La Vinotinto tropieza con la misma piedra

Yeferson Soteldo disputa un balón con Facundo Pellistri de Uruguay en el partido de eliminatorias sudamericanas en Maturín, el martes 10 de septiembre de 2024. Fotografía de Miguel Gutiérrez | EFE

12/09/2024

El empate a 0 contra Uruguay deja al equipo tocado y revive recuerdos sobre la incapacidad de Venezuela cuando está obligada a ganar. 

Es difícil precisar un momento en el que Venezuela respondiera de manera positiva cuando se le exigió ganar en la Eliminatoria Sudamericana, debido a las urgencias propias o debilidades de sus adversarios. Incluso cuando esos dos factores se integraron, como ocurrió contra Uruguay el martes 10 de septiembre de 2024. Dar el paso hacia adelante, el golpe sobre la mesa, la sorpresa, sigue siendo un deber histórico de la Vinotinto.

Antes fue contra Chile, Paraguay, Perú, Colombia, Canadá, incluso algún partido contra Bolivia. Si se revisa el archivo, cada aficionado encontrará un rival y un día específico en el que su expectativa se hizo pedazos al chocar contra el rendimiento de la Vinotinto. ¿Qué tienen en común esos países? Haber clasificado a un Mundial. Eso, aunque pasen las generaciones, deja huella en la cultura deportiva de cada nación: juegan sin un peso que Venezuela aún no ha podido quitarse. 

Esas memorias se actualizan y, con eso, la sensación se vuelve más incómoda. Fue lo que ocurrió contra Uruguay. La selección dirigida por Marcelo Bielsa llegó a Venezuela repleta de bajas por sanciones, conformando un once titular amarrado con alambres, incapaz de ofrecer un rendimiento similar al que se le ha visto en otros momentos. Y sin embargo, ante ese equipo lleno de vendas, Venezuela no anotó ni un gol. Tampoco cerró los caminos de buena manera, dejando abierta la chance de que el rival sí pudiera anotar. Entonces, es inevitable mirar a ese archivo y reconocer que pasan los futbolistas y entrenadores por la Vinotinto, pero la irregularidad al momento de tener que reescribir su historia se mantiene. 

Jon Aramburu disputa un balón con Facundo Torres de Uruguay en el partido de eliminatorias el pasado martes 10 de septiembre de 2024. Fotografía de Miguel Gutiérrez | EFE

El resto de la jornada agrava esa sensación de fracaso, la impotencia de haber sacado sólo un punto de seis posibles en la doble fecha. Bolivia, que sí sacó las seis unidades y anotó igual cantidad de goles, se metió en carrera por un cupo al Mundial; Paraguay, con cuatro puntos, incluyendo una victoria contra Brasil, también sigue en competencia. En resumen: la Vinotinto sorteó algunas curvas, raspando varias partes de la carrocería, agrietando el parabrisas, y en el horizonte se asoma una tormenta. 

¿Y entonces? La Vinotinto va en esa vía montañosa con pronóstico de lluvia (Argentina y Paraguay, próximos rivales) porque sigue atascada cuando debe proponer; partidos en los que no le basta el repliegue, ceder la pelota y contraatacar. Fernando Batista revitalizó el símbolo, propiciando una reconexión con la afición. Pero aún no logra sacar al equipo del pantano de dudas en el que entra cuando tiene que ser protagonista del juego. 

Hubo momentos en los que se pensó que esa incapacidad tenía que ver con el ritmo futbolístico del delantero de turno; en otros, la fragilidad defensiva o la inmadurez competitiva, reflejada en algún error formativo que arruinaba una presentación. En este momento, 2024, la sensación es que para salir de ese pantano hay que buscar respuestas en el mediocampo. 

Batista tiene definida su línea defensiva y su atacante. A excepción de Yangel Herrera y José Martínez, el resto de mediocampistas son una moneda al aire: un día se les exige algo, otro día están cumpliendo otro rol o, en el peor de los casos, uno u otro no repite en la formación. El entrenador necesita descifrar el enigma que hay en esa zona del campo para enriquecer el resto de su sistema, propiciando mecanismos para las distintas situaciones de juego que le permitan crecer como equipo.

Mientras eso no ocurra, el rendimiento de la Vinotinto estará sujeto a actuaciones individuales que tienen que ser descomunales para marcar la diferencia en esta región tan competitiva. El empate sin goles contra Uruguay deja a Venezuela con la obligación de ganar todo cuanto pueda en casa y tener que sacar alguna victoria o varios puntos en empates siendo visitante. En cualquiera de los casos, tendrá que mirarse a sí misma y reconocer si es capaz o no de, por fin, dar la sorpresa.


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