Destacadas
Te puede interesar
Los más leídos
La obra de Nela Ochoa desnuda la violencia armamentista —y la violencia en general— como pulsión masculina. En el TEA Tenerife Espacio de las Artes la artista venezolana y española expone su más reciente obra, resultado de un arduo proceso que explora el núcleo de la vida para dejar constancia de una escandalosa verdad globalizada. En el MiniTea está en proceso de montar un trabajo efímero titulado “Pidiendo cacao”, en memoria del 11 de abril de 2002.
Un conjunto de obras que abordan la violencia, especialmente la violencia bélica y criminal (si acaso al final no fuera lo mismo) como un atributo de lo masculino, ocupa el TEA Tenerife Espacio de las Artes. Para llegar a este concepto su autora, Nela Ochoa, desde que en la década de los noventa encontró en el conocimiento de la genética la materia sobre la cual desarrollar un trabajo coherente pero diverso, fiel pero exigente. Ella ha venido complejizando cada vez más su proceso de investigación, y al mismo tiempo expresando más claramente cuál es el punto.
Y es que pocas veces en el arte contemporáneo puede encontrarse tan claramente expresada una línea de investigación que haya pasado por tantas digresiones sin perder el hilo, y conservar el hilo sin comprometer el asombro. Un nuevo punto de quiebre en la obra de Nela Ochoa es haber caído en la cuenta de la existencia de una inconmensurable cantidad de fórmulas genéticas que se asocian a la psiquis: “la adicción al juego, la temeridad, el apego al riesgo, la ludopatía, la violencia”. Especialmente la violencia.
Y allí está “Y”, su más reciente exposición en la que pujan la belleza y el horror. La artista ha descendido una vez más hacia el núcleo de la vida y transmuta los patrones de la ciencia en lenguaje poético, serendipias que la imaginación hace posible, paradojas entre lo bello y lo terrible en ese mismo sentido de Rainer Maria Rilke, según el cual “la belleza no es nada sino el principio de lo terrible”.
“¿Quién, si yo gritara, me escucharía entre las órdenes
angélicas? Y aun si de repente algún ángel
me apretara contra su corazón, me suprimiría
su existencia más fuerte. Pues la belleza no es nada
sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces
de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente
desdeña destrozarnos. Todo ángel es terrible”.
Elegías de Duino, Rainer Maria Rilke
“Vivimos en un mundo que puede ser hermoso, pero es muy cruel. La injusticia y la violencia me han removido desde siempre —advierte Nela Ochoa mientras explora su propio universo familiar. A mi abuelo paterno, a quien no conocí, lo mató la dictadura de Juan Vicente Gómez. Mi abuela, a quien fui muy apegada, quedó viuda a los 22 años y con un bebé de ocho días, y ese era mi papá. Esas historias familiares te penetran, pasan a ser parte de tu ADN y esa ira ancestral se transforma en arte”.
Y este es, sin duda, el germen de esa obra que anida su poética de la crueldad, y como Antonin Artaud se aparta de la tiranía del lenguaje abriendo el camino de la abstracción, que lejos de eludir el sentido de lo real, lo impacta. Un proyectil ya no es un simple proyectil, es un miembro masculino colgado de una pared. “El ser humano puede ser profundamente vil. Y yo no puedo evitar rebelarme en contra de eso”, puntualiza. Y por eso es artista.
—¿Dices entonces que la violencia es masculina? ¿Eso incluye todo?
—En mi trabajo que gira alrededor del cuerpo vuelvo continuamente a la violencia, que es mayoritariamente masculina. En mis largas búsquedas de patrones de ADN encontré que, especialmente la violencia bélica, es propia de los hombres. Investigo y produzco obras que tratan de explicar ese origen, pero también necesito reflejar la violencia contra el planeta, y el ser humano es el centro de esa violenta destrucción.
Me impresiona la ligereza con que dicen, por ejemplo, que se ensayan bombas en el mar, como si los océanos y los mares no fueran esenciales para la vida. Bien sea por avaricia o pura estupidez, los humanos estamos acabando con nuestro hábitat. Es estúpido que el oro siga siendo el respaldo de la economía, cuando por sacar oro nos vamos a quedar sin agua.
—Cuando se ha seguido de cerca tu trabajo se evidencia que hay ensamblajes, esculturas, relieves, ambientaciones, instalaciones, performances… ¿Qué sentido tienen?
—En mi proceso creativo, y eso lo veo ahora en la distancia de décadas de trabajo, vuelvo sobre temas, inquietudes. Pienso que la vida se desarrolla en espiral y uno se va encontrando con reflejos de la vuelta anterior. El tema central es el cuerpo, donde, como expreso en mi video “Water Rituals», están todas las claves.
