Telón de fondo
Ideas elementales sobre la Historia, o para no meterse en su tremedal a lo loco
Estatuas de Tucídides y Heródoto a las afueras del parlamento austríaco. Fotografía de Everbruin | Wikimedia
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La Historia es un manantial en el que todos debemos y queremos beber, pero también es una ciencia sujeta a una disciplina a la cual se ajustan escrupulosamente sus oficiantes. Está al alcance del común y conviene tenerla presente para el entendimiento de los problemas de la actualidad, pero puede conducir a las apreciaciones irresponsables que habitualmente salen de la opinión de los aficionados. De tales apreciaciones está abarrotado el país de nuestros días, debido a la abundancia de opinadores que pretenden solucionar enigmas de ogaño después de consultar un par de libros sobre el pasado, o de escuchar las anécdotas de los viejos de la familia. Orientación no solo comprensible, sino también habitual, pero susceptible de conducir a una avalancha de disparates que impiden la comprensión de la realidad, en lugar de favorecer su entendimiento.
No estamos ante un asunto trivial, debido a la incursión que hacen esos aficionados en el espacio de las redes sociales a través de las cuales se puede llegar a confundir la seriedad y la profesionalidad con la audacia o la locuacidad de millares de portavoces que se sienten autorizados a pontificar sobre temas para cuyo tratamiento carecen de mínimas pericias. Tienen la posibilidad de hacerlo porque así lo permite la libertad de expresión que todos defendemos y gracias a la cual sobrevive la democracia en la sociedad, pero abonan la parcela del error y la superficialidad hasta extremos que solicitan llamar la atención sobre el perjuicio causado. Ya que no es lícito, ni deseable, condenarlos a perpetuo silencio, por lo menos conviene llamar la atención sobre lo superfluo de sus argumentos y, en no pocos casos, sobre su flagrante piratería. Pero, como resulta imposible la demostración de la irresponsabilidad y la temeridad de cada uno, dada su copiosa cantidad, se me han ocurrido los rudimentos de teoría de la Historia que vienen a continuación.
Para llegar a un concepto plausible de la Historia es necesario el conocimiento de la evolución de los diferentes métodos que los historiadores han seguido en las distintas épocas. Es decir, entender cómo se han ido formando la Historia y el pensamiento sobre los resultados de sus trabajos.
Se estudia el cómo se obtiene un resultado y de allí nace una parcela de conocimiento conocida como Teoría de la Historia. De allí que la Teoría de la Historia y la Historiografía deban estudiarse a la vez. De otra manera nadie puede saber cómo se ha formado el pensamiento histórico o de lo histórico.
En la Historiografía lo subjetivo precede a lo objetivo. Es evidente, porque el sujeto escribe sobre la Historia, pero del nexo proviene un producto fundamental: lo escrito, es decir, la Historia en si, sobre cuyo devenir se hacen imprescindibles los análisis atentos.
Si no sabemos cómo se formó o cómo se hizo la Historiografía, jamás llegaremos a saber con propiedad lo que es la Historia. No es problema trivial debido a que, sin ese esfuerzo, difícilmente tendremos posiciones dignas de atención sobre el desarrollo histórico.
De allí la necesidad de conocer los diferentes métodos de los historiadores, faena de la cual depende la posibilidad de tener posiciones responsables sobre el desarrollo histórico, o sobre los desarrollos históricos.
Pero también sobre el momento histórico que se vive, o sobre momentos históricos del pasado. El asunto deja de ser sencillo cuando se descubre, a través del estudio, que sobre el conocimiento histórico hay diversas posturas de las cuales tenemos que tomar una para hacer análisis pertinentes, entendimientos alejados del capricho.
Tales posturas provienen de la evolución de la ciencia histórica, cuyo conocimiento es preciso para llegar a posiciones propias sobre los asuntos del pasado que se quieran analizar y para observar con cierta profundidad hechos actuales.
La operación depende de los métodos desarrollados por los historiadores a través del tiempo, cuyo estudio conducirá a la apropiación de una postura responsable sobre los hechos del pasado reconstruidos en el futuro.
Estamos ahora ante un punto crucial, porque el método impone una manera solvente de investigar Historia, de encontrar adeptos a través de caminos convincentes. El método permite o establece el camino para el manejo de los procedimientos que se siguen en la elaboración y en la demostración del conocimiento histórico.
Nos fiamos de la Historia a través del método, es la parte objetiva de la Historia, susceptible de aprendizaje a través de la Historiografía. El método es una operación convincente, convence a otros con la clara demostración de lo que ha ocurrido en un tiempo determinado.
Todo esto parte de ponerse a manejar con pausa textos de historia, desde Los nueve libros de la Historia escritos por Heródoto o las páginas de la Historia de la Guerra del Peloponeso que debemos a Tucídides, pero no quiero poner a los lectores en ese trance. Entre otras cosas porque pueden vivir sin ellos y entender muchas cosas sin su muleta, porque no les hacen falta para ser ciudadanos responsables y comprometidos. Pero acudo a los venerados pioneros para que se vea, sin posibilidad de paliativo, la irresponsabilidad de los enjambres de opinadores de la actualidad, convertidos en sabios examinadores del pasado que nos abruman en las redes sociales y se atreven a competir con posiciones y reputaciones profesionales. Hacen el mal que haría yo si me pusiera a opinar sobre la curación de las muelas existiendo una disciplina tan seria, respetable e imprescindible como la Odontología.
Elías Pino Iturrieta
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