Fotografía de Silvio Ávila | AFP
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Antes del partido contra Venezuela, cuentan que en Perú se referían a la Vinotinto como “Rappi”: “Hoy juega Perú contra Rappi, ¡Perú contra Rappi!”. La llegada de la migración venezolana en ese país y la toma de las aplicaciones de delivery por parte de los venezolanos ha motivado la referencia. En ese contexto, el chiste deja de serlo si se tiene en cuenta que quizá el contacto con la Vinotinto puede ser lo más cerca que muchos de ellos han estado de casa en los últimos meses o años.
Lo anterior se trata en un reportaje realizado por los periodistas venezolanos Pierina Sora y Héctor Villa, residenciados en Perú. En su trabajo, citan una investigación que señala el siguiente dato: más del 60% de los trabajadores de plataformas como Rappi o Globo son venezolanos. Esa opción laboral suele ser la más segura cuando se trata de generar ingresos rápido dentro de un entorno complicado: el país tiene un alto índice de trabajo informal, de acuerdo con los periodistas citados.
Entonces, las imágenes que circularon por redes sociales de decenas de motorizados acompañando al autobús en el que viajaba la Vinotinto adquieren otro significado. En Perú hay más de un millón de migrantes venezolanos. De ser posible el ingreso masivo a los estadios, sólo cincuenta mil de ellos habrían cabido en el Estadio Nacional de Lima, donde se jugó el partido. La cantidad es tan grande que es válido sospechar que la migración venezolana en ese país podría llenar todos los estadios de esa nación al mismo tiempo.
Luego de eliminar a la Vinotinto en la pasada Copa América, este domingo 5 de septiembre de 2021, Perú volvió a hacer de verdugo: su victoria 1 a 0 no sólo hunde aún más a Venezuela en el último lugar de la clasificación para el Mundial de Qatar 2022. También está cerca de anular cualquier aspiración matemática para quien aún crea en esa posibilidad. Sin embargo, para los venezolanos residenciados en ese país (y para quienes no) es posible que ninguna de esas cuestiones resulten tan incómodas como los mensajes xenofóbicos que circulan cada cierto tiempo por los medios de comunicación peruanos.
El partido entre Perú y Venezuela no ofreció demasiados motivos para olvidarse de todo lo anterior. Incluso, el marcador pudo haber tenido uno o dos goles más, aunque el rival no fuera brillante. Entre la salida de José Peseiro y la gestión de la Federación Venezolana de Fútbol (FVF) late la sensación de que ha pasado mucho más tiempo. Desde la salida de César Farías hasta la renuncia por impagos de José Peseiro. En el medio de ellos están los meses sin entrenador, la elección y salida de Noel Sanvicente y Rafael Dudamel. Una crisis deportiva de al menos dos años que afecta el nivel competitivo del equipo.
Uno de los más afectados en ese trayecto es el capitán del equipo.
Tomás Rincón y una encrucijada
Cuando Tomás Rincón bajó del autobús para instalarse en el hotel de concentración, volteó y saludó a los venezolanos que fueron a ver al equipo. Era uno de los más esperados, a interpretación del video en el que se puede escuchar a algunos fanáticos preguntarse por él. Dentro de una selección en la que abundan futbolistas con carreras profesionales aún nacientes, sólo Salomón Rondón tiene mayor autoridad que Rincón. Pero esa ascendencia sobre sus compañeros y ante el fanático no encuentra argumentos en su desempeño actual.
Su presencia, en ocasiones, incluso parece condicionar el crecimiento de otros futbolistas. Ocurrió cuando se le emparejó en el mediocampo con Yangel Herrera. Conviene no dar lo anterior por sentado, porque quizá sea alguna deficiencia del cuerpo técnico de turno, incapaz de darle sentido a la trayectoria de uno y el talento de otro. Pero de aquel jugador que debutó con veinte años en la Vinotinto, destacando por su despliegue físico, cubriendo mucho terreno del mediocampo y llegando con frecuencia a zona de remate, parece que sólo quedan recuerdos.