Las ideas que me rondan buscan el medio para expresarse. No puedo decir cuál prefiero. Creo que hay obras más logradas que otras, independientemente del medio expresivo. Sin duda con el tiempo, las mudanzas, la edad, he tenido que descartar algunos soportes, algunos medios. Irme adaptando siempre a lo que me ha tocado vivir, para poder seguir expresándome a través del arte, que es lo único que no he podido dejar.
Todo lo que vives te va dejando marcas. El tiempo vivido, las tecnologías, las modas, el acontecer diario, todo va influyendo en una. Pero donde quiera que esté, la necesidad de crear permanece y no creo que eso pueda cambiar, me doy cuenta de que puedo adaptarme a los materiales y a los espacios ante la urgencia de crear.
—Entonces dinos: ¿hacia dónde se proyectan los aspectos conceptuales recogidos en tu obra?
—La naturaleza utiliza patrones, ya lo vemos en el ADN que utiliza las mismas cuatro letras bases A-T-C-G (adenina, timina, citosina y guanina) para armar las instrucciones de todo lo viviente. Con esta certeza me muevo por la ciencia con la libertad que me da el arte, usando la investigación, pero también la intuición, y aceptando el azar de lo que se me va revelando.
Estoy muy centrada en el universo genético y eso incluye a todos los seres vivos. Entiendo el mundo como un todo donde no hay fronteras. El agua contaminada que se vierte en un mar envenena a otros mares y termina afectando a las especies de todo el planeta. Nada está separado y es bien ridículo que los países crean que pueden cerrar sus fronteras.
Cuando no haya agua limpia, que es pronto, veremos grandes olas migratorias. La historia y el destino de todas las especies es migrar para sobrevivir. Todas estas reflexiones las vierto en obras que tratan de dejar una huella, de provocar en otros una reflexión.
—Has perdido obras en el camino. Mudanzas. Obras embaladas en cajas de televisores debieron haber confundido a ladronzuelos. Parece que son pérdidas que te tienen sin cuidado.
—Cuando miro hacia atrás, cuando por alguna razón debo releer catálogos, entrevistas o artículos sobre mi obra, me puede sorprender lo que he hecho, pues han pasado muchas décadas sin que me percate de eso. Me aburre mirar hacia atrás para recopilar, y ese es un grave defecto, pues he perdido mucho material con el paso a la era digital, con las mudanzas de ciudad y de país. Y realmente prefiero que otros se ocupen de eso para poder seguir creando.
Hay personas que hacen eso muy bien, así como hay personas que saben vender la obra de arte; yo nunca he sido buena para eso. Me enfoco en investigar y producir la obra, pero no en venderla o conservarla. Creo que, una vez lista, debe seguir su camino; no tengo mucho apego a lo material. Eso ha sido una ventaja en esta vida de nómadas que nos ha tocado a muchos. Incluso antes de la tragedia chavista ya yo había vivido años en varios países. Creo que cuando vives eso desde pequeña, se te hace más fácil desprenderte de lo material, pero también de las personas.
—Hablando de mudanzas, ¿qué fue París para ti?
—París fue muchas cosas. Estudios formales, aprendizaje de un tercer idioma, nuevas costumbres, nuevos sabores, retos que asumí acompañada de mis dos hijos pequeños. Ver otros gestos, otras frases corporales, entender la diferencia. París me inspiró a crear el video “San Joaquín es un gesto” y la coreografía “Del porte de niños”. Obras que están inspiradas en la comprobación de esas diferencias. La lejanía que te da la perspectiva y el anonimato, que también te da mucha libertad para crear.
Una cosa que me da confianza en mi trabajo y me hace valorar lo que hago es justamente un cierto anonimato. Llegar a una ciudad sin contactos y que la obra se imponga a sí misma es, sin duda, algo que me da seguridad.
—¿Qué artistas contemporáneos han despertado tu interés?
—Hay muchos artistas que me interesan, sobre todo los que trabajan con conceptos, honestidad y originalidad, arriesgándose por encima de las modas, etiquetas e intereses comerciales. Es difícil vivir del arte; diría que es casi imposible y ahora hay universidades de arte. Salen a la calle miles de artistas todos los días, en casi todos los países. Eso puede llevar, sobre todo a los jóvenes, a crear lo que piensan que pueden vender, y eso explicaría la cantidad de tiendas de arte que son más de decoración y que al final confunden y degradan la verdadera función del arte, que tiene que ir más allá de ornar un espacio.
—Volvamos a “Y”. ¿Punto de llegada o punto de partida?
—Pues como creo que uno vive la vida en espiral, siempre te puedes volver a encontrar con el reflejo de cosas que creíamos superadas, problemas que ves desde otra perspectiva, desde otra edad. Uno nace como con una biblioteca de libros, pero no todos se abren y se leen. Al final, el ADN no determina un destino. Hay predisposiciones a ser de una u otra forma, o a padecer una u otra enfermedad, pero al final es azar puro. Depende de las circunstancias de tu vida, de tu contexto, de lo que te haya tocado vivir.
