PerspectivasHistoria de Venezuela
Las mujeres de nuestro siglo XX
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Muy poco tiempo había transcurrido desde la muerte del presidente Juan Vicente Gómez y un extraño ánimo político aumentaba las incertidumbres sobre el futuro del país. Además del “benemérito”, su primo Eustoquio Gómez también falleció, pero en circunstancias que hasta el día de hoy no han podido esclarecerse en su totalidad; situación a la que debemos sumar las protestas y manifestaciones desarrolladas en Caracas y otros lugares de la provincia luego del anuncio de la muerte del dictador. Aquella Venezuela sacudida por la desaparición física de quien había permanecido veintisiete años en el poder sería el escenario para que el movimiento femenino venezolano diera sus primeros pasos.
El alba de la mujer venezolana
A escasas horas para el final de 1935 nadie advertía los importantes eventos que aguardaban en el próximo decenio. Antes de que se escuchara el retumbar de las doce campanadas, en la ciudad de Caracas un inusitado movimiento preparaba lo que sería su acto formal de incorporación a la vida política del país. Se trataba de un grupo de mujeres que mucho antes de la muerte de Gómez venían periódicamente reuniéndose y pensando sobre las distintas necesidades de las que adolecían.
Le correspondió al general Eleazar López Contreras recibir una misiva sencilla, pero con contundentes peticiones. No se trataba de una proclama en favor del voto femenino; no obstante, es el acto que rompe el silencio marcado por el pasado colonial donde la mujer se mantuvo recluida bajo la tutela perpetua del hombre. La carta, fechada el 30 de diciembre de 1935, formulaba peticiones como la igualdad salarial en los talleres y fábricas, protección social, permisos posparto, entre otras novísimas exigencias que constituirían el preludio de una larga lucha por la inclusión ciudadana de la mujer venezolana.
A partir de aquel momento se iniciaba una auténtica épica por los derechos femeninos en Venezuela. El camino tendrá más espinas que rosas y los detractores flanquearán el movimiento desde distintos reductos. 1936 se había iniciado entre esperanzas y sobresaltos, una nueva Constitución y el deseo de López Contreras por deslastrarse de los rasgos más oscuros de la política dictatorial gomecista generaban un clima esperanzador. Aquel año también verá nacer organizaciones femeninas como la Asociación Venezolana de la Mujer, que se unía a la a la recién fundada en 1935 Agrupación Cultural Femenina. Para estas fechas el discurso será más contundente y mujeres como Mercedes Fermín se expresan sin temor: “Elecciones libres para 1936: esa es la consigna de la Agrupación Cultural Femenina”.
En los años venideros el movimiento femenino, lejos de reducirse, aumentó no sólo en número, sino en organización, divulgación y participación ciudadana. Entrada la década de los cuarenta, en pleno auge de los partidos modernos en Venezuela, las mujeres protagonizarían sonadas batallas por la reforma del Código Civil y la reforma constitucional de 1945. Aquel escenario de agotadoras jornadas estuvo marcado por la presencia de una publicación editada en su totalidad por la organización Acción Femenina, se trataba de una revista bautizada con el nombre de Correo cívico femenino que lograría constituirse en un icono de la lucha por el sufragio y la democracia en medio del ocaso posgomecista.
El Correo cívico femenino
1945 fue un año particularmente especial, la dramática Segunda Guerra Mundial llegaba a su fin, no sin antes dar a conocer el devastador poder nuclear, mientras el Tercer Reich quedaba hecho polvo y la polarización entre Estados Unidos y la Unión Soviética daba paso al inicio de una disputa ideológica, militar y económica. Por su parte, en Venezuela los cambios evidenciados en latitudes lejanas tendrían fuerte efecto en el país; es así como varias de las medidas asumidas por el nuevo presidente Isaías Medina Angarita respondieron al convulso contexto internacional que se desarrollaba aceleradamente.
Durante aquel año se aprobaría una nueva reforma a la Constitución; entre las novedades se encontraba la derogación del inciso sexto del artículo 32 que prohibía las actividades y propaganda comunistas. De igual manera, se incorporaría por primera vez en nuestra historia el voto para las mujeres en escala municipal. Se trataba, hasta ese momento, del logro más importante del movimiento femenino que había iniciado su andar con aquella carta remitida al para entonces presidente Eleazar López Contreras.