Luego del error de Mikel Villanueva, al pasar mal la pelota hacia el centro de la defensa, ocasionando el gol de Christian Cueva, Tomás Rincón fue expulsado en el minuto 37 por doble amarilla. El capitán del equipo se ganó la primera tarjeta por llegar tarde a la disputa del balón mientras que la segunda fue producto de la torpeza, al estirar un brazo más de lo debido. Aunque Rincón siempre ha sido reconocido como un jugador duro, de choque, entre otras virtudes, esta falta de timming y concentración no hacen justicia a su carrera dentro de la selección. Su ciclo se está acabando sin mayor guiño al futbolista que fue.
Leo González y el juego de la Vinotinto
A juzgar por lo visto en el partido contra Argentina y por el desempeño de la Vinotinto contra Perú, el entrenador Leo González cree que Venezuela puede ser propositiva antes que reaccionaria. En vez de defender en bloque bajo para salir al contragolpe o pescar algún gol a través de un tiro libre o de esquina, como ocurría con César Farías y Rafael Dudamel, González intenta que su selección defienda más arriba y que el talento resalte por sobre el músculo.
Eso último explica la gestión de Yeferson Soteldo, hasta el momento. Contra Argentina, el jugador estuvo más cerca de la portería rival. Ante Perú, partió más retrasado para dejar espacio de carrera a Jhon Murillo. Soteldo como generador antes que definidor. La propuesta no trascendió más allá de los primeros veinte minutos. Aunque un chispazo suyo generó el remate de José Andrés “El brujo” Martínez en el minuto 55 del partido contra Perú. Esa acción ha sido una de las más claras de Venezuela luego de los dos últimos partidos.
El rol de Soteldo vuelve a abrir un debate: ¿cómo se debe manejar su talento? Si se retrasa, el equipo pierde su genio en los metros finales; si se le aproxima a la portería, el equipo pierde en fase defensiva porque le cuesta ofrecer el ida y vuelta que el fútbol actual exige. Por eso, quizá, otros técnicos lo usaron en la selección como sustituto.
Puede que el juego de Soteldo exija a su entorno una serie de mecanismos que no se pueden fomentar en el poco tiempo de trabajo que las concentraciones de la selección ofrecen. Más allá de eso, entre las expulsiones de Tomás Rincón y las lesiones de Yordan Osorio, José Manuel Velázquez y la expulsión de Adrián Martínez, no queda claro cuán sólido puede ser un sistema defensivo dirigido desde el área técnica por Leo González. El propuesto durante este domingo no encontró respuestas ante un adversario corto de ideas.
Más allá del entrenador, inquieta que la Vinotinto siga teniendo problemas en el juego persistentes en el tiempo. En fase ofensiva, la asociación es poca. Puede que el equipo, Farías y Dudamel mediante, interiorizara tanto el valor de las carreras para los contragolpes que se olvidara que, para darlas, primero tiene que haber varios pases. Esta dificultad resulta extraña si se atiende que varios de sus futbolistas tienen un ADN deportivo rico en técnica y en habilidad con el balón en los pies. Ni hablar del equilibrio defensivo, al que a las lesiones y expulsiones se suman errores de amateurs.
Venezuela sigue en el último lugar de la tabla de clasificación para el Mundial de Qatar 2022. De acuerdo con datos recopilados por Daniel Ortiz, la Vinotinto ganó tres partidos de los últimos veintisiete. De esos juegos, perdió diecisiete, como si el equipo no hubiera evolucionado a través del trabajo de José Omar Pastoriza y Richard Páez. Las esperanzas numéricas de clasificar no tienen sustento deportivo. Venezuela es incapaz de opositar con los adversarios regionales. Mientras Salomón Rondón no está, Rincón se sostiene por su pasado, jóvenes como Osorio y Herrera son maltratados por las lesiones y otros como Jan Hurtado no terminan de asentar sus carreras. La Vinotinto continúa atravesando su propio desierto deportivo sin que la FVF, al menos y de momento, pueda darle una brújula.
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