“Y” no se trata solo del cromosoma masculino, sino también de dos caminos que se unen en uno o un camino que se divide en dos. Creo que estamos en un momento en que esa bifurcación tiene sentido. Me abruma la sumisión, la complicidad y el silencio de las mujeres frente a la guerra. Me inquieta cómo la mujer puede ser silente o cómplice de lo militar y obviamente este es un momento de cambio. Al tema de la violencia masculina que he tratado desde hace varias décadas ahora puedo incorporar la complicidad femenina y producir obras que reflejan esa otra perspectiva.
—Dijiste a Nora Navarro en una entrevista que «el arte es empezar otra vez de cero». Pero hay algo increíble en la trama, por llamarlo de alguna manera, que guía la evolución de tu trabajo. Una mezcla de sorpresa dentro de una manera de acercarse a la obra que es perfectamente coherente, trátese de performances, danza, vídeos, obra gráfica, instalaciones, esculturas. Dónde reside ese «gen» que hace que uno se asombre, pero allí está tu sello personal, una continuidad.
—En realidad, por un lado, me refiero a llegar a otro país, donde eres una perfecta desconocida, pero también a enfrentarme a lo que los escritores llaman “la página en blanco”. Ese rebuscar en el alma, hurgar en el trasfondo del pensamiento, donde la razón se desvanece para segregar respuestas, ideas que puedan volverse obra. Y, pues, cuando ya la obra está lista, a veces a mí también me asombra, pues eso que estaba en la trastienda del entendimiento, aparece en un primer plano, que a veces me cuesta digerir.
—Quisiera que repasemos algunas de las obras clave en tu trayectoria (aunque creo que ninguna es prescindible). Podría decirse que muchas de ellas a primera vista resultan abstracciones, preciosas abstracciones que podrían pasar de lejos como arbitrariedades de la artista, pero entiendo que «De todas maneras rosas» (para quien ya me olvidó) alude a la canción del Maelo. Me encantaría saber la historia que hay detrás de esa obra, además del patrón genético que le da estructura. O «Pidiendo cacao», una instalación cuyo título recuerda esa expresión criolla de pedir ayuda, pedir perdón, reconocer el error. Entiendo que esa obra que has montado en diferentes espacios estará ahora en MiniTea el espacio / taller del museo dedicado a los niños.
—Yo tenía ya varios años estudiando el universo genético, no vengo de las ciencias, sino de las humanidades. Eran los comienzos de una nueva década y los venezolanos conscientes estábamos en las calles protestando contra lo que se nos venía encima. Era abril, las calles de Caracas las caminábamos de punta a punta, como nunca antes lo habíamos hecho, pues Caracas está concebida para recorrerla en automóvil, metro, autobús, moto, pero no a pie. Hay zonas que ni siquiera tienen aceras. Cuando mi hija Lucía era una bebé, vivíamos en Los Palos Grandes, y yo debía sortear los carros con su cochecito, de tramo en tramo. En fin, esto para describir que caminar la ciudad de punta a punta era un acto heroico.
Pero, como te decía, era el mes de abril, y los árboles explotaban con flores de todos los colores, al mismo tiempo que explotaban las bombas lacrimógenas y las balas. Esa dualidad fue lo que me llevó a producir la obra con la secuencia genética de Rosa Gigantea, un mural de 2 x 4 metros que lleva el título de esa canción “De todas maneras rosas” y que hoy en día pertenece a la colección permanente del Frost Museum de Miami.
La obra “Pidiendo Cacao”, una instalación efímera y comestible, gira alrededor del mismo trágico momento que vivíamos, y que desgraciadamente continúa. Está basada en una secuencia genética de Theobroma cacao. La expresión “pidiendo cacao” quizás parte de la sabiduría popular de que el chocolate endulza el alma. Ahora se sabe que los componentes del chocolate están relacionados con el bienestar, vía la serotonina, era más bien como una vocación de curación del alma. Esa obra que he montado dos veces en Caracas, una en Chicago y una vez en Shangái llevada por la galerista Andreina Fuentes, ahora va a estar en Tenerife. El mundo sigue “pidiendo cacao”.
—¿Tienes idea de lo que viene ahora?
—En esa espiral que es la vida, en esas vueltas me voy encontrando con el reflejo de obras del pasado. No sé con exactitud qué vendrá, pero mi mente y mi alma sufren por la violencia entre humanos y contra nuestro propio hábitat. No sé si podré escapar de esa red; hoy veo que ha sido una constante.
—¿Una reflexión para el futuro?
— Los descubrimientos genéticos están para bien y para mal. Si seremos capaces de diseñar nuestra descendencia, habrá una brecha todavía mayor entre los países pobres y los países ricos. Los que no somos ricos tendremos que conformarnos con ser prêt-à-porter (naturalmente iguales) y en los países ricos se crearán seres “a la medida”, porque cada vez más esta será la tendencia. No es nada alentador.
Maruja Dagnino
ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR
Suscríbete al boletín
No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo