Fotografía de Filippo MONTEFORTE / AFP
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El egipcio del Liverpool fue votado el mejor jugador del año en Inglaterra y llevó a su equipo a la final de la Liga de Campeones, aunque quizá su huella más perdurable es la de fomentar una imagen positiva del islam: no esconde su fe musulmana y reza cada vez que anota.
LIVERPOOL, Inglaterra — La rutina de Mohamed Salah ya es conocida. Cada vez que los espectadores en Anfield, el estadio del club de fútbol inglés Liverpool, rompen en gritos para celebrar un gol más del egipcio, él corre con los brazos extendidos hacia los aficionados que estén más cerca de él. Se queda parado y quieto, y absorbe la adulación.
Una vez que sus compañeros de equipo lo han felicitado, Salah camina lento hacia el círculo central. “Entonces, llega la pausa”, mencionó Neil Atkinson, conductor de The Anfield Wrap, un podcast para aficionados del Liverpool, y asistente asiduo al estadio.
Salah eleva las manos al cielo y después se arrodilla en el campo, para postrarse en una profunda demostración personal de su fe musulmana. “La multitud guarda un poco de silencio y le permite ese momento de reflexión”, comentó Atkinson. Cuando se levanta, el estadio vuelve a rugir “y después todos celebran de nuevo”.
Salah, de 25 años, es la gran estrella del fútbol europeo esta temporada. En lo que va de su tiempo en Liverpool y en la Liga Premier ha anotado 43 goles en 49 partidos. Llevó al equipo a su primera final de la Liga de Campeones en más de una década. Fue votado el mejor jugador del año en la liga inglesa tanto por sus colegas futbolistas como por la Asociación de Reporteros de Fútbol.
Su fe, y sus demostraciones públicas de ella, también lo han convertido en una figura de considerable importancia social y cultural. En una época en la que el Reino Unido se enfrenta a un auge de islamofobia, y en momentos en los que la política gubernamental ha resultado en lo que se acusa es un “ambiente hostil” para los inmigrantes ilegales, Salah es un icono norafricano musulmán que no solo es aceptado, sino adorado.
“Es alguien que encarna los valores del islam y demuestra abiertamente su fe”, señaló Miqdaad Versi, el subsecretario general del Consejo Musulmán del Reino Unido. “Es agradable. Es el héroe del equipo. Liverpool, en particular, lo ha apoyado de una manera en verdad positiva. No es la solución para la islamofobia, pero puede ser un protagonista”.
Salah está acostumbrado a ser un icono. En Egipto, su estatus de tesoro nacional se confirmó en octubre del año pasado, cuando tranquilamente anotó un penalti de último minuto para asegurar que la selección obtuviera un lugar en la Copa del Mundo de Rusia, a celebrarse este verano; es la primera vez desde 1990 que Egipto acudirá al torneo. Con una sonrisa delirante, Salah fue llevado en los hombros de los aficionados alrededor del estadio, ubicado en la ciudad egipcia de Alejandría.
“Ningún egipcio ha logrado lo que Mohamed ha hecho y es por eso que su ascenso es tan importante para el público”, dijo Ahmed Atta, un analista egipcio de fútbol. “Ahora todos están viendo la Liga Premier. Las redes sociales están atestadas de fotos de él”.
El hecho de que Salah no considere necesario esconder su fe tan solo aviva su popularidad en su país de origen. “La gente adora que no tenga miedo de arrodillarse a rezar en frente de todo un país que no es musulmán en una época en la que está aumentando la islamofobia”, mencionó Atta. “Es como una victoria para ellos”.
También lo ve así la comunidad musulmana de de Merseyside, la región que incluye a Liverpool, una comunidad que no es necesariamente egipcia: en mayoritariamente de ascendencia siria, yemení y bangladesí. “Los musulmanes están bajo presión” en el Reino Unido, afirmó Abu Usamah Atthababi, imam de la mezquita de Al Masra ubicada en Toxteth, un distrito marginal de Liverpool.
En los últimos años, las cifras policiales indican un aumento en toda la nación de crímenes de odio hacia los musulmanes. Los puntos más altos de crímenes de odio por motivos religiosos se dieron después de los ataques terroristas en París y sus alrededores en 2015, en Londresen 2016 y 2017 y en Mánchester en 2017. Un informe que divulgó el año pasado la organización de beneficencia Tell MAMA señaló que los ataques islamofóbicos aumentaron un 47 por ciento en 2016.
“No solo hay evidencia del incremento, sino que se está normalizando con mayor frecuencia: cada vez es más aceptable expresar sentimientos islamofóbicos en círculos convencionales”, mencionó Versi.
La toxicidad del diálogo respecto de la decisión que tomó el Reino Unido de dejar la Unión Europea, así como la virulenta postura antiinmigrante de los medios de derecha, según Versi, contribuyeron a crear un entorno en el cual “la gente se siente más cómoda expresando opiniones intolerantes”.
Liverpool también ha tenido sus problemas. La ciudad se considera más hospitalaria que muchos lugares del Reino Unido: una “ciudad de extranjeros, una ciudad antisistema”, como la describió Atkinson. Este indicó que la ciudad no siempre ha tenido las mejores relaciones con el resto de la nación y “tal vez sabe más que la mayoría lo que se siente ser tachado de ‘otro’”.
No obstante, la policía tuvo que aumentar la seguridad en las mezquitas de Liverpool tras los ataques que se realizaron el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Y una mezquita en Birkenhead, una zona ubicada frente a Liverpool, en la orilla opuesta del río Mersey, fue vandalizada después del ataque a Londres del 7 de julio de 2005. De 2012 a 2016, la policía de Merseyside registró un aumento del 75 por ciento en los crímenes de odio.
Sin embargo, Salah ha servido para “reducir esa presión”, comentó Atthababi, el imam de Al Masra. Los cánticos en su honor retumban en Anfield y los aficionados llevan banderas con su imagen ataviada con un tocado faraónico. A Salah lo rodean multitudes donde sea que va, le piden selfis en gasolineras y en tiendas donde se vende el platillo clásico inglés de pescado con papas fritas.
Salah es el tipo cualquiera: “es el chico callado y modesto que se pone su camiseta del Liverpool y se convierte en superhéroe, la personificación del sueño de todo aficionado”, dijo James McKenna de Spirit of Shankly, un grupo de aficionados del Liverpool.
Pero también es significativo el que sea musulmán. “Todos los musulmanes están orgullosos de él”, opinó Ali Aden, quien vende abarrotes y una variedad sorpresivamente grande de perfumes en su puesto ubicado a las afueras de la mezquita Al Rahma. “A veces, nos hacen sentir como ciudadanos de segunda clase. Que alguien venga del Medio Oriente a nuestra ciudad es una gran fuente de orgullo”.
Un cántico en su honor dice así: “Si anota un par más, me haré musulmán”, y no ha pasado desapercibida.
“Puede servir de puente entre la comunidad musulmana y el resto de la ciudad”, comentó Atthababi. “Puede demostrarle a la gente que estamos más cerca de Salah que de los extremistas”.
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Nour Youssef colaboró con este reportaje desde El Cairo.
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Este texto fue publicado originalmente en The New York Times en Español.
Rory Smith
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