Aquel triunfo producto del esfuerzo y el trabajo disciplinado de las venezolanas había tornado una realidad lo que se inició como meta lejana. Sin embargo, la tarea no concluía, el sufragio nacional se convirtió en el objetivo que completaría el carácter ciudadano de las mujeres y la consagración de una verdadera democracia. Conscientes de ello, las integrantes del movimiento Acción Femenina deciden editar y publicar una revista dedicada exclusivamente a la formación ciudadana y a la lucha por el sufragio. Así nació el Correo cívico femenino; su primera edición circuló el 1º de agosto de 1945. El grupo de féminas en cierta medida no estaban en su totalidad conformes, consideraban que la tarea por conseguir la plena ciudadanía y una total participación política aún no había concluido.
Planteado este contexto, quedaba claro cuál sería el objetivo del Correo cívico femenino: no solo se trataba de sostener la demanda por el sufragio, sino además constituir, a través de la revista, un vehículo formativo que pudiese instruir a las mujeres en el ejercicio de una nueva responsabilidad ciudadana. El movimiento femenino consideraba que serviría de muy poco el derecho al sufragio en manos de un grupo que desconociera precisamente sus propios derechos; por ello, desde sus primeras ediciones se concentraron en la educación cívica de las venezolanas.
En sus dieciocho ediciones el Correo cívico femenino puso en circulación una serie de secciones que se alternaban entre el contexto del voto latinoamericano, breves notas sobre puericultura, opiniones sobre el movimiento femenino en el interior del país, una columna llamada «Nuestra cocina» (recetas para la preparación de distintos platillos), así como la transcripción de entrevistas realizadas a las diferentes integrantes del movimiento Acción Femenina.
Al Correo llegaban nutridos mensajes, cartas de mujeres provenientes de distintas regiones del país alentando y celebrando la existencia de la revista. En esos mensajes se aprecia la esperanza de muchas damas que sentían cómo el movimiento electoral aumentaba y tomaba formas más concretas.
Una de las principales virtudes del Correo cívico femenino fue su capacidad educativa: no se trataba de una publicación que aspiraba simplemente ilustrar el panorama electoral para las mujeres, su verdadera intención era lograr ser parte de un plan de mayor alcance, que sus páginas cumpliesen una especie de rol pedagógico y democrático, de manera que cada edición sirvió de aporte particular en la preparación de las mujeres de cara a una Venezuela democrática.
Una de las más incisivas críticas que recibió el movimiento de parte de la comunidad (principalmente masculina) fue la supuesta incapacidad para asumir responsabilidades de elegir y ser elegidas, en virtud del desconocimiento del acontecer político y su ausencia de autonomía. En diferentes oportunidades las mujeres aglutinadas en el organismo hacen mención a la necesidad de erradicar aquella forma de pensar e invitan a la formación de la mujer-ciudadana:
Nos corresponde, pues, probar en la práctica, cuando llegue el momento de depositar el voto en las urnas electorales, de que no eran falsas afirmaciones, hechas a «tontas y locas» con el único fin de aportar elementos de juicio a favor de nuestra causa. Sino fiel expresión del sentir mayoritario femenil y exacto conocimiento del grado de civismo de la mujer venezolana, adquirido a través de comunicaciones directas con todos los núcleos femeninos del país.
(«Responsabilidad moral de la mujer ante el sufragio», Correo cívico femenino, nº 4, año 1, Caracas, noviembre de 1945, p. 1).
Conscientes de semejante realidad, Acción Femenina incorporó secciones en el Correo cívico femenino como la «Cartilla cívica ciudadana», donde se explicaba la necesidad de ejercer el derecho al sufragio, la construcción de la democracia y el rol de la mujer en el proyecto de país que se hallaba en plena construcción.
El papel del Correo cívico femenino fue tan determinante que los acontecimientos del 18 de octubre de 1945, momento en el cual es derrocado Isaías Medina Angarita, encontró a las mujeres organizadas, con un horizonte claro sobre cuál era su papel en la configuración democrática. Así, la participación de las mujeres en las elecciones que dejaron a Rómulo Gallegos como el primer presidente electo bajo el voto directo, universal y secreto en 1947 no fue un obsequio de los hombres, sino la consagración de años de lucha de notables mujeres venezolanas que hoy son un verdadero ejemplo nacional y que necesariamente debemos recordar y estudiar.
Luis Fernando Castillo Herrera
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