Telón de fondo

La historia contada por la “revolución”

Fotografía de Matías Delacroix | AFP

16/05/2020

El chavismo ha fraguado una tendenciosa historia de Venezuela que no es una combinación ligera, ni una aventura sin relaciones con un cometido profundo que debe alertarnos. ¿Cuál elemento nos obliga a pensar en algo que parece sustentado en base sólida? La respuesta se encuentra en la narrativa creada en su respaldo, en la elaboración de una memoria gracias a la cual no solo se disipa la idea de la improvisación, sino que también se agregan alicientes para realizar una hazaña distinta de la librada hasta la llegada de la «revolución». 

La fábrica implica una mirada diversa del pasado, a través de la cual se modifique el papel de los protagonistas y de los intereses predominantes; y la calificación de sus actos, para que, cuando se juzguen de manera diversa, la «revolución» se considere como un remedio, como una bendición, como una benéfica rectificación y, ¿por qué no?, como una venganza esperada y justa.

En la vanguardia del relato estuvo Hugo Chávez, debido a que lo divulgó como locutor omnipresente del espectáculo venezolano, de cronista ubicuo de un proceso que lo tenía como compendio de la salvación nacional; pero también a través de la creación de mecanismos dedicados a sembrar y labrar la «historia nueva» en la sensibilidad de las mayorías para que el futuro aprovechara la cosecha. Desgranó el relato en la borrachera de sus palabras y en un librito, El brazalete tricolor, en cuyas páginas se presenta como continuador de la épica de la Independencia y como sucesor de Bolívar, en una trayectoria que comienza en Guaicaipuro peleando con los conquistadores españoles, que asciende con las fuerzas armadas a Ayacucho y resucita en sus proezas de la actualidad. 

En esas páginas Chávez clasifica de manera tendenciosa los esfuerzos decimonónicos y la obra de unas perversas oligarquías, transita senderos latinoamericanos sin real importancia ayer, descalifica la obra de los antecesores próximos, pues afirma que el siglo XX es «el siglo perdido de Venezuela», y desemboca en la iluminación de su autobiografía. Mezcla de lugares comunes con lecciones aprendidas de prisa en el liceo, injerto de materialismo histórico con episodios de superficie, mirada de paracaidista que no puede captar matices en el apresuramiento de su vuelo, reunión de verdades expuestas a medias con falsedades redondas, importa por sus posibilidades de penetración gracias a la utilización de los modernos medios de comunicación social, y porque sirve de patrón para el trabajo de una institución más coherente y atrevida en el plan de cambiar los recuerdos de los venezolanos: el Centro Nacional de Historia.

El Centro Nacional de Historia fue creado en 2007, como «institución rectora de lo concerniente al conocimiento, la investigación y el resguardo de la historia nacional». Dirigido por historiadores profesionales y dotado de presupuestos generosos, coopta a estudiantes adelantados de las escuelas universitarias de Historia, fomenta seminarios de trabajo, edita una serie bibliográfica y la revista Memorias de Venezuela, para ocuparse de etapas que no había frecuentado Chávez y para ofrecer argumentos que, después de su divulgación en amplios sectores y de incorporarse a las apariciones públicas de los dirigentes del PSUV, pasen a las páginas de los manuales escolares. 

El equipo se ha distanciado, en la medida de lo posible, de las explicaciones endebles del teniente coronel y pretende estudios generales que comienzan en el período prehispánico, para destacar el papel de los indios, los pardos y los negros en el proceso de la Independencia, hasta el extremo de convertirlos en protagonistas estelares. Gracias al montaje de piezas teatrales en Caracas y en diferentes estados, también promueve una mitología en la cual ocupa primer plano el pueblo, despreciado, según ellos, por la historiografía tradicional. Independientemente de lo acertado de su análisis, o de lo novedoso que realmente pueda ser, conviene destacar ahora su importancia como motor de un nuevo relato de Venezuela que funciona como puntal de la «revolución bolivariana».

El Centro Nacional de Historia, como «rector» de la memoria de la sociedad, cumple el cometido de demostrar que, por fin, se llegó a una república hecha y derecha porque las anteriores fueron un fraude; y de formar a los discípulos del nuevo republicanismo que llama a las puertas de la patria después del desfile de fracasos que ha sido la vida venezolana. Lo alarmante del designio no solo radica en su constancia, apoyada por el rol de «historiador» que se atribuyó Chávez en sus múltiples apariciones televisadas, y por el dinero que dio para promoverlo sin freno en las escuelas y en los actos públicos, sino también porque la oposición no ha sido capaz de oponerle un relato convincente y atractivo del pasado venezolano. En este sentido estamos ante un triunfo clamoroso de la patraña contra la nada.


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo