pagos electrónicos, en antesala a una eventual incapacidad de mantener la dotación de efectivo.
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La reconversión también impone costos de adopción al obligar a organizaciones públicas, firmas y hogares a pasar por un periodo de adaptación, de duración no trivial, en el que se deben adecuar precios referenciales, registros contables y sistemas de pago. Un proceso que no es libre de fricciones, especialmente durante la fase en la que deberán convivir familias de billetes con diferentes denominaciones.
El sistema financiero requiere alrededor de tres a cuatro meses para realizar los cambios necesarios, y dependiendo de la anticipación con la que las autoridades monetarias hayan notificado de la reconversión a las entidades bancarias se puede extender el proceso más allá de la fecha de entrada en vigencia de la nueva moneda.
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La reconversión se da en un entorno en el cual la economía venezolana tiene altos grados de dolarización emergente, en la cual el uso de divisas ocupa una porción importante de las transacciones y prácticamente la totalidad de las operaciones en efectivo. La reconversión difícilmente revertirá en esas dinámicas, pero puede reducir fricciones inherentes a un entorno multimoneda de facto en el cual una porción importante de ciudadanos sigue recibiendo la mayoría de sus ingresos en bolívares y debe realizar transacciones para las cuales el soporte electrónico se encuentre restringido.
Bajo este esquema los bolívares desempeñan en un plano macro la función de moneda de segunda categoría, cuya utilidad se encuentra en realizar las funciones que no pueden ser desempeñadas por divisas, dígase para operaciones digitales y de vuelto de baja denominación.
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En entornos hiperinflacionarios, las reconversiones son temporalmente útiles para agilizar operaciones cotidianas, pero por su cuenta son insuficientes para solventar por la pérdida de confianza de los ciudadanos respecto a su signo monetario. La dolarización parcial es prácticamente irreversible en el corto y mediano plazo, y el fortalecimiento del bolívar requiere de estabilidad macroeconómica, disciplina fiscal, y credibilidad de las autoridades monetaria, en esencia, el signo monetario nacional solo podrá “recuperarse” cuando los ciudadanos sientan que pueden ahorrar en él; condiciones muy lejos de darse en Venezuela.
Giorgio Cunto